¿Quién no sueña con volver a abrazar a sus seres queridos, a tomarse un café o cenar con amigos, o a salir a la calle sin necesidad de sentirse señalado apenas disminuye en unos centímetros la distancia en la fila para tomar el autobús o pagar la compra del supermercado?
Muchos anhelan recuperar un poco de la libertad que la pandemia por la covid-19 ha arrebatado en esta prolongada emergencia nacional.
Sin embargo, –sí, aquí viene el ‘pero’– varias de las medidas que aprendimos −o reaprendimos– en todo este tiempo, sobrevivirán cuando la pandemia empiece a formar parte de nuestra colección de malos recuerdos.
La covid-19 deja muchas lecciones aprendidas. No vaya a suceder lo mismo que pasó después de la última, la causada por el virus de la influenza AH1N1.
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En el 2010, cuando las personas dejaron atrás el lavado de manos, se volvieron a disparar las diarreas y otras enfermedades infecto-contagiosas, como las respiratorias.
Incluso, el ministro de Salud, Daniel Salas Peraza, se los tuvo que recordar a los propios funcionarios de la institución ante un repunte de infecciones intrahospitalarias, en el 2018.
El gerente médico de la Caja Costarricense de Seguro Social (CCSS), Mario Ruiz Cubillo, reconoce que una práctica como el lavado frecuente y correcto de manos, usando agua potable y jabón, se debe no solo mantener sino reforzar cuando pase la pandemia.
En todos los centros de salud, dijo Ruiz, quedarán las estaciones de lavado de manos de forma permanente.
El salubrista público y director del Laboratorio Nacional de Aguas, de Acueductos y Alcantarillados (AyA), Darner Mora Alvarado, también ha reiterado la necesidad de que las autoridades sanitarias mantengan la comunicación constante y permanente de esta medida, y no se baje la guardia como sucedió una década atrás.
“Me ha molestado que las autoridades de Salud no le den el peso que merece. Porque una diferencia entre Costa Rica y otros países tiene que ver con el acceso al agua potable”, mencionó el salubrista en una entrevista con La Nación, el 10 de abril.
La práctica de esa medida bajó a niveles históricos el registro de diarreas, según un estudio de ese laboratorio, publicado en abril anterior.
Juan José Romero Zúñiga, epidemiólogo de la Universidad Nacional (UNA), considera, incluso, que las estaciones de lavado de manos que se han instalado en centros de salud y en locales comerciales, como tiendas, supermercados o restaurantes, deberían mantenerse, por instrucción del Ministerio de Salud.
“Con solo esto, ganaremos un montón. Son hábitos que los chiquillos pueden ir aprendiendo desde ya. Sí, tenemos que aprender de todo esto, en el ámbito más individual, pero también en el colectivo”, dijo Romero.
Está demostrado que el lavado de manos es una de las medidas más costo-efectivas para la prevención de enfermedades infecciosas. En otras palabras, con una baja inversión se obtienen resultados de altísimo impacto para la salud pública.
En febrero del 2020, La Nación informó de que un lavado de manos a conciencia, en el que se cubra toda la mano, dedos y uñas, elimina casi la totalidad de los microorganismos que podrían enfermar a una persona.
Datos del Centro de Control de Enfermedades de Estados Unidos (CDC, por sus siglas en inglés), publicados en ese momento, revelaron que el lavado de manos con agua y jabón podría reducir la incidencia de diarrea hasta en un 47% y disminuiría en un 23% la incidencia de infecciones respiratorias como la neumonía.
¿Y la mascarilla?
El cubrebocas, que hoy en día está integrado en la vida familiar y en la lista de accesorios a tomar en cuenta como parte de la indumentaria, también sobrevivirá a la pandemia. Quizá con menos restricción que en la actualidad, pero permanecerá.
Será fundamental que se use en la misma vía que lo utilizan muchos países en Asia para reducir el riesgo de contagio durante las ‘temporadas altas’ de circulación de virus respiratorios.
Hay quienes, incluso, recomiendan utilizar mascarilla en aquellas reuniones de trabajo presenciales, o en espacios muy cerrados con escasa ventilación.
Según Romero, los más de dos años que nos llevará salir de esta emergencia, servirán para crear hábitos.
“Es probable que muchas de estas cosas queden como hábitos, tal vez no para todos pero sí para una buena parte, y con esto ganaremos todos”, mencionó el epidemiólogo.
Reforzar otras medidas, como el protocolo para estornudar o toser, se volverán más necesarias que nunca, como prácticas permanentes, incluso con cierto control social: que las personas exijan a quienes los rodean, taparse correctamente la nariz y boca al estornudar o toser.
Para la médica infectóloga María Luisa Ávila Agüero, otra de las prácticas que deben quedar es evitar la presencialidad en el lugar de trabajo o en los centros educativos a quienes presenten síntomas de alguna enfermedad respiratoria.
“Esta pandemia nos ha enseñado que si tenemos un cuadro gripal, no podemos seguir yendo a trabajar. Y mea culpa, yo muchas veces fui a trabajar porque sentía que era parte de mi responsabilidad. Ahora sabemos que más bien podemos causar un brote de algo”, dijo Ávila.
Para la especialista también se debe empezar a incentivar la costumbre de compartir en lugares abiertos y ventilados.
“Con estas tres cosas (lavado de manos, no salir de casa si estamos enfermos y compartir en sitios abiertos), que aprendamos y mantengamos como un estilo de vida, nos vamos a ver muy beneficiados”, dijo la médica.
El teletrabajo es otra de las prácticas que llegó para quedarse, según coincidieron por aparte los especialistas consultados por La Nación.
Ávila sugiere que se incentive un modelo híbrido, con ciertos días de trabajo presencial u otro en modalidad remota, pensando incluso en la salud mental de los empleados, porque tampoco hace mucho bien estar todo el tiempo en casa.
La posibilidad de restricciones mayores de movilidad cuando esto acabe, debe ser considerada con mucho cuidado porque lleva implícita la limitación de las libertades de circulación, que en estos momentos solo se justifican por la declaratoria de emergencia nacional, advirtió Daniel Quesada Rodríguez, jefe del Centro de Atención de Emergencias y Desastre (CAED).