Jazmín y Esteban —nombres ficticios— son hermanos, crecieron muy juntos, pues tienen 23 y 24 años, respectivamente. Juntos dieron sus primeros pasos; juntos caminaron a la escuela en un barrio de Tibás e inventaron juegos, y también juntos se hundieron en las drogas.
Iniciaron el consumo en la adolescencia con tabaco, alcohol y marihuana; en pocos años pasaron de un puro al día a diez. Además, pasaron de tomar licor solo los fines de semana a hacerlo de forma diaria. En 2021, en medio de la pandemia de covid-19, le abrieron la puerta al LSD, un ácido que actúa sobre el sistema nervioso central y produce cambios en el estado de ánimo, el comportamiento y genera alucinaciones.
“En 2022, como ya el LSD no nos hacía nada, comenzamos a probar con la cocaína”, relató la joven al ser consultada sobre cómo fue escalando su consumo de drogas. En esa escalera de excesos, admitió, seguía el crack y por eso buscó el internamiento meses atrás.
Jazmín afirmó que su consumo responde a una infancia con poco afecto y escasos controles por parte de sus padres. Según dijo, sufrió maltrato infantil, no terminó la secundaria, fue testigo de cómo su papá agredía a su mamá y nunca ha tenido un empleo formal.
Desde un centro de rehabilitación ubicado en Alajuela, relató que en su barrio se podían conseguir estupefacientes hasta en una pulpería. Confesó que teme salir y reencontrarse con ese tipo de sitios, con el olor a marihuana en alguna acera, con personas que le digan: “tome, pruebe esto” y hasta le da miedo pensar en salir sola de su casa.
Mientras ella trata de dominar su adicción y sus miedos en un sitio especializado para mujeres, su hermano intenta hacer lo mismo en otro lugar que ofrece un programa de rehabilitación de ocho meses. Juntos entraron en las drogas; juntos luchan por salir.
Estos hermanos son parte de las miles de personas que tocan las puertas del Instituto sobre Alcoholismo y Farmacodependencia (IAFA) para tratar de dejar las drogas. En promedio, desde 2016, esa entidad atiende a 22.000 personas cada año.
No obstante, desde 2020, el número de pacientes creció en forma considerable. Ese año, 20.758 personas acudieron a las instalaciones del Instituto en busca de ayuda. La cifra aumentó a 21.278 en el 2021, a 23.765 en el 2022 y 26.704 el año pasado. En ese periodo, el cifra de usuarios aumentó en un 28,6%.
La cantidad de atenciones también se incrementó durante ese lapso de tiempo En 2020, se registraron 73.500 atenciones para una media de 3,5 citas por paciente. Entre tanto, durante el 2023 sebrindaron 107.200 atenciones, para un promedio de 4 consultas por individuo.
La mayoría de los pacientes son hombres, sin embargo en los últimos años ha aumentado el porcentaje de mujeres atendidas. En 2020, el 23,5% de las personas que acudieron al IAFA eran mujeres mientras que en el 2023 este grupo representó el 26,6%.
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Problema en silencio
Uno de los problemas en la atención de adicciones, según el IAFA, es que la persona adicta lucha por ocultar su condición y minimizarla. Además, al mismo tiempo, muchas familias prefieren ignorar la situación por temor a ser juzgados socialmente.
Luis Sandí, psiquiatra del Instituto, señaló que por años se han alimentado mitos sobre que no se puede hacer nada si el adicto no quiere ayuda o que se les debe dejar tocar fondo.
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Consideró que todas esas circunstancias provocan que los enfermos y sus familias no busquen ayuda hasta que el problema está muy avanzado, cuando ya el paciente roba objetos para sostener su consumo, se pone muy agresivo ante la ausencia de las sustancias, perdió el trabajo, lo echaron de la casa o su estado físico está muy deteriorado.
Tanto para casos avanzados como en etapas iniciales, el Instituto ofrece servicio de atención para adultos y menores de edad en sus oficinas centrales, ubicadas en San Pedro de Montes de Oca, y en las sedes regionales.
Los Centros de Atención Integral en Drogas (CAID) cuentan con equipos multidisciplinarios (psiquiatras, psicólogos, trabajadores sociales, consejeros, etc) que se encargan de evaluar cada caso, definir el tratamiento y darle seguimiento.
Con excepción de un plan llamado Casa Jaguar, enfocado en menores de edad, el IAFA no tiene centros de internamiento para adultos, pero sí cuenta con una lista de programas aprobados que ofrecen dicha alternativa terapéutica.
En coincidencia con los datos del Instituto, la psicóloga clínica Saray González Agüero indicó que en la consulta privada también se ha percibido en los últimos años un aumento en el número de pacientes que buscan ayuda para el manejo de sus adicciones.
González detalló que desde 2019 comenzó a recibir más personas que dicen haber caído en el consumo de sustancias psicoactivas como mecanismo de escape, principalmente, ante la presión social y económica que sentían por tener la mejor casa, el mejor carro, los mejores salarios y los mejores viajes.
“Ese tipo de presión es más visible en personas de clase media y clase alta (...). Hay una competencia social, una competencia material y una escalada social en el que necesitan reconocimiento y figurar”, subrayó la especialista, quien laboró en el IAFA y en la Caja Costarricense de Seguro Social (CCSS).
Con base en su experiencia, añadió que la presión económica también juega un papel importante en el caso de personas de escasos recursos a la hora de utilizar drogas, ya que se usan como una alternativa para huir de las carencias y la miseria.
“En las familias de escasos recursos esa presión económica se visibiliza en cosas como que no alcanzó el dinero para la canasta básica, para los uniformes de la escuela o porque el señor de la casa se tomó la plata en guaro”, agregó.
La violencia intrafamiliar, el abuso sexual, el uso nocivo de redes sociales, los conflictos de pareja y los problemas de salud mental son otras causas que, según la especialista, inciden en el consumo.
De acuerdo con datos de la CCSS, entre 2019 y 2023, el número de personas atendidas en servicios de consulta externa en la especialidad de salud mental creció un 62%. En 2019, la CCSS recibió 13.960 pacientes y en 2023, a 22.624.
Este aumento en la cantidad de enfermos que buscan ayuda para tratar sus adicciones está ligado, a criterio de los especialistas consultados, a un mayor uso de sustancias.
Para Luis Sandí, psiquiatra del IAFA y especialista en el tratamiento de adicciones, la pandemia y las dificultades sociales y económicas que enfrentan las familias tienen en la actualidad un fuerte impacto en las personas que acuden por ayuda.
“La pandemia es un factor importante, porque se exacerbaron un montón de patologías mentales que estaban ocultas o en reposo, pero que ante una situación de tanta tensión, como el confinamiento, el temor a la muerte y la ansiedad se dispararon los cuadros de depresión y el consumo de drogas”, aseveró Sandí.
Por otra parte, señaló que en los centros de rehabilitación para menores la norma es encontrar muchachos afectados por el fracaso académico, la deserción escolar, las dificultades familiares, la pobreza y la desigualdad.
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