Magaly Evans vivió una pesadilla de nueve semanas. Ella sobrevivió a la covid-19 luego de 62 días de enfermedad, durante los cuales tuvo que distanciarse de su único hijo, someterse a 14 pruebas y vivir una soledad que, según comenta, golpeó su vida.
La vecina de San Pablo de Heredia dio positivo el 9 de marzo, pero a diferencia de la mayoría de los pacientes, ella no se recuperó a los 14 días. Fue hasta el 9 de mayo.
Según dice, se contagió en una actividad en Guanacaste, donde había una persona infectada, quien había contraído la enfermedad de una persona extranjera.
Recuerda que el día que le informaron que había tenido contacto con una persona enferma, iba de vuelta a su casa, tenía dolor de garganta e irritación de ojos. Al siguiente día comenzó la fiebre, el dolor de cuerpo y la resequedad en la garganta.
Con todos estos síntomas llegó al Ebáis de Coopesiba, en San Pablo de Heredia, donde la examinaron y le dieron la orden sanitaria.
La doctora que la atendió le advirtió que si sus síntomas empeoraban acudiera a un centro médico. Fue en el Hospital de Heredia, donde le hicieron la prueba de covid-19.
"Ese día, el doctor me dijo que con solo el chequeo que me hizo, me tenía que preparar, porque él estaba 90% seguro de que yo había contraído el virus por todos los síntomas que había presentado. Luego de algunos días me dieron el resultado de que ya había salido positivo.
“Creo que yo pude haber sido el caso número 20, por ahí, fue de los primeros casos. Esa semana comencé a empeorar con la fiebre y comencé con el problema respiratorio. También una tos seca muy fuerte. Luego, el sábado de esa semana, la doctora me dijo que acudiera al hospital, ya que yo le dije que casi no podía hablar ni respirar”, aseguró.
Fiebre altas y arritmia cardíaca
Evans dice que le realizaron placas y le encontraron “manchas” en sus pulmones, por lo que decidieron internarla; le pusieron oxígeno y la trasladaron a cuidados intermedios. Luego, vino lo peor.
“Para mí el quinto día fue la manifestación de los primeros síntomas. Siete días después de las primeras manifestaciones fue el pico y la doctora me lo dijo, desde ese momento los síntomas empezaron a agravarse.
"Tenía problema respiratorios, fiebres altas y unas arritmias cardíacas. Inmediatamente me pusieron anticoagulante por el problema pulmonar que tenía y me generó una hemorragia. Después tuve diarreas excesivas por los medicamentos, fueron como tres días de crisis. Los siguientes dos días me estabilicé y luego me dieron la salida”, manifestó.
Su diagnóstico cuando salió del hospital fue que presentó una neumonía aguda motivada por el virus.
Posteriormente, comenzó su proceso de recuperación en su casa, por lo que su hijo y pareja tuvieron que abandonar el lugar. El Ebáis de San Pablo le daba monitoreo vía telefónica.
Tenía que estar atenta a su presión arterial y temperatura. Recibía medicamentos constantemente y le tuvieron que hacer varias pruebas de orina y sangre, ya que “algunos exámenes salían alterados”.
“Leí mucho sobre la enfermedad, traté de leer mucho para prepararme, para entender lo que pasaba con mi cuerpo y lo que le estaba sucediendo”, agregó.
Fue muy difícil que el virus saliera por completo de su cuerpo.
“Yo recibí 14 muestras para prueba de covid-19 durante todo el proceso, bastantes diría yo. Me levantaron la orden sanitaria luego de tener tres resultados negativos consecutivos”, destacó.
Ahora, dice, ha intentado regresar a su vida normal, pero reconoce que aún no supera el gran impacto emocional que le dejó la cuarentena en soledad.
‘No tengo la vitalidad ni la fuerza que tenía antes’
Magaly Evans reconoce que sintió mucho miedo cuando supo que estaba contagiada, ya que la enfermedad llevaba poco tiempo de haber llegado al país y no sabía si existía algún tratamiento.
“Me trataron muy bien. Al inicio fue mucho aprendizaje porque, como era de los primeros casos, a los doctores les tocó aprender, pero después enfrentaron la situación muy bien. La verdad no me soltaron la mano en todo el proceso hasta el final”, subrayó.
A lo largo de este tiempo sintió discriminación de algunos; respeto de otros y mucho apoyo de sus amigos también contagiados.
“Yo corrí con suerte, mis compañeros que se infectaron no tanto. Hubo personas que me trajeron comida y me apoyaron, otras que del todo se alejaron y hasta la fecha se alejan porque piensan que todavía uno es infeccioso o un agente de peligro, pero, en realidad, mi comunidad me trató muy bien.
"A veces me visitaban en la tarde. desde la ventana de mi casa y me tomaba un café con mi pareja de esa manera. Era una forma de tener contacto con el mundo exterior. También hicimos una red de apoyo, porque como nos contagiamos varios en el mismo lugar, un total de 10 personas, hicimos un chat y nos alentábamos y ayudábamos.
"Lo más duro fue al final, porque todos salieron de la enfermedad a los 30 días y yo me quedé 30 días más, esa parte fue superdura, mucha desesperación de querer salir y la decepción cada vez que llegaba el examen y decía positivo...la caída emocional, por eso digo que fue como una pesadilla”, dijo.
Ahora siente que su respiración no está igual que antes, cree que el tratamiento que le brindaron con hidroxicloroquina le afectó.
“No tengo la vitalidad ni la fuerza que tenía antes. No considero que tenga un problema del todo, pero sí me quedó una capacidad menor de lo que yo tenía habitualmente.
“A mí me aplicaron la hidroxicloroquina dos veces, pero no me ayudó y eso lo debatió uno de los doctores. A mí me veían de la central de Cendeisss (Centro de Desarrollo Estratégico e Información en Salud y Seguridad Social) y de la clínica de San Pablo, y algunos doctores difirieron porque no querían que me aplicaran a mí nuevamente el tratamiento. Yo creo que ese tratamiento no ayuda, más que ayudar más bien genera más condiciones adversas”, expresó.
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El valor de la vida y la familia
La experiencia de contraer la enfermedad la cambió. La soledad, dijo, le mostró el valor de la vida y la familia.
“Es muy duro. Es como un mal sueño del que uno desea despertar. Está solo uno y es vulnerable y solo cuenta con uno mismo para luchar contra algo así. Por más que muchos corazones me apoyaran desde afuera, esa fue mi realidad.
“Luego de tener una enfermedad como esta y pasar todo el proceso, definitivamente uno no vuelve a ser la misma persona. Me hice mucho más sensible y vulnerable. Me hizo valorar muchísimo la importancia de la vida y de que en cuestión de minutos todo puede cambiar. Pensé en tener al día todas las cosas de mi casa, los seguros por ejemplo, nunca había pensado en eso”, comentó.
Aprendió mucho sobre la importancia de la empatía y eso la ayudó a no tener resentimientos con la persona que la contagió.
“Uno se siente molesto al inicio por la falta de cuidado de la otra persona, sin embargo con el tiempo uno entiende que es algo que la gente no tiene culpa y que él en su momento no esperaba que esa persona de otro país lo contagiara. Yo lo que sentí es que él tuvo imprudencia al haber tenido ese contacto y no haber tomado las previsiones”, manifestó.
Fruto de esta experiencia, dice esta madre, mantiene los hábitos de higiene con la misma rigurosidad que antes, pues no se quiere volver a contagiar ni poner en peligro a su familia.
“Todo el proceso fue de cuidados extremos, donde estaba yo, necesitaba estar limpiando todo. Ahorita igual, si salgo de mi casa... lavado de manos, en lugares donde duro más de 15 minutos uso mascarilla, siempre hay alcohol en mi carro, cada vez que me subo y me bajo lo utilizo.
"En mi casa hay un paño húmedo en la entrada para limpiarse los zapatos, luego pasar al cuarto de pilas para quitarse la ropa que se usa y si es posible bañarse antes de entrar a la habitación. Tengo el cuidado de no tener visitas, aunque yo ya no tenga el virus, estoy cuidando a mi familia para que no les dé. También evito lugares con conglomeraciones”, relató.
Magaly Evans es una de las 1.612 personas contagiadas de covid-19 en Costa Rica desde marzo y una de las 731 recuperadas a este viernes 12 de junio.