Gilda Aburto Arrieta acostumbra acompañar a un pariente suyo, adulto mayor, a la Clínica de Tibás, en donde son visitantes asiduos pues el señor, de 88 años, tiene algunos padecimientos crónicos. Ya ahí le han sucedido algunas cosas, pero lo que les pasó la última semana de octubre, dicen, superó experiencias anteriores.
La dificultad que tuvieron los mismos farmacéuticos de esa clínica para entender la letra del médico en la receta verde (para medicamentos psicotrópicos), que todavía se tramita en papel, causó un retraso en la entrega del fármaco pero, sobre todo, mucha preocupación en estos asegurados.
Según comentó Aburto en sus redes sociales, “lejos de ser un chiste, me parece peligroso que luego vayan a prescribir algo que no era lo que el médico decía, ni lo que el paciente necesitaba. ¡Increíble! No puede ser que un médico escriba tan requetemal”.
En la farmacia de esa clínica, administrada por Coopesaín, reconocieron a Aburto que no podían entender ni el nombre del médico que emitió la receta, ni el del paciente, o datos como el número de identificación del asegurado; menos, el nombre del medicamento y la dosificación. La letra del médico lo dificultaba.
La receta verde todavía se entrega en papel en los establecimientos de la Caja Costarricense de Seguro Social (CCSS) pues aún no se ha creado un sistema digital, como sucede con los demás medicamentos a través del Expediente Digital Único en Salud (EDUS), explicó el director médico de Coopesaín, Eddy Salas, ante consulta de La Nación.
Su emisión es obligatoria para los controles establecidos por el Ministerio de Salud para los productos que clasifican como psicotrópicos. Por ejemplo, clonazepam o diazepam.
Gilda Aburto comentó el caso en su perfil de Facebook. La Nación luego la contactó telefónicamente para que diera más detalles. Esta vecina de Llorente de Tibás cuenta que ella procedió según lo usual: “Llevé la colilla a la farmacia para pasar por el medicamento al día siguiente junto a otros que le envió el doctor.
“Al otro día, al llegar a la farmacia, solo me dieron los otros medicamentos pero no el de la receta verde. Fue cuando pregunté. El muchacho de farmacia fue a la computadora, iba de aquí para allá, preguntaba, y yo en la ventanilla. Cuando pasó frente a mí le consulté si habían perdido la receta. Solo me dijo que me sentara”.
Y sentarse para Gilda Aburto fue ver pasar, una tras otra, a varias personas que hacían fila por sus medicamentos, mientras el tiempo transcurría, hasta quedar ella sola en las sillas de espera en la farmacia.
Finalmente, le trajeron la medicina y cuando ella preguntó qué había pasado, le contaron la dificultad que habían enfrentado para entender la letra del médico en la receta. Esa tarde, Aburto fue la última en salir de la clínica.
Servicios de salud ‘reincidentes’
Esta no es la primera vez que Aburto vive alguna experiencia en los servicios de salud. En esa clínica, hará dos meses según dijo, le dieron a su pariente un medicamento con el doble de la dosificación recomendada por el médico. Ella se dio cuenta porque se fijó en el producto antes de dárselo a tomar pues la etiqueta decía otra cosa.
“Las pastillas duplicaban la dosis mientras la bolsita decía la mitad, pues era un medicamento de uso profiláctico para prevenir infecciones urinarias. Me di cuenta porque me fijé, pero no me avisaron.
“Presenté la queja a la Contraloría de Coopesaín y no ha pasado nada. La explicación que me dieron en la farmacia cuando reclamé es que se les acabaron las pastillas de baja dosis y por eso nos dieron el doble. Eso no puede ser”, manifestó Aburto más que molesta, preocupada.
El director médico de Coopesaín, Eddy Salas, reconoce que las dificultades con la letra de los médicos es “un caso añejo”, y que no es exclusivo de ese centro de salud.
“En el caso de esta señora, lleva la receta de psicotrópicos a la farmacia, donde no se guían solo por lo que dice la receta. Toman lo que dicen, revisan el sistema, porque ahí debe quedar indicado lo que prescribe el médico. Con eso hacen una etiqueta que es la que se pega en el paquete del medicamento”, explicó Salas, y agregó que esto es también parte de un protocolo de seguridad.
Sobre el cambio en la dosificación de medicinas del cual se queja Aburto, Salas siempre recomienda a los pacientes que, en caso de duda, consulten a la dirección médica o de farmacia.
Explicó que en algunos medicamentos, como la Nitrofurantoina –que también se envía con fines profilácticos–, la CCSS cambió las presentaciones. Hace unos meses, confirmó Salas, había pastillas de 25, 50 y 100 miligramos. Ahora solo de 100.
“Cuando se da tratamiento profiláctico para infección urinaria, la dosis (en este caso, de Nitrofurantoina) puede oscilar entre 50 y 100 mg, una vez al día. La Nitrofurantoina se usa tanto para prevención como para tratamiento de infecciones agudas, en un rango entre 100 y 400 mg por día”, explicó el médico.