Jason Rentería acumulaba, el domingo anterior, cinco días varado en Paso Canoas junto a su esposa Dailis Flores y su hija Victoria.
Al igual que otras familias migrantes prefieren dormir en la calle, pues han escuchado que dentro del campo ferial donde se concentra la mayoría de extranjeros se han presentado brotes de enfermedades respiratorias.
Sus días los pasan en una acera frente a la cochera de una de las viviendas cercanas a ese refugio, donde a diario sufren a causa del sol y la lluvia.
“Nos estamos quedando en la calle, allá nos han dicho que hay brotes de tuberculosis y neumonías. Aquí lo más necesario es el tema del transporte porque eso es lo que ha causado un hacinamiento.
“A la mayoría de nosotros nos robaron en la selva y, por eso, no tenemos el dinero para continuar. Esa es la principal preocupación porque aquí no podemos trabajar”, señaló.
Rentería comentó que, en medio de la desesperación por querer continuar, muchos migrantes han sido estafados y engañados por transportistas de la zona que les cobran $5 y los llevan hasta Ciudad Neilly, donde igualmente quedan varados pues esa localidad está solo a 16 km de Paso Canoas y ahí no pueden abordar los buses regulares que se dirigen a la capital.
El colombiano también dijo sentir el desprecio de los vecinos de Paso Canoas, donde cada día se les resulta más difícil subsistir pues se mantienen prácticamente atrapados y expensas de las ayudas que les llegan a ofrecer.
Familia de 10 atravesó Darién en cuatro días
La desesperación por salir rápido de la peligrosa selva del Darién, en la frontera entre Panamá y Colombia, hizo que la familia de Elderson Ruiz y Yureilis Moncayo atravesara ese paso en solo cuatro días, a pesar de que su grupo lo conforman 10 personas, de las cuales la mitad son niños.
El domingo anterior, esta familia apenas comenzaba a ambientarse en el nuevo refugio temporal, al tiempo que descubrían que de ahí no podrían moverse si no era con los $300 que deberían pagar en total por los 10 pasajes de autobús.
Yureilis recordó que en la selva les robaron el dinero y que, además, perdieron gran parte de sus pertenencias en el río, por lo que también se mostró agradecida ya que una de las primeras cosas que recibieron fue precisamente ropa.
“Duramos cuatro días, no teníamos comida, todo se nos mojó porque el agua nos llegó al cuello. Había lugares donde pasamos al lado de precipicios; fue una experiencia horrible, los niños teníamos que encaramarlos y pasamos a pura agua y panela.
“Hay personas que duran hasta seis días, yo creo que a nosotros ver a los niños llorando de hambre nos empujó para salir rápido”, relató la mujer quien dijo sentirse preocupada porque en Paso Canoas no podrían trabajar ni pedir dinero.
Contó que en Panamá no debieron pagar nada por el transporte; solo hicieron labor social por un día recogiendo basura y, al día siguiente, todos tenían asegurado el viaje a la frontera costarricense.