Un paciente en crisis por tener pensamientos suicidas o intentar quitarse la vida no puede esperar los más de seis meses que, en promedio, tarda un hospital de la Caja Costarricense de Seguro Social (CCSS) para dar la primera cita con el médico psiquiatra.
Las prolongadas esperas por esa atención se suman a los factores de riesgo para que las personas con ideas de autoeliminación intenten consumarla si no encuentran ayuda oportuna cuando están en crisis. Las listas de espera en Psiquiatría se suman a las razones para explicar el aumento de las muertes por suicidio que registra Costa Rica.
“No es la única causa, pero claramente si una persona tiene una situación de crisis y no es atendida de forma oportuna, puede llegar a tener este tipo de conductas”, advirtió la psiquiatra del Hospital Nacional de Salud Mental, María Jesús Vargas Baldares.
“Que no exista la disponibilidad inmediata de servicios sí afecta (la mortalidad por suicidio). Además, no todo el mundo puede pagar el servicio con la celeridad que lo requiere”, agregó Daniel Chavarría, psicólogo de la Universidad de Ciencias Médicas (Ucimed).
El año pasado, 429 personas fallecieron por suicidio en Costa Rica. Es la cifra más alta de la última década, reconoció el Ministerio de Salud, y es la primera vez que se rompe la barrera de los 400 decesos anuales por esa causa. Hasta ese año, el país no superaba los 390 suicidios por año.
La tasa de suicidios por cada 100.000 habitantes subió de 7,9 en el 2018 a 8,2 el año pasado. Los intentos de autoeliminación también aumentaron: de 2.082 en el 2018 a 2.896 en el 2022. En las primeras 29 semanas de este año, los intentos de suicidio suman 2.067, un 71,3% de lo registrado el año pasado.
Paralelamente, las listas de espera en Psiquiatría acumulaban al 31 de agosto anterior, 12.123 enfermos, quienes debían aguardar 191 días (6,3 meses) para consultar con un médico de esa especialidad, informó Flavia Solórzano, coordinadora de la Unidad Técnica de Listas de Espera (UTLE), de la CCSS.
La entidad desconoce los datos de listas de espera en Psicología, una disciplina estratégica en la prevención de la enfermedad y promoción de la salud mental. Son cifras de las cuales no dispone la UTLE y que, con seguridad, también tienen efecto sobre la mortalidad y morbilidad por suicidios.
Apenas hace unos días, además, la Caja inició el programa de salud mental, la construcción de su política y del plan institucional, confirmó Virginia Rosabal, encargada del Programa Institucional de Salud Mental.
Especialistas del Colegio de Profesionales en Psicología, la Asociación Costarricense de Psiquiatría, y de los mismos hospitales de la CCSS consultados por La Nación, coinciden en que los prolongados tiempos de espera en Psiquiatría y Psicología se agregan peligrosamente a otras barreras de acceso para la atención oportuna. Esto puede empujar hacia arriba las cifras de suicidio en Costa Rica.
Entre esas barreras citan la falta de suficiente personal capacitado en la atención de la salud mental en Ebáis y Áreas de Salud, y la carencia de especialistas en Psiquiatría en los hospitales públicos.
En la CCSS, hay 111 psiquiatras; o uno por cada 50.000 habitantes. La Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda uno por cada 10.000, informó María Gabriela Zúñiga Tortós, secretaria de la Asociación Costarricense de Psiquiatría.
En el primer nivel de atención apenas hay un centenar de psicólogos para más de 1.100 Ebáis, una cantidad que dificulta el acceso de la población a la prevención de enfermedades mentales y crisis emocionales que llevan a la ideación o al intento suicida, informó Ángelo Argüello, presidente del Colegio de Profesionales en Psicología.
“Es un círculo vicioso: se educa a la gente para que busque ayuda, la persona hace un esfuerzo para entender que tiene que ayudarse, pero paradójicamente no vemos a un Estado preparado para atender a esa demanda”, reclamó Argüello, quien considera estas barreras de acceso un factor de riesgo para quienes tienen comportamiento suicida.
Si los Ebáis y los hospitales regionales (como el de Alajuela) o periféricos (como el de Ciudad Neily) funcionaran en la contención de estos casos, el Hospital Nacional de Salud Mental −único con servicio de emergencias psiquiátricas 24/7− no estaría rebasado, como en la actualidad.
Aquí, las emergencias por atención de personas con pensamientos suicidas o con intentos de autoeliminación se han duplicado en el último año, al punto que tuvieron que abrir una unidad de observación con diez camas para adolescentes, el grupo que demanda más atención, confirmó María Jesús Vargas Baldares.
Esta situación se ve agravada por la jubilación de psiquiatras pero especialmente por la renuncia de estos profesionales a la CCSS, como parte del éxodo de médicos especialistas de los hospitales públicos a servicios privados. Del 2006 a la fecha, se graduó un centenar de psiquiatras pero 30 de ellos renunciaron a la CCSS, confirmó María Gabriela Zúñiga.
Enl Hospital Nacional de Salud Mental, en Pavas, hay 18 psiquiatras soportando sobre sus espaldas toda la demanda. Apenas en enero anterior, eran 26 y hace una década 42.
“Lo otro que nos está pasando es que tenemos pocos servicios especializados. Solo dos hospitales generales lo tienen: el Calderón Guardia (San José) y el Tony Facio (Limón). Este último entrará en crisis porque se le pensiona un psiquiatra y no hay claridad sobre su sustitución. Queda con una psiquiatra”, dijo la vocera de la Asociación Costarricense de Psiquiatría.
Crisis explotó
Sinaí Valverde Ceciliano, psicóloga y suicidóloga de la Secretaría Técnica de Salud Mental, del Ministerio de Salud, explicó que toda esta situación no es más que la anunciada pandemia de problemas de salud mental que golpea con “afectaciones significativas” a la población después de la crisis por la covid-19.
“Estos números (de suicidios e intentos de suicidio) son reflejo de esto. Pero no nos hemos quedado de brazos”, aseguró Valverde. Citó el Reglamento de vigilancia de la Salud, y la boleta VE01, que es de notificación obligatoria y que incluyó, hace tres años, el registro de los intentos de suicidio.
También mencionó la Política Nacional de Salud Mental, cuya segunda versión todavía está en proceso, así como múltiples campañas impulsadas, según dijo, desde lo comunitario. Un esfuerzo que resulta titánico para solo seis personas que integran la Secretaría: cuatro técnicos, una jefatura y una administrativa.
Lo cierto es que la realidad muestra otros escenarios. En un hospital como el Nacional de Niños, el plazo de espera para atender un paciente nuevo en Psicología es de 64 días. En esa condición hay 53 menores de edad, informó Silvia Sánchez Murillo, jefa del departamento de Psiquiatría y Psicología de ese centro pediátrico.
En ese hospital, la espera para ver al psiquiatra infantil por primera vez es de 63 días. Hay una lista de 70 pacientes. La situación se agrava porque de ahí se han ido cinco psiquiatras en seis años. En los últimos doce meses renunciaron dos, que eran especialistas en niños y adolescentes. El hospital quedó con siete psiquiatras; además, tiene nueve psicólogas.
En el Nacional de Niños ven hasta siete emergencias psiquiátricas diarias, pero la falta de personal y espacio para atención de estos casos, lo obliga con cierta frecuencia a referir pacientes al hospital de Pavas.
“¿Qué pasa con un niño que se siente mal y muestra comportamientos autodestructivos? Debería abordarlo todo el sistema de salud, pero este ya está saturado con listas de espera desde los Ebáis.
“No hay reforzamiento ni del primero (Ebáis y áreas de salud) ni del segundo nivel (hospitales regionales y periféricos). La seguridad social está sumamente saturada. Los pacientes sufren un calvario para recibir atención. No estamos previniendo. Nos están llegando muy enfermos”, recalcó la jefa de Psiquiatría y Psicología del Nacional de Niños.
La psiquiatra teme que esta situación eleve más las cifras de intentos de autoeliminación y de suicidios en población menor de edad, pues cada vez les llegan adolescentes con comportamientos autodestructivos, con crisis de ansiedad o cutting (cortaduras en el cuerpo).
La mortalidad por suicidios en el 2022 se concentró en población entre 15 y 24 años, y en los grupos entre 30 y 39 años. Los intentos de autoeliminación fueron particularmente altos en personas entre 10 y 19 años, con tasas que superaron los 130 intentos por cada 100.000 habitantes.
Llamada de atención
María Gabriela Zúñiga Tortós también labora como psiquiatra en el Hospital San Juan de Dios, en la capital. Contó que aquí los tiempos de espera para la primera cita y para las subsecuentes (de seguimiento) no bajan de los seis meses.
“Además, con tiempos de atención muy reducidos. Si son pacientes nuevos, son dos por hora, y los subsecuentes son 4 por hora, es decir, con 15 minutos para diagnosticarlo y medicarlo. Este es otro tema importantísimo a revisar: los tiempos de atención en Psiquiatría no pueden ser los de otras especialidades”, agregó.
En Emergencias del San Juan, dijo, han visto un incremento de pacientes con intentos suicidas. En un día normal, atienden de dos a 6 pacientes. Los problemas económicos son una de las causas principales, y entre ellos, destacó Zúñiga, las presiones por los llamados préstamos gota a gota.
Lo que describen los hospitales confirma que el dique está desbordado, afirma Ángelo Argüello.
“Con covid teníamos un ejército de médicos para enfrentarlo. Pero para este virus psicosocial no tenemos un ejército de psicólogos porque la seguridad social, por años, no ha visto necesidad ni prioridad en crearlo.
“Falta muchísimo pero hay cosas que están pasando que por lo menos son una luz a final del túnel. Hoy se discute en la Asamblea Legislativa una propuesta de Ley Nacional de Salud Mental que busca obligar al Estado a girar su mirada hacia este tema. También está en proceso la creación de la nueva Política Nacional de Salud Mental, porque esto tiene que ser una visión país. Es la única manera de contener esta escalada de suicidios”, sostiene Argüello.
La recomendación es sumar a esta lucha por contener la diseminación de este “virus” a las comunidades. Involucrar a municipalidades, asociaciones, centros educativos y otros grupos interesados en promover iniciativas para prevenir la enfermedad mental; y en particular, la ideación y el intento suicida.
Algunos proyectos han surgido en esa dirección. Uno, en Barva de Heredia, dirigido a prevenir los pensamientos suicidas entre adolescentes. Otro en Florencia de San Carlos, con brigadas estudiantiles capacitadas para detectar comportamientos de riesgo.
Dentro de un año, cuando salgan los nuevos números de muertes por suicidio y de intentos de autoeliminación, se comprobará si estas y otras acciones han dado algún resultado.
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