Limari Porras Montiel es una mujer de 28 años, pero en noviembre de 2010 era una adolescente de 15 años que estaba a punto de traer al mundo a su primera hija.
Para el parto, acudió al Hospital Max Terán Valls, en Quepos, Puntarenas, pero una cadena de malas decisiones del personal médico provocaron que su hija naciera con parálisis cerebral profunda.
Además de las consecuencias en su salud y la de su hija, Limari y su familia tuvieron que soportar un largo proceso judicial en el Tribunal Contencioso Administrativo para conseguir el pago de una indemnización por parte de la Caja Costarricense de Seguro Social (CCSS).
En 2020, quedó en firme la condena que ordenó a la CCSS pagar ¢50 millones por daños y perjuicios. En el proceso no se valoró la responsabilidad de los médicos involucrados por tratarse de un juicio contencioso administrativo, no penal.
“Uno de ellos sigue trabajando en el hospital, el otro se pensionó”, dice Limari.
La mujer relató a La Nación su historia y la de su hija, Dinnia Raquel, quien murió en 2021. La entrevista forma parte de una investigación periodística que incluyó la revisión de estadísticas de la CCSS y del Poder Judicial, sentencias, recursos de apelación, archivos de procedimientos administrativos, reglamentos y entrevistas a médicos, especialistas y víctimas.
Solo entre 2018 y 2022, la CCSS tuvo que pagar ¢855 millones por casos de mala praxis.
- ¿Cómo fue su parto?
- Yo llegué el 24 de noviembre (de 2010) al hospital como a las siete de la noche, tenía contracciones pequeñitas, me pasaron a revisarme, me dijeron que estaba con tres centímetros (de dilatación) y que me iban a internar.
“Yo le decía a ellos (al personal médico) que en todo el día no había sentido a mi hija, no había sentido que ella se moviera y me dijeron que eso era normal, que podía ser que estaba baja de azúcar. Me internaron en el Servicio de Maternidad, pasé toda la noche allí.
“Como a las tres de la mañana me puse muy mal, me descompuse. Yo estaba con mi mamá, porque en ese entonces era menor de edad, tenía 15 años y ella llamó al obstetra, le dijo que yo estaba muy mal, que me dolía todo. Entonces, me llevaron a monitoreo, tenía contracciones muy fuertes, ahí me dijeron que no podían llevarme a tener el bebé, porque no tenían ayuda de un ginecólogo.
“Me tuve que esperar hasta las seis de la mañana a que hicieran el cambio de turno, a las siete de la mañana me metieron a sala de partos, allí me abrieron membranas, me reventaron fuente y se dieron cuenta que mi hija se había obrado dentro del vientre.
“(...) Me pasaron a parir y como era primeriza no sabía cómo se tenía que pujar. Entonces, el ginecólogo se estresó todo y se me subió en el estómago para sacar a la bebé o algo así, pero como no pudo me metió fórceps y después de eso no sé... Salió mi hija, se la llevaron y no sé qué pasó con ella”.
- ¿Cuánto tiempo pasó entre el parto y el momento que vio a su hija y se enteró de su condición?
- Yo la conocí como al quinto día en el Hospital Nacional de Niños. Mi mamá se había ido con ella, primero para el Hospital de Puntarenas y de allí la trasladaron al Hospital Nacional de Niños.
“Yo me entero (de la discapacidad de mi hija) más de una semana después de estar en el Hospital Nacional de Niños. En realidad, se lo dijeron a mi esposo y a mi mamá y, luego, ellos me lo comunicaron”.
- ¿En medio de todo eso cuál era su condición de salud?
- Estaba bien hasta que me tocó irme para San José, estaba en cuarentena y no tenía reposo. No podía darle pecho a mi bebé, me dio mastitis, fiebre, vómito y terminé en una clínica para que me revisaran. Estuvimos en San José como un mes y una semana.
- ¿En qué momento decide consultar con un abogado para valorar la posibilidad de demandar a la Caja?
- Nosotros no sabíamos que se podía hacer eso (demandar por mala praxis), a los días de lo que pasó con mi hija, a la amiga de una vecina le sucedió algo parecido, pero en ese caso la bebé sí falleció.
“Entonces le llegaron a decir a mi mamá que lo que nos pasó se podía denunciar (...) Cuando pusimos la demanda mi hija no tenía ni un año”.
- ¿Cómo calificaría el proceso judicial?
- Al inicio tuvimos que pagar como ¢500.000 (a un abogado privado) para poner la demanda y fuimos dos veces a San José a audiencias, fue un proceso bastante largo. Cuando pusimos la demanda, en 2011, mi hija no tenía ni un año y todo terminó hasta el 2020.
“Fue tedioso, porque le dicen a uno: ‘que se tiene que resolver; que se tiene que apelar; que tiene que esperar tanto tiempo para esto o lo otro’. Siempre había un pero. Sí fue bastante tedioso y cansado”.
- ¿Cuáles fueron las consecuencias para su hija del uso de fórceps?
- Donde él (médico) metió los fórceps le rompió el ombligo a mi hija estando aún en el vientre. Entonces, eso cortó el suministro de oxígeno (...) Mi hija sufrió una parálisis cerebral profunda, estuvimos más de un mes entre el Hospital de Puntarenas y el Hospital Nacional de Niños. Ella sufría convulsiones y vivía con todas las consecuencias de una parálisis cerebral.
- ¿Cómo valora el trato que le dieron durante el parto?
- Pienso que mi parto fue bastante violento, bastante traumático. El trato, mientras estuve internada, fue como muy pedante. Me decían: ‘Ah, es que como usted es primeriza no se le da tanta pelota’ o ‘son primerizas, son muy lloronas’. En realidad, sí deberían prestar atención.