“Hoy no es un día como cualquiera. Ayer pasé de un lado al otro de la acera en las estadísticas de la covid-19 en nuestro país… y en el mundo.
“Ayer (24 de enero para los lectores), despedí a uno de mis hermanos, el primero de la camada de 16 que vio el final de sus días luchando contra ese ‘bicho-no bicho’ que vino a trastocar toda nuestra existencia.
“Ayer, me sumé a las estadísticas de quienes hemos visto morir a un familiar cercano, padre, madre, hijo, hija, hermana o, como en este caso, un hermano”.
Las sentidas palabras que dirigió a sus compañeros de la Universidad Nacional (UNA), Juan José Romero Zúñiga, profesor de Epidemiología en esa casa de estudios, fueron escritas apenas dos días después de que Guido, su hermano de 68 años, falleciera por causas asociadas a la covid-19.
Romero le ha seguido el pulso a la emergencia nacional causada por la propagación de un nuevo coronavirus, el SARS-CoV-2, responsable de la enfermedad. Es más, él es uno de los rostros y nombres a los que recurre la prensa para interpretar datos y buscar explicaciones.
Acostumbrado a enviar advertencias a la población sobre lo impredecible que es este nuevo coronavirus, Romero reconoció en sus letras la brecha que existe entre analizar la situación de lejos, desde las cuatro paredes de una academia, y experimentar una pérdida en la propia familia.
Con su mensaje fuerte, compartió una experiencia, dolorosa e íntima, con toda la población.
Su esperanza es que, quien lo lea, caiga en cuenta de que esta emergencia no ha terminado. Se hace necesario la colaboración de todos para protegerse con una actitud individual caracterizada por la responsabilidad, la solidaridad y la empatía.
Nosotros, la respuesta
“Hasta ayer fuimos 16 hermanos quienes, por casi 52 años, compartimos principios y valores heredados por nuestros progenitores. Hasta ayer, la mazorca estaba completa.
“Un descuido, una simpleza, un acto de autosuficiencia, un no sé qué, cambió por completo el rumbo de nuestra vida como familia. Mi hermano enfermó, él no era enfermizo, todo lo contrario. Pensó, como siempre, que no era nada, se descuidó un poco.
“Cuando buscó atención por primera vez, ya era un poco tarde; cuando por fin, no por decisión suya sino de sus hermanos, fue llevado al hospital, ya era demasiado tarde. Al principio, en el hospital, había visos de esperanza, parecía que era posible ganar la lucha. Luego, como suele ocurrir con esta maldita enfermedad, el virus entra a ganar la batalla: hasta que la ganó.
“En todo ese proceso, como muchas veces lo he mencionado, una pléyade de ángeles estuvo a su lado. La forma en que se encargaron de él, primero en el hospital de Turrialba, y luego en el Calderón Guardia, no tiene precio.
“Mi hermano murió porque la ciencia ya no pudo más. Ciencia, tecnología y humanidad en toda su extensión estuvieron al servicio de mi hermano, como lo han estado para todos los demás, sin importar quiénes sean. Gracias al personal de la Caja Costarricense de Seguro Social, y gracias al pueblo de Costa Rica, porque mi hermano fue tratado como un rey.
“Hoy, me siento desolado, pero a la vez me concibo alegre. Mi hermano era la persona más feliz del mundo, era una persona buena, que a todo el mundo le caía bien, amante de la vida y del sabor de la vida; igual que mi madre.
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“Hoy, moran juntos en el cielo, junto con mi padre quien, en sus últimos meses, fue otra persona; quizás Dios le dio ese chance que necesitaba para reconciliarse con la vida.
“Hoy, decido estar alegre, tratar de ser feliz. Ese era el mayor deseo de mi madre y de Guido: intentaré honrarlos de esa manera.
“Nuestros padres nos trajeron a este mundo, ahora nos esperan en el más allá, y, junto a ellos, Guido. Espero que, más tarde que temprano, nos iremos sumando, porque ese es el insondable derrotero de nuestras vidas.
“Por favor, tratemos de evitar estar en el lado menos feliz de las estadísticas. Ya mucho se ha hablado, escrito y dicho sobre prevenir y evitar esta y muchas otras enfermedades, así como buscar ayuda pronto cuando se tiene sospecha de estar enfermo.
“Por favor, cuidémonos a nosotros mismos, y cuidemos a nuestros semejantes. La respuesta está en nosotros”.