El 11 de marzo era el día en que, muy probablemente, la vida de María Fernanda Monge Montero, de 20 años, llegaría a su fin.
Una falla hepática fulminante había enviado a la joven al hospital una semana antes de aquella fecha, padeciendo de hinchazón en las piernas, “cansancio constante” y sangrados por boca y nariz, junto con otra lista de males por la inoperancia de su hígado.
El 10 de marzo pasado, luego de siete días internada, llegó el diagnóstico médico casi fatal: de no ocurrir algo extraordinario, María Fernanda tendría, cuando mucho, 24 horas más de vida.
La única manera de que se revirtiera esa situación era que apareciera un donador de hígado, lo cual fue calificado por los médicos más como un asunto de “suerte” que otra cosa.
Finalmente, esa suerte y la vida le sonrieron a la joven horas después de aquel dictamen, cuando en la tragedia de otra persona que estaba con muerte cerebral se conoció no solo la anuencia de la familia de esta última a donar los órganos de su pariente, sino también de la compatibilidad entre María Fernanda y su futuro donador.
Veinticuatro horas después de aquel momento, la estudiante de Educación Preescolar yacía en una cama hospitalaria en medio de una cuidadosa recuperación tras un exitoso trasplante de hígado que tardó más de 10 horas.
Ayer, 50 días después de haber estado cerca de la muerte, la joven vecina de Desamparados, San José, relató su historia.
“Ahora valoro más lo sencillo de la vida y esta oportunidad de seguir con mis proyectos y mis estudios”, expresó la menor de tres hermanos, quien ayer dejó ver la alegría en su rostro en medio de un salón en el sétimo piso del Hospital México, pese a que, por cuidado médico, todavía debe cubrir su boca con una mascarilla, para evitar infecciones.
Su caso es poco visto: tenía el mal de Wilson, una enfermedad del hígado por la que el órgano acumula cobre y eso causa cirrosis.
Reactivación. María Fernanda es la segunda costarricense que recibe un trasplante de hígado en lo que va de este año.
La aparición de donadores ha sido una de las mayores dificultades enfrentadas por el Centro de Trasplante Hepático, explicó ayer la coordinadora de esa dependencia, Mariamalia Matamoros, una de las tres cirujanas que participó en la operación de la joven paciente desamparadeña.
El año pasado se efectuaron únicamente 13 trasplantes en dicho Centro, que, junto con los dos de este año, suman apenas a una quinta parte del total de personas (75 en lista) que requieren un nuevo hígado para su sobrevivencia.
“El caso de María Fernanda Monge fue algo de suerte. Por eso es necesario que la población haga conciencia y exprese su deseo de convertirse en un donador ante cualquier eventualidad”, expresó la cirujana.