El ministro de Salud, Daniel Salas Peraza, destaca la respuesta de la población al llamado a vacunarse contra la covid-19 desde el primer momento, en diciembre del 2020, cuando el escenario se caracterizaba por la incertidumbre en todo, incluso con las vacunas.
Admite las dificultades para garantizar la provisión de dosis al depender únicamente de lo disponible en esos momentos, en manos de farmacéuticas. Esto, dijo, es una de las principales enseñanzas de la pandemia.
“La lección que nos queda es ver qué posibilidades tenemos no solo en vacunas sino en insumos generales para afrontar pandemias como bloque; por ejemplo, centroamericano, y no estar dependiendo de países más desarrollados, que tienen los laboratorios”
Salas aclara que todavía es temprano para definir cómo quedará el esquema. El país registra, a nivel nacional, coberturas importantes, aunque con rezagos que no deben quedar de lado, como el que representan los 250.004 mayores de 12 años, quienes por algún motivo, no se han puesto una sola dosis. Este es un resumen de la entrevista.
– ¿Cuál es su balance del segundo año pandémico?
– Fue el año de la vacunación. Empezamos a ver la llegada (de dosis) de forma más regular e importante. Sabíamos que esto iba a colaborar importantemente a cambiar los escenarios de riesgo. No sabíamos, por supuesto, que iba a salir una variante como ómicron, pero sí que iríamos avanzando.
“Empezamos a ver qué podíamos hacer para administrar mejor la cantidad de vacunas. Vimos qué se había hecho en otros países, con resultados en respuesta inmunológica. Costa Rica respondió satisfactoriamente. En junio y todavía agosto la cantidad de vacunados con dos dosis no era suficiente para tener un escenario sustancialmente diferente, aunque ya empezábamos a ver ciertos patrones, sobre todo en personas que enfermaban gravemente, que eran sobre todo no vacunadas. A inicios del 2022, vemos que la gran mayoría, se ha vacunado. Está también el tema de las dosis pediátricas y la tercera dosis. Esto es parte de avanzar en un territorio incierto, como una pandemia de un virus nuevo”.
– La vacunación desnudó brechas en el primer nivel de atención, la presencia de grupos antivacunas, y la polémica con los contratos y la obligatoriedad de su confidencialidad. ¿Cuáles otros puntos álgidos identifica?
– Lo que más limitó al principio no eran tanto las capacidades del personal o la cantidad de puestos, sino la cantidad de vacunas. Viéndolo desde el lado positivo, esta vacunación ha sido diferente a todas las demás, con un contrato de confidencialidad de Pfizer y AstraZeneca con todos los gobiernos. No hubiéramos podido decir que no queríamos la cláusula de confidencialidad. Nos hubiéramos quedado fuera de las vacunas que tuvimos.
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“Trato de ver el vaso casi lleno. Pudimos avanzar a una buena velocidad y la población respondió. La gente ha entendido la importancia de la vacunación para salir de este bache tan doloroso. Costa Rica se posiciona entre los mejores perfiles de vacunación en Latinoamérica”.
– ¿Cuál es la estructura que dejan de cara al cambio de administración en un año pandémico?
– Costa Rica se ha caracterizado por ser fuerte en su capacidad y ambición de tener un programa de vacunación fortalecido. Esto se ha creado con el tiempo y con un equipo técnico que continúa. Son ellos quienes hacen que las cosas ocurran: el sistema de distribución, el manejo logístico. El trabajo conjunto con la Comisión de Vacunas (que, en esencia, queda con las mismas personas), los grupos técnicos y de análisis estratégico permanecen. Es una fortaleza del país: no hay un cambio radical de los equipos cuando cambia gobierno.
– ¿Qué se ha discutido en la Comisión de Vacunación sobre lo que será el esquema anticovid?
– Es muy temprano para decir si será una dosis anual o cada dos años. Todavía no hay información contundente. Tenemos que esperar más tiempo para ver el comportamiento. Hay que estar pendiente de la evolución de las vacunas. Posiblemente, las personas de mayor riesgo necesitarán más dosis, pero todavía no es el momento, el panorama no está suficientemente claro.
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– La consulta es porque el esfuerzo ha sido histórico: $102 millones, más de 9 millones de dosis. ¿Cuán sostenible es todo esto en el tiempo?
– El sistema de salud ha estado muy golpeado, ha sido un estrés de mucho tiempo. Hablemos más de qué tanto va a requerir el SARS-CoV-2 que sigamos con una intensificación de vacunas que, por lo que se vislumbra, no vamos a tener que estar aplicando cada cuatro meses. Insisto: no tenemos todavía toda la evidencia. Posiblemente sea más espaciado. Incluso, es posible que no será necesario vacunar a toda la población, si no un esquema parecido al de influenza, donde se vacuna a las personas de más alto riesgo. No es el momento para decir cuál va a ser ese esquema ajustado para el SARS-CoV-2.
– ¿Basados en qué cambian el distanciamiento entre dosis? Llegaron muchas vacunas y surgieron rumores sobre la cercanía de su vencimiento.
– Jamás se han puesto vacunas vencidas. ¡Jamás! El sistema de salud no lo haría jamás intencionalmente, para eso hay controles. Uno siempre se basa en información científica. También es claro que la disponibilidad de vacuna juega mucho a favor de manejar diferentes distanciamientos en los esquemas.
“Los plazos son parte de vivir en una pandemia, de vivir en diferentes momentos de disponibilidad de vacuna. Mentira que hemos sido un país desarrollado como para tener vacuna siempre para tirar para arriba y cumplir religiosamente con los esquemas. En un principio tratamos de hacerlo, pero nos dimos cuenta de estudios que soportaban una ampliación en los esquemas, o en algún momento lo hemos acortado”.
– ¿Al acortar el plazo a cuatro meses se lograron aprovechar para que no llegaran a esa fecha de caducidad?
– El riesgo de caducidad ha ocurrido en todo momento, no solo ahorita. Eso lo hemos tenido en varios momentos durante la pandemia. El año pasado, sabíamos que había un margen de dos o tres meses dentro de la vida útil. Es parte de la dinámica de un país que no es productor de vacuna y no podemos colocar todas las dosis en el momento en que uno quisiera.
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– Muchas vacunas están en desarrollo. ¿Existe la posibilidad de que se metan en la cartera si dan resultados?
– Los contratos ofertan un tipo de vacuna por un año. Pfizer ha sido flexible para ver lo que ocurre con la posibilidad de que aparezcan nuevas formas de vacunar, o variantes. Siempre hay posibilidades de que se incorporen nuevas herramientas en las estrategias de vacunación.
– En marzo de 2020, el país planteó una iniciativa para hacer más accesibles licencias de medicamentos, pruebas y vacunas. ¿En qué paró?
– No hay ningún reglamento internacional que obligue a las compañías a liberar patentes en caso de una situación extrema como una pandemia. Hay esfuerzos en Brasil y Argentina, y que la OPS/OMS han trabajado en tener una plataforma regional de provisión de vacunas. Esto facilitaría el acceso a tecnologías para futuras pandemias.
“La lección que nos queda es ver qué posibilidades tenemos no solo en vacunas sino en insumos para afrontar pandemias como bloque, por ejemplo, centroamericano, y no depender de los países más desarrollados, que tienen los laboratorios”.
– ¿Y se ha desarrollado músculo regional? ¿O seguiremos dependiendo de las grandes farmacéuticas?
– Hemos aprendido la lección. Pero decir que todos los países van a producir independientemente vacunas o medicamentos, tampoco es lo más adecuado. Lo más importante es esa organización como bloque. La OPS hizo una resolución para que los centros regionales de provisión de vacunas de ARN mensajero fueran Argentina y Brasil. Pero no serán los únicos. Es un asunto de transferencia de tecnología, Costa Rica podría hacerlo en algún momento.
– ¿Cuáles son los retos para el tercer año?
– Continuar con la vacunación. También valorar en qué momento deja de ser una pandemia y una emergencia. Lo que me preocuparía es tener que tomar nuevamente decisiones fuertes en términos de restricción porque sabemos que la población tiene un umbral menor. Me preocupa que surja una variante nueva de preocupación que eluda los mecanismos de protección contra la enfermedad grave y esto amerite tomar medidas como país.
“Si el comportamiento de la pandemia se mantiene, lo que sigue es continuar vacunando. El uso de la mascarilla de forma preventiva en lugares cerrados va a quedar como una recomendación. Son parte de los desafíos que tienen que quedar para momentos como los picos fuertes de influenza.
“El país se fortaleció en trabajo interinstitucional e intersectorial, y con los gobiernos locales. El desafío es seguir fortaleciendo los planes de amenaza multirriesgo, los de contigencia y los locales de trabajo. Esperemos que los escenarios se comporten hacia la esperada transición a una endemia y dejar el estatus de pandemia. Pero tenemos que ver el comportamiento global, que no es el comportamiento del virus en costa Rica”.