Manualidades, cocina, siembra de plantas... estas fueron algunas de las habilidades que un grupo de adultos mayores rescataron para ponerse un negocito que complementara su pensión o bien les ayudara a superar el estrés, la soledad o simplemente a mantenerse activos, ocupados y socializar.
Don José Quirós Ramírez, vecino de Coronado, tenía un servicio de comidas cuyo negocio se cayó con la pandemia. Sin embargo, motivado por sus propios vecinos tomó la determinación de poner una venta de 10 tipos de ceviche que distribuye cada 15 días entre sus clientes. Este hombre de 66 años, prepara 50 kilos que reparte entre su lista de WhatsApps, que cada vez se ensancha más. “No estamos enfermos como dice la Organización Mundial de la Salud (OMS) estamos sanos y activos”: agrega don José.
Mientras tanto, don Carlos Elizondo Cascante se quedó sin trabajo hace seis años y con las prestaciones tomó la decisión de comprar dos máquinas de coser e instalar, a la par de doña Marielos Fallas, su esposa, un taller de pijamas y ropa para niños que vende en el Mercado de las Pulgas de la Municipalidad de San José y en su casa de habitación.
Con este tallercito y con la rutina diaria de trabajo y ejercicio esta pareja disfruta el día. “Tenemos que escondernos de la pelona”, aseguró.
Ellos han explotado sus cualidades culinarias, artísticas, manuales y agropecuarias...y ahora bendicen a sus clientes con una diversidad de productos de muy alta calidad que ofrecen mediante diversas estrategias: entrega a domicilio, ventas en su propia casa de habitación, en carreteras principales, en ferias y hasta por encargos especiales.
Redes sociales, grupos de WhatsApps, diferentes firmas de entrega a domicilio, Correos de Costa Rica y hasta Sinpe se han convertido en verdaderos aliados de este grupo de adultos mayores que ha sabido vencer las vicisitudes interpuestas en el camino.
Estas personas fueron golpeadas por la pandemia; sin embargo, se reinventaron y repensaron su línea de trabajo. Sus emprendimientos fueron compilados por el Hospital Nacional de Geriatría y Gerontología (HNGG), que divulgará sus historias en las redes sociales de ese centro médico y La Nación recogió las vivencias de 10 de ellos.
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Doña María Eugenia Páez Mora, no se queda atrás. Después de pensionada y con el afán de mantenerse ocupada y socializar ingresó a los cursos del Instituto Nacional de Aprendizaje (INA), del Tecnológico de Costa Rica y de la Universidad de Costa Rica, donde aprendió diversas técnicas para trabajar en vidrio, repujado de metal, bordado y ahora se dedica a la joyería y a la bisutería fina con piedras semipreciosas. Ella las vende en diversas ferias y pertenece a un grupo de artesanos del cantón de Desamparados.
La historia de Doña Evel Quesada Muñoz de 71 años también es impresionante. A punta de pan logró sacar a sus tres hijos adelante, luego de que ellos se hicieron adultos empezó a disfrutar de paseos y caminatas, sin embargo, la pandemia le cortó esa alas y doña Evel utilizó ese tiempo para tallar una puerta histórica y otros productos de madera.
Adicionalmente, sigue haciendo el pan y además mermeladas de diferentes sabores y encurtidos que vende por encargo, pues su marca la difunde por redes sociales bajo el sello “Bellita”. “Debemos evitar que el viejillo nos alcance”, aconseja doña Evel.
Doña Luz María Fallas Pereira es vecina del cantón de La Unión. Se dedicaba al cuido de adultos mayores y desde hace seis meses replanteó su actividad para ocuparse de “La sabrosita”, un negocio de preparación de todo tipo de comidas, cuyos clientes las vienen a recoger a su casa porque no posee sistema de distribución. Prepara cazuelas de diversos sabores, gallos típicos, arroz con leche, desayunos, almuerzos y cualquier alimento que sus clientes le soliciten.
A Margarita Barahona su vida le cambió luego de que su madre de 90 años sufrió una caída que le incrementó su fragilidad por lo que tuvo que ocuparse de su cuido.
La situación de su madre la llenaba de tensión y fue cuando se dio cuenta que tenía que hacer algo para liberarse del estrés. Allí surgió la idea de confeccionar pañoletas de seda que las vende por redes sociales, las cuales son personalizadas pues confiesa que no hay una pañoleta igual y eso la diferencia de cualquier otro producto que se expenda en el mercado.
También está el caso de doña Annie Jiménez Soto, quien laboraba en Bienes Raíces, pero una vez que se pensionó logró establecer un emprendimiento con manualidades: hace almohadones, manteles, borda paños y todo tipo de adorno hogareño.
“Debemos mantenernos ocupados. No podemos sentarnos a esperar que la vida pase”: advierte doña Annie.
Róger Abarca, de 79 años, para complementar su pensión del Régimen No Contributivo (RNC), estableció una mueblería detrás de su casa en La Esperanza de Acosta y allí, a la par de su hijo, fabrica muebles rústicos como bancos, juegos de comedor y hasta instrumentos musicales como guitarras, mandolinas y en este momento tiene en producción una marimba.
Estos muebles los hace por encargo; no obstante, cuando la venta está muy mala, sale a la carretera principal de Acosta a ofrecer sus productos.
Doña Carmen Bolaños Sanabria considera que la clave para que una persona adulta mayor esté bien es mantenerse ocupada, ser muy activa y no quedarse sentada frente al televisor viendo pasar la vida. Esta vecina de Grecia era la costurera del barrio, pero con el surgimiento de las ventas de ropa americana, este negocio se desvaneció por lo que se decantó por un emprendimiento en el que ahora sorprende a los clientes con la confección de vestiditos para niña, adornos de cocina, manteles y sábanas.
Georgina Vargas León tiene un negocio muy particular: cultiva suculentas que las vende en el corredor de su casa de habitación en Pavas y precisamente lo hace para pasar el rato porque confiesa que no quiere que se les pasen los días viendo televisión. “Los adultos mayores debemos estar activos y buscar cómo entretenernos”, afirma.
Todas estas personas tienen como denominador común: se levantan temprano, no les gusta ver mucho la televisión, realizan alguna actividad física como nadar, bailar, caminar y como el caso de don Róger Abarca, todavía se trepa a los árboles y a los techos.
Coinciden que la clave para salir adelante es mantenerse ocupadas, activas con una buena actitud y viviendo y disfrutando el día sin pensar en el mañana. Para la Milena Bolaño Sánchez, directora del HNGG, es precisamente estos mensajes de los adultos mayores lo que se concibe como envejecimiento saludable.