La pandemia no ha acabado. Quizá eso sea lo más importante que usted deba tener presente al inicio del segundo año pandémico.
Aunque baje el número de casos, caiga la cifra de muertes y se desocupen las camas hospitalarias de enfermos de covid-19, esto continúa.
Sin embargo, a diferencia de hace un año atrás, el camino hoy aparece mucho más despejado y, según afirma el ministro de Salud, Daniel Salas Peraza, con más esperanza de tiempos mejores.
Lo más importante de todo: hay vacuna. Costa Rica ya ha aplicado 193.273 dosis contra la covid-19 a los primeros dos grupos de riesgo, desde diciembre.
Esta megacampaña de vacunación –la más grande en la historia y que le costará al país $77,4 millones para la compra de 7,4 millones de dosis–, será la llave no solo para desahogar los servicios de salud de la Caja Costarricense de Seguro Social (CCSS).
También le quitará presión al país completo. Ya no habrá excusas para retrasar la respuesta a numerosos y complejos problemas socioeconómicos, con años en lista de espera para una solución definitiva, afirman analistas.
Acelerar el paso de la vacunación se convierte en una de las tres tareas más urgentes a completar en los meses próximos.
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Son 3,7 millones de personas a vacunar y de ello depende el éxito de una segunda gran misión-país: la reactivación económica. La relación entre una cosa y otra es directa.
De esto también depende el tercer gran desafío en la lista de deberes: recuperar el rezago histórico de un año prácticamente perdido para 1,2 millones de estudiantes en todo el país.
“Estamos superclaros de que en medio de esa pandemia se detectan una serie de falencias, pero también oportunidades de mejora. Por supuesto que en este momento el país vive una situación delicada en la parte económica.
“Hemos estado haciendo análisis para aprovechar las oportunidades para hacer que Costa Rica avance más. Cada rector en su sector está viendo qué refuerza y qué hace”, asegura Daniel Salas.
El presidente Carlos Alvarado Quesada, no duda en prometer que el 2021 será un año mejor.
“Se lo diría con certeza porque estamos trabajando en eso. No es que vamos a resolver singularmente los problemas de todos los hogares. Pero sí le puedo decir, viéndolo a los ojos, que vamos a estar mejor. Estamos trabajando para que así sea.
Esa fue la respuesta del presidente cuando se le preguntó qué le diría al señor que pasa, de puerta en puerta, sobreviviendo diariamente a punta de vender cualquier cosa, porque no tiene trabajo formal, ni casa propia, ni estudios.
Se le preguntó lo mismo al ministro de Salud, líder del equipo responsable de gestionar la atención de los efectos inmediatos de esta pandemia.
“Le diría que seguimos trabajando fuerte para que se generen oportunidades de reactivación económica. Pero que los avances pasan por seguir cuidando de todos. El espíritu, al final, es salir adelante.
“El ser humano siempre tiene que tener esa fuerza interna: lo hago por mi familia, por mi mismo, por mi país. Le diría que no desmaye, que las oportunidades se van a generar”, prometió Salas.
El ministro también ha sufrido los efectos más dolorosos de esta crisis. Su papá está entre las 2.833 víctimas mortales del coronavirus registradas hasta este 5 de marzo.
Covid-19, la gran cachetada
La covid-19 apareció no solo para poner a correr al sistema de salud, que un día sí y otro también, revelaba las crecientes cifras de enfermos, casos confirmados y muertes.
El nuevo coronavirus también desnudó desigualdades existentes y problemas no resueltos. No causó nada nuevo. Solo fue el acelerante para que la crisis explotara.
Para el director del Programa Estado de la Nación, Jorge Vargas Cullell, la pandemia ha sido “una cachetada” para el país, y para quienes tienen la responsabilidad de gobernarlo.
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“La pandemia no inventó nuestros problemas. Fue un catalizador. (...) cogió a Costa Rica en un momento sumamente delicado: nos agarró después de una década de crecimiento económico decreciente, y en una economía que no estaba generando empleo. Teníamos las tasas de desempleo históricamente más altas antes de que la pandemia nos afectara”, dijo.
Tres mapas
FUENTE: CCSS, INEC Y CENTRO DE GESTIÓN DOCUMENTAL DE LA NACIÓN || LN
Datos dados a conocer este jueves por el Instituto Nacional de Estadística y Censos (INEC) señalan que en Costa Rica hay 468.000 personas sin empleo, una tasa del 19,1%, según medición de noviembre a enero.
Esta es más baja que la histórica 24,4% de entre mayo y julio de 2020, pero muy superior al 12,3% correspondiente al trimestre que va de noviembre de 2019 a enero del año pasado.
La última Encuesta Nacional de Hogares, de octubre último, reveló que la pobreza afectaba al 26,2% de la población, la cifra más alta en 28 años. Son 419.783 hogares que no pueden llenar sus necesidades básicas.
“La gran tarea que se tiene que resolver es que al próximo gobierno la crisis no se le extienda. Hay poco tiempo para saber si armaron la ruta para resolver la crisis de solvencia del Estado. Lo que sí sé es que si no lo hacemos las consecuencias serán muy serias”, advirtió el analista.
A la lista de deberes, Cullell suma el estado tan debilitado de la educación, que recibió un golpe casi mortal con la pandemia.
Entre las desigualdades que develó el primer año pandémico está la desescolarización de cientos de miles de estudiantes, sin acceso a computadoras y a Internet. El Ministerio de Educación Pública (MEP) calcula en unos 18.000 los que no aparecieron para iniciar el curso lectivo 2021.
“Hemos tenido un año terrible para el sector educativo. El golpe ha sido muy diferenciado. No solo entre sector privado y público, sino dentro del sistema público de educación, entre centros que tuvieron capacidad de reacción y otros que no”, afirma Vargas Cullell.
Gabriela Murillo Sancho, directora Escuela de Salud Pública de la Universidad de Costa Rica (UCR), dice que no hay ninguna “bolita de cristal” para adivinar qué va a suceder ni a nivel personal, institucional ni como país.
“La pandemia no es algo que desapareció. No podemos quedarnos en el pasado, pero tampoco podemos negar la historia. Si teníamos problemas de empleo, se profundizaron. La vacuna lo que va a permitir es volver a los empleos o generar nuevos.
“Nos permite movilizarnos más, igual va a mejorar la calidad de vida, pero no es por la vacuna que se van mejorar otras condiciones. Se requiere un esfuerzo país importante. La salud es una construcción social, y va mucho más allá de la vacunación”, advirtió Murillo.
La salubrista comparó esta crisis con una gran ola, que siempre golpea y causa cambios.
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“No podemos negar que en el 2020 algo pasó. Una de las situaciones más importantes que se van a ir viendo, además del empleo, es la carga de salud. ¿Cuál es el impacto en el sistema de salud a raíz del aumento de la informalidad? ¿Qué pasa con el régimen de pensiones, y la atención a corto y largo plazo que tiene a su haber la CCSS?
“No se trata de tener una visión fatalista, pero sí realista. Creo que hace falta una visión país, donde estén involucrados todos los sectores. Aquí estamos hablando del Estado social de derecho, que tiene que ver con la calidad de vida de la población porque todo este asunto no se reduce a la atención de la salud”, agregó.
El director del Observatorio del Desarrollo de la Universidad de Costa Rica (UCR), Carlos Murillo Zamora, advierte que con la covid-19 al país le llegó la hora de formular políticas públicas más eficientes, eficaces y efectivas.
“No se puede formular una política en materia de salud para atender los problemas de la región Chorotega, pensando en la Gran Área Metropolitana (GAM), porque las realidades son muy diferentes.
“Las políticas públicas son integrales. Una política en salud no puede estar desconectada de las políticas educativas, de producción, industrialización porque la sociedad es una”, advirtió Murillo.
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Para él, Costa Rica ya superó “la fase de prueba y error” y el mundo demostró que hay capacidad para generar, en corto tiempo, mecanismos de protección que antes tardaban décadas. “Por ejemplo, la vacuna”, destacó.
Lo peor que podría pasar es que nuestros políticos no se pongan de acuerdo y que en pleno año preelectoral se pierda el tiempo en desgastantes discusiones sin sentido.
¿El resultado de un escenario con esas características? Otra administración de cuatro años que se consuma en apagar un incendio y el país continúe detenido, advirtió Vargas Cullell.
“En ese caso, habríamos tenido la pandemia más toda la primera mitad de la siguiente década en modo emergencia. Y creo que esto es de interés nacional evitarlo. Para mí ese es el parámetro no negociable”, agregó el analista.
La advertencia de los analistas está hecha.
Parafraseando al pensador israelí, Yuval Noah Harari, entonces, “si la pandemia sigue paralizando economías y matando humanos, será un fracaso humano, y más precisamente, un fracaso político”.