“¡Ay! ¡Otra vez dolor de cabeza!” “Nada más tomate esta pastillita y ya, se te cura rápido, vas a ver”. “Usted se está incapacitando mucho, ¿en serio le duele así la cabeza?” “¡Ay! ¡Qué aburrido con vos! ¡Siempre tenés dolor de cabeza y nunca podés hacer nada!” “¡Ay! ¡Mentira que no se te quite el dolor con eso que te tomaste!”
Estas frases las han escuchado una y otra vez las personas con migraña u otro tipo de cefaleas crónicas. La incomprensión ante esta enfermedad la sufren en el hogar, en el lugar de trabajo, en su círculo de amigos y hasta en los centros de salud.
Carolina Rodríguez Benavides, de 38 años, lo ha vivido desde niña. No era una excusa para no hacer la tarea ni el pretexto para no ir a un lugar. La verdad, sí quería hacer y terminar su tarea e ir a muchos lugares, fiestas y reuniones. Pero la migraña no la dejaba hacer ni lo más cotidiano.
“A veces la gente cree que uno se inventa el dolor. Y eso no es cierto, es un dolor a veces insoportable. Las personas no entienden que estas migrañas no son solo un dolorcito de cabeza”, subrayó esta mujer, quien además de dolores de cabeza a veces tiene otros síntomas como náuseas.
“Cuando tenía 15 o 16 años, mi mamá, al verme con tanto dolor de cabeza, me llevó al Ebáis y de ahí me refirieron al Hospital de Alajuela. Pero solo me daban pastillas que no me servían de nada. Por la misma rebeldía adolescente y por sentir que no me funcionaba nada, dejé de ir”.
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Damaris Araya también ha vivido esta incomprensión desde hace al menos 20 años, pero particularmente durante los últimos cinco años, cuando los ataques empeoraron.
“Es difícil. Al principio se me quitaban rápido, con un par de acetaminofén, pero después cambió mucho y ya no me se me quitaban igual. Entonces es difícil explicarle a la familia que ya el dolor no se me quita con lo mismo que antes y que realmente estoy sufriendo”, manifestó.
El médico de familia Gustavo Adolfo Mora escucha esas historias cada vez que lo visita un paciente nuevo. Muchas veces han pasado por varios médicos que no han tenido la sensibilidad para detectar que ellos tenían algo diferente. Él se especializó en el estudio de los distintos dolores de cabeza y en cómo acompañar a estos pacientes.
“Es una de las enfermedades más incomprendidas, en todo nivel. Estas personas sufren mucho porque no es solo el dolor físico, también luchar para que las personas a su alrededor entiendan lo que sienten y las comprendan”, expresó Mora, quien tiene a su cargo la consulta de cefaleas en la clínica Marcial Rodríguez en Alajuela.
La psicóloga clínica Pamela Barquero, quien trabaja con Mora en la consulta , comentó que para quienes tienen esta enfermedad es normal sentirse incomprendidos.
“Parte de lo que hacemos aquí es validarle a las personas ese dolor, porque es muy común que otras les digan que esto es solo psicológico y que con solo tomar algo o pensar en otra cosa se les va a ir el dolor”, dijo la psicóloga.
Mora complementó: “Sí hay personas hipocondríacas, sí hay quienes podrán inventar los síntomas, pero en la gran mayoría son personas que de verdad lo sufren”.
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Educarse para entender
Pacientes y médicos con los que La Nación conversó coinciden en que la mejor forma de ayudar a alguien que vive con dolores de cabeza crónicos es informarse sobre qué son estas enfermedades, por qué son de mayor duración e intensidad que las jaquecas que los demás pueden sentir.
El solo hecho de entender las dimensiones del problema para los afectados y lo que esto puede significar para sus actividades cotidianas hará que quienes no sufren estos males puedan aprender cómo relacionarse con los que sí.
Conviene alentarlos a buscar ayuda médica para tratar su condición y recordarles que automedicarse aliviará el dolor momentáneamente, pero no resolverá el problema.
Acompañar a la persona en su proceso, escuchar cómo se siente y motivarla a buscar ayuda hará que pueda vivir mejor con esta situación. Eso sí, asegúrese de no hostigarla revisando si se tomó el medicamento, preguntándole cada dos minutos cómo se siente o compadeciéndose por ella. Eso más bien podría lograr el efecto contrario.
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