Los niños que no han cumplido su primer año de vida fueron las principales víctimas de violencia intrafamiliar en el primer cuatrimestre del 2024. Las víctimas de esta edad fueron tres veces más que las de otras edades.
El Ministerio de Salud detalló este 10 de mayo en su boletín epidemiológico que, de enero a abril del 2024, las agresiones afectaron a 128 personas de cada 100.000 en la población costarricense. Pero si se toma en cuenta únicamente a los menores de un año, hubo 412,1 por cada 100.000 habitantes.
“Se mantiene el aumento en los menores de un año, muy por encima de la tasa nacional. En menores de un año hay aproximadamente 281 casos en este primer cuatrimestre”, señala el documento.
De acuerdo con Salud, también hay un aumento sostenido en los casos contra personas de 10 a 14 años (240 casos por 100.000 menores en este rango etario) y de 15 a 19 (266,5 casos por 100.000). Preocupa que se trata de personas jóvenes, dependientes de sus padres o responsables adultos, y que no tienen mayores herramientas de defensa.
Estos son los casos en los que hay una denuncia o una atención médica de por medio, la cual permitió que quedara en los registros del Ministerio de Salud. Sin embargo, la cifra real puede ser mayor si se considera la cantidad de hechos de violencia que no se notifican.
El Patronato Nacional de la Infancia (PANI) alertó en abril que, en los primeros tres meses del 2024, había atendido a 19.336 niños y adolescentes por diferentes tipos de agresiones.
Negligencia, violencia más común
Según el Boletín de Salud, la negligencia y abandono constituyen el principal tipo de abuso, pero también hay agresiones físicas y psicológicas.
La negligencia, que se caracteriza por descuidos o incumplimientos de los cuidados básicos para el desarrollo del menor, ha sido señalada desde años atrás como la principal forma de agresión. Ya en el 2013, el Hospital Nacional de Niños indicaba que el 70% de los casos de violencia que atendían era por negligencia.
En el caso de los menores de un año, se incurre en negligencia al no darles la alimentación o las medidas de higiene adecuadas o la vigilancia necesaria.
Consecuencias de la violencia
El cerebro es de los principales órganos en recibir las consecuencias de eventos violentos en esa edad. Jack Shonkoff, profesor de Salud Infantil en la Escuela de Salud Pública de la Universidad de Harvard y especialista en Neurodesarrollo, indicó que el cerebro, desde sus primeras etapas de formación, está preparado para responder al estrés, ponerse en estado de alerta y reaccionar.
Cuando un niño pequeño se somete a momentos estresantes (ya sea porque escuchó un ruido muy fuerte, escucha gritos, lleva mucho tiempo sin comer o lo están agrediendo física, sexual o emocionalmente), su cerebro entra en estado de alerta y segrega sustancias como el cortisol que resultan dañinas.
Esta sustancia envía mayores niveles de azúcar a los músculos para que estos respondan ante la alerta (parte del instinto de supervivencia). Si esto sucede de forma esporádica, una vez pasado el episodio de estrés, todo regresa a la normalidad. Si el estrés se vuelve crónico y los niveles de cortisol se disparan constantemente en un cerebro cuyo desarrollo apenas comienza, su evolución puede perturbarse, debilitar otros sistemas del cuerpo y órganos y aumentar el riesgo de deterioro cognitivo, recalcó Shonkoff.