Guillermo Rodríguez Gómez acaba de publicar la segunda edición de su Manual de Investigación Clínica. Son 699 páginas dedicadas a explorar el mundo de los ensayos clínicos controlados a los que se atribuyen gran parte del aumento en la expectativa y la calidad de vida de las personas en el mundo de hoy.
Medicinas y procedimientos diagnósticos y quirúrgicos deben a la investigación clínica su desarrollo en forma de antibióticos, vacunas, terapias como la radiación y cirugías como la de trasplantes. La vacuna contra la covid-19 es uno de los ejemplos más recientes de los beneficios globales de la investigación biomédica.
Rodríguez Gómez es médico con varias especialidades: una es Medicina Interna; además, tiene un posgrado en Medicina Crítica y Terapia Intensiva en el Baylor College of Medicine de Houston, Texas (EE. UU.). Tiene el grado de fellow de la Critical Care Society de Estados Unidos, y del American College of Physicians, solo por mencionar algunos de los logros alcanzados como investigador.
Desde 1991 dirige el Instituto Costarricense de Investigaciones Clínicas (ICID), que él fundó. Desde ahí ha tratado de promover a Costa Rica como un centro de investigación en la región de las Américas, a pesar de la prohibición que dejó al país “en el oscurantismo” científico, en el 2010.
Rodríguez Gómez conversó el 6 de junio con La Nación, pocos días después de ser nombrado Global Fellow en el Desarrollo de Medicamentos (GFMD), por promover el avance y la conciencia de la Medicina Farmacéutica como una disciplina y profesión global.
−¿Qué pasó con la investigación biomédica en Costa Rica?
−Nosotros estábamos a la cabeza de la investigación a nivel latinoamericano. Cuando yo hice el ICIC, en 1991, no había institutos de investigación privados en Latinoamérica. Fuimos los primeros. En 1998 capacitamos en Argentina, Brasil, Chile, México (...). ¡Yo estuve en la India capacitando a investigadores! Junto con Harvard y con MIT montamos el programa de capacitación. Después nos fuimos a China en el 2000 y capacitamos a 400 investigadores. Ahí fue cuando China comenzó a hacer investigación en firme.
−¿Qué fue lo que pasó? ¿Por qué se entró en una era de oscurantismo en investigación?
−Yo lo vi venir pero había fuerzas políticas muy poderosas empeñadas en acabar con la investigación clínica.
–¿Por qué la política se metió en esto?
−¿Será ideológico? ¿Será que visualizan a la industria farmacéutica como el capitalismo al que hay que combatir y no lo ven con objetividad suficiente para sacar lo bueno, lo malo y lo feo de la industria? Hay una enorme lista de aportes que ha hecho la industria farmacéutica y que fueron beneficiosos para el ser humano al punto que no solo mejoró su expectativa sino su calidad de vida.
−Parece que el país vuelve a ver la importancia de esto. Hay interés en crear aquí un hub de ciencias de la vida.
−El fallo de la Sala IV del 27 de enero del 2010 tuvo dos cosas muy serias. Una de ellas, el haber afirmado que no existía una ley para la investigación, lo cual no era cierto porque sí estaba la Ley General de Salud con múltiples artículos que regulaban la investigación. Si se quería hacer una ley específica, estaba bien que se hiciera. El problema fue que se dijo que había que suspender la investigación.
”No había habido ningún evento que justificara suspenderla pero lo hicieron, y nos convertimos en el único país en el mundo en donde se prohibió investigar por 1.574 días. Fue el oscurantismo medieval llevado a su máximo extremo en nuestro país. Esto creó inseguridad jurídica. Todos los estudios de ese momento sufrieron las consecuencias de esa prohibición y se creó en la industria farmacéutica la sensación de que aquí es peligroso investigar”.
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−Seguridad jurídica es lo que está pidiendo hoy, entre otros, la industria farmacéutica.
−Sí. El haber hecho una ley de investigación vino a reivindicar al país en ese sentido, pues ahora hay un marco legal sólido. Pero no es tan fácil borrar lo que pasó, la percepción quedó y la industria farmacéutica todavía no confía.
−Tomará años recuperar la confianza, asegura la encargada de investigación para la región de Pfizer.
−Sí, tomará años. La ley en sí tuvo algunos problemas producto de las discusiones políticas en la Asamblea Legislativa para lograr su aprobación. Salió una ley con una actitud de desconfianza. La ley y el reglamento son tan obstructivos que crean la sensación de que lo que hay que hacer es buscar cómo limitar la investigación no cómo promoverla.
−¿La ven como un enemigo, no como un aliado?
−Hay que cuidarse del enemigo, esa es la sensación. No se ponen a pensar que gracias a la investigación tenemos hoy en día una serie de medidas terapéuticas que nos permite beneficiar a millones de gentes.
Otros escenarios
−La pandemia, de una u otra forma, posicionó la relevancia de la investigación clínica. ¿Está aprovechando Costa Rica lo que se generó con la covid-19 en este tema?
−Sí. La ley, en realidad, está bien. El máximo mérito que tuvo la ley de investigación fue que descentralizó el proceso de aprobación de las investigaciones. Antes de la ley, había una aprobación escalonada: el comité ético de tal hospital tenía que aprobar el estudio, de ahí pasaba al comité de la Caja Costarricense de Seguro Social y al Ministerio de Salud. En esto se llevaba año o año y medio. Cuando quedaba aprobado, ya el estudio había terminado en otros países y el nuestro había quedado fuera.
”La ley estableció que para aprobar un estudio de investigación basta la aprobación de un comité acreditado ante el Ministerio de Salud. Esto redujo el tiempo significativamente, pero en la Caja no, porque tiene que estar aprobado por el comité y luego ir al Cendeisss (Centro de Desarrollo Estratégico e Información en Salud y Seguridad Social). Además, cada vez somos muy reglamentistas, creemos que poner muchas reglas nos da mucha protección y sucede al revés: más bien se entorpece el proceso”.
−¿Cómo ve el ambiente desde el punto de vista de las actuales autoridades de Salud, para recuperar los años perdidos?
−No he sentido, en este momento, la persecución que sentí en otras épocas. La persecución contra la investigación. No la he percibido, como la que hubo en los últimos diez años. ¿Será producto de que ya existe una ley y los detractores no tienen esa excusa? ¡No sé! Pero no he sentido esa persecución.
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−¿Cuál es el escenario que ve? ¿Es uno de oportunidades?
−Todavía no hemos podido borrar la mancha que hicieron a nivel internacional. Yo no he logrado, por lo menos, que los entes internacionales que se dedican a la investigación recuperen la confianza en el país, lamentablemente.
−¿Qué hace falta para que ellos confíen?
−Creo que se necesitaría una manifestación clara de apoyo del Gobierno.
−¿Es la investigación clínica una nueva oportunidad perdida para Costa Rica?
−Sí, una oportunidad perdida. El 6 de junio de 1995 fue cuando empezó la batalla contra el ICIC, cuando la CCSS nos prohibió hacer investigación. Teníamos un convenio con la Caja, ratificado por la junta directiva, por el departamento legal y la Contraloría para hacer investigación en la Caja, y ahí empezó la batalla que se prolongó por ocho años hasta que gané en los tribunales.
”Son temas que se politizan y cuando se politizan se alejan de su realidad conceptual y científica, y ya no es un tema científico o ético. No, no. Es un tema político. Es un asunto ideológico, sí, y eso ha hecho que la investigación haya tenido que vencer múltiples obstáculos”.
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−¿Y qué países a los cuales antes Costa Rica entrenaba, ahora la rebasan¨?
−Nos dejaron perdidos Argentina, Chile, Brasil, Colombia, Perú, México... México nos dejó botados hace años y nosotros teníamos un lugar preponderante en los años 90. La recuperación de la confianza es el tema, y es un asunto de percepción después de la prohibición de la Sala IV, eso es lo que estamos tratando de cambiar, pero no es fácil. Tomará muchos años.