Daniel Salas Peraza desearía tener una bola de cristal para contestar cómo terminará el 2020, marcado por la covid-19.
“Todavía es muy incierto”, afirma. Lo que sí casi da por un hecho es que las muertes por esta causa desplazarán como primera causa a las provocadas por los infartos al acabar el año.
Hasta este martes 3 de noviembre, el Ministerio de Salud registraba 1.419 personas fallecidas por causas relacionadas a la pandemia.
En todo el 2019, solo por infarto agudo al miocardio, fallecieron 1.322 personas, según el reporte preliminar del Instituto Nacional de Estadística y Censos (INEC).
A ocho meses de la declaratoria de emergencia nacional por la pandemia, y con 112.120 casos confirmados, Salas considera que ya el país lleva avanzado el 50% de la pandemia, pero que todavía falta tiempo.
El siguiente, es un resumen de la entrevista telefónica concedida a La Nación este 3 de noviembre, poco después de la conferencia de prensa donde recordó a la población, sobre todo a los más jóvenes, la necesidad de respetar las medidas sanitarias... porque esto todavía no ha acabado.
— ¿Cómo califica el comportamiento de la población a estas alturas de la emergencia nacional por la covid-19?
— Sigue habiendo un porcentaje muy importante de la población, difícil de estimar en un dato cuantitativo, que se sigue cuidando. Son personas que, cuando van a salir, piensan en su mascarilla, en no salir si está con síntomas, en no romper las burbujas sociales. ¡Claro! También hay fatiga mental y física. Esto también lleva retos. Pero existe un porcentaje importante de la población que sigue atento cumpliendo proactivamente los protocolos.
—¿En qué fase estamos, según la información del centro de análisis de datos, tomando en cuenta variables como la tasa R (menos de 1 en las últimas semanas), mortalidad e internamientos?
— Considero que estamos ya avanzados en la primera ola, posiblemente empezando a salir. Entre toda la pandemia, estamos un poco más del 50%. Eso va a depender mucho de la vacuna y de cuán rápido se pueda alcanzar la inmunización de rebaño. Esperamos que la vacunación ocurra en el algún momento del primer semestre del 2021.
“No es factible decir que así sea porque depende de la cantidad de vacunas y del despliegue logístico. Entre más rápido podamos vacunar a los grupos de riesgo, podemos decir que la pandemia puede empezar a pasar más rápido. Posiblemente, ya hemos pasado un poco más del 50% y la vacuna nos va a ayudar a cortar un poco más el tiempo que podría prolongarse”.
— El Gobierno apuesta actualmente a la estrategia de responsabilidad compartida, Costa Rica trabaja y se cuida. En el marco de esa estrategia, ¿cómo deben entender las personas el manejo de las burbujas sociales y la convivencia con los otros?
— El tema de burbujas hay personas que lo entendieron claro. Otras no tanto. Lo que hemos querido transmitir es que el grupo de personas que se relaciona por situaciones usuales de su vida normalmente, ¡esa es su burbuja! Tenemos que tratar de mantenernos y que las interacciones fuera de esa burbuja sean con todos los extremos. Si tengo que ver a alguien ojalá sea en un lugar abierto, sin quitarme la mascarilla ni para comer con esa persona. Que me lave las manos antes. Ese es el reto.
“Muchas personas quieren olvidarse y piensan que con el 31 de diciembre del 2020 es la fecha de caducidad del SARS-CoV-2, y no es así. Muchos quisiéramos olvidar muchos este 2020, y que el virus entienda que viene el 2021 y se acabó la pandemia, pero no es así. De verdad, nos estamos jugando la vida de muchas personas. Muchos grupos, sobre todo de jóvenes, tienden a no comportarse de la manera correcta. Y no es justo que ellos decidan por la vida de los adultos mayores. Tampoco se vale que ellos decidan por la vida de los otros”.
—¿Qué recomienda el ente rector en estos momentos, en donde la prolongación de la emergencia nacional y el confinamiento también implica para muchos un riesgo para la salud mental?
— Lo primero es cuidar mucho la burbuja social. Si ese cuido celoso de la burbuja en algún momento tuviera que violentarse por una situación importante, no porque simplemente me dio la gana, incluso por salud mental, que sigan estos protocolos: que el tiempo de contacto fuera de la burbuja sea el menos posible, en un lugar abierto, con mucha ventilación, y se use la mascarilla. Que si van a comer, que no hablen sin la mascarilla. Pero que esas sean las excepciones. Si empezamos a considerar que la regla es salir de la burbuja social, sí nos podemos ver en problemas. Pero sí podemos hacer esas excepciones solo por situaciones muy importantes, con toda la rigurosidad del caso. No estoy dando una licencia para romper las burbujas a diestra y siniestra.
— ¿Puedo salir a distraerme con mis amigos? ¿Cómo debo hacerlo? ¿A dónde?
— No es tampoco ese concepto de que me voy a hacer la fiesta con mis amigos. Por ejemplo, mi mamá. Ella no es parte de mi burbuja social, pero en medio del duelo por mi padre, no es posible que yo solo la contacte por videollamada. He tenido que verla varias veces. Pero buscamos un lugar ventilado, usamos mascarilla todo el tiempo, si comemos algo, ella se va a un recinto aparte y así podemos llevar ese tipo de interacción. No voy a insinuar el despelote para romper burbujas a diestra y siniestra bajo cualquier excusa, porque ahí sí podemos provocar una segunda ola fuerte que nos vaya a romper la estabilidad que hasta ahora hemos tenido en el sistema de salud.
— ¿Teme que la gente rompa burbujas por fiestas de fines y principios de año?
— La fiesta no es algo que tengamos que estar haciendo. Si queremos hacer una actividad, ojalá que sea con la burbuja. Si por un asunto de salud mental queremos ver a tal persona, que sea ojalá en lugar abierto. Sé que a veces decimos ‘tengo ocho meses de no ver a fulanito’. De repente se vieron, compartieron cinco horas seguidas en un lugar pobremente ventilado, y se les olvida que existe el virus. Ese es el problema. Compartieron cinco horas seguidas, se quitaron las mascarillas. Si empezamos a hacer ese comportamiento de forma sostenida vendrá una ola muy muy fuerte. Y estoy seguro de que cuando veamos montones de fallecimientos y el colapso del sistema de salud, nos vamos a lamentar.
— ¿Puede suceder en Costa Rica lo que estamos viendo en Europa en estos momentos, con confinamientos masivos?
— Confinamientos tan severos como los de Europa ya no son factibles en Costa Rica porque la situación económica ya es decadente y recordemos que la salud no es solo ausencia de enfermedad, es salud mental, empleo y educación. Otros determinantes que pueden provocar secuelas más complejas que el mismo covid. Muchas enfermedades se están disparando por la falta de actividad física. Mucha gente no está teniendo salario para una nutrición adecuada, gente que se está viendo en momentos de crisis de ansiedad (...). Todo esto lleva a desórdenes en otras áreas. En realidad, es bastante complejo. Tenemos que ver al humano en forma integral. Nuestra meta sigue siendo tener la menor mortalidad posible.
“Llevamos 1.419 fallecidos, pero podrían ser 3.000 o 5.000 ¡o más! Esa sigue siendo nuestra meta: que sea la menor cantidad posible. Nadie ha dicho que esto sea pan comido. Todos lo estamos viviendo en carne propia. Reconocer este momento histórico nos lleva a sacar ese patriotismo y deber cívico de proteger a los demás. La gente debe entender: que en esos encadenamientos de contactos hay gente con factores de riesgo que morirá porque rompí la burbuja deliberadamente. Tenemos que tener esos balances y entender que no tenemos licencia para retomar la vida precovid. No. Estamos en el covid y esto amerita comportarnos de forma diferente”.
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— ¿Cómo avanzan los planes nacionales para la vacunación de grupos de riesgo cuando esté disponible alguna de las vacunas, actualmente en desarrollo?
— Eso está avanzado. Sabemos que los grupos más vulnerables serán los primeros. Con exposiciones reiteradas, por ejemplo, el personal de salud o los adultos mayores o quienes tengan dos o más factores de riesgo. La Comisión de Vacunación y Epidemiología lo ha estado trabajando para hacer la priorización de acuerdo a la disponibilidad de la vacuna, y va bastante avanzada. Hemos ingresado a diferentes mecanismos de compra con la OMS, y con farmacéuticas. Hemos ido avanzando. Quisiéramos tener a todos vacunados y con inmunidad de rebaño, pero esto requiere un proceso que no se puede brincar pasos. Avanza de manera firme e intensa. Todos nos hemos puesto la camiseta: Hacienda, la Caja, Ministerio de Salud...
— A estas alturas de la emergencia, ¿se evalúa retomar la búsqueda de contactos y la trazabilidad? ¿Es práctico? ¿Tiene alguna utilidad?
— Eso no se ha dejado de hacer, pero llega una cantidad de rebaso de la capacidad instalad. Es tan grande que recuperar esa trazabilidad en algunas zonas es muy difícil. Se han hecho esfuerzos para recuperarla, como la contratación de personal en las áreas. Pero en el momento de transmisión comunitaria intensa, es algo que no es factible.
— Informe de mortalidad. ¿Estará algún día?
— Sí, pero hay que entender que son ya muchas muertes. La tasa de mortalidad está ubicando al covid con base en el histórico de tres o cuatro años, como la segunda causa de muerte por un solo ente. Analizar cada uno de los 1.419 casos (...), hay unos que sí será más fácil, pero otros no. Ese trabajo sigue adelante, la idea es llegar a un análisis de la mayoría, porque incluso ayuda a entender cómo ajustar la estadística nacional por mortalidad. En lo que llevamos analizado, existe un porcentaje importante que se desacredita como muertes por covid. Pero tenemos que priorizar en las cuarentenas, las pruebas y en el apoyo a las familias en cuarentena.
— ¿Cree que volverán las clases presenciales el próximo año?
— Sí, van a volver, pero eso va a ser gradual. No es que el 100% volverá a clases. Tendremos que ir comprendiendo que será compartido entre presencial y virtual, más virtual al principio. Pero también entendiendo que habrá algunos establecimientos en donde no se podrá retomar las clases presenciales por su infraestructura. Tenemos que ir retomando la mayor normalidad posible y sostener la virtualidad también es un reto importante para todos.
— ¿Qué dicen las proyecciones epidemiológicas sobre el cierre del 2020? ¿O sigue siendo esto una lotería?
— Las proyecciones ayudan, dan una idea de lo que está pasando. Entre más cercanas, son más fidedignas y certeras. Si tiran a enero y diciembre, podrían no cumplirse. En este momento, decir cómo vamos a cerrar 2020 es bastante incierto. Los datos que tenemos ahorita nos dicen que, posiblemente, empezamos a tener un poco de descenso de la primera ola. Es probable una segunda ola.
“Ojalá pudiera yo tener esa bola de cristal. Lo que sí es claro es que el 2020 termine con covid siendo la primera causa de muerte; incluso le ganará a los infartos”.
— En retrospectiva, todos tienen visión 20/20. A la fecha, ¿cuál es su balance sobre el abordaje de esta emergencia por la covid-19?
— Pudimos haber adelantado la elaboración de algunos protocolos, y haber tenido mecanismos de supervisión más fuertes desde un inicio. Me hubiera gustado una cultura más fuerte de lavado de manos. Sistema de información, me hubiera encantado que hubiera interoperabilidad entre los diferentes sistemas de información. Cuando llegó el covid-19 no estaba concretada la interoperabilidad de los sistemas.
"Solo tenemos una vida. Sé que por esa sensación de prontitud queremos vivirla ya, sin medidas sanitarias, pero esto puede significar que la vida quede truncada. Hay muchos que tienen expectativa de vida para mucho más, pero esto puede quedar truncado porque quieren vivir la inmediatez como si no hubiera pandemia. Hay gente que ha infectado a personas muy cercanas, a familiares que han fallecido...
“Nos tocó a esta generación vivir un momento tan desagradable como esta pandemia, pero esto debe evocar que cada interacción y salida de la casa lleva una responsabilidad. El virus no se va en el 2020. Posiblemente, el virus se convertirá en uno endémico, con menos mortalidad y letalidad (...). Pero en este momento sigue siendo un virus que está revolcando sistemas de salud de países muy poderosos”.