La desinformación sobre la vacuna contra la covid-19 viaja en diferentes redes sociales, pero tiene un asidero especial en la plataforma de mensajería WhatsApp. Y allí, son personas de ideologías conservadoras y autoritarias, y personas de más baja escolaridad quienes son más propensas a creerlas y a compartirlas.
Estos son los datos preliminares de un estudio desarrollado por tres funcionarios del Instituto de Investigaciones Psicológicas (IIP) y del Centro de Investigación en Comunicación (Cicom), ambos de la Universidad de Costa Rica (UCR).
“La exposición a desinformación puede causar que ciertas personas desarrollen alguna negativa a vacunarse, y también que no recomienden la vacunación a personas vulnerables que conocen”, manifestó Carlos Brenes Peralta, investigador del IIP y coordinador del estudio.
Con esto en mente, Brenes y sus compañeros Rolando Pérez, del IIP; e Ignacio Siles, del Cicom, se dispusieron a conocer el perfil de quienes es más probable que caigan en la trampa de este tipo de contenidos y quienes tienen más riesgo de replicarla a sus contactos y grupos.
Esta es la segunda investigación en la que el equipo explora la desinformación por WhatsApp en medio de la pandemia. El primero se hizo con noticias falsas sobre el virus. Estas nuevas pesquisas observan todo tipo de desinformación acerca de las vacunas y de las medidas tomadas para el control de la pandemia.
Según Brenes, en términos generales, no hay una mala intención a la hora de compartir estas informaciones con sus contactos.
“Las personas lo hacen por valor social, quieren ayudar a compartir información, pero desconocen que sea falsa, hay personas que no se cuestionan por sí mismas la veracidad de lo que comparten”, manifestó el investigador.
Sin embargo, en quienes diseñan la desinformación sí puede haber clara intención de desinformar o bien, de generar un conflicto social.
Sin embargo, la desinformación sí tiene un impacto sobre la población general. Y esta no solo tiene la forma de noticias falsas, también de memes, dibujos, fotografías y gráficos con información falsa o distorsionada.
“En el caso de covid, lo que afecta a un pequeño grupo de personas, afecta a la mayoría. Unas pocas personas que no se vacunen nos van afectar a todos los demás“, dijo Brenes a La Nación.
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¿Qué son las ideologías autoritarias y conservadoras?
La ideología política de las personas fue muy marcada a la hora de determinar esto. Tanto los autoritarios como los conservadores son más proclives a este tipo de prácticas. Para Brenes, esto no tiene que ver ni con partidos políticos ni con izquierda o derecha, más bien con una forma de ver la vida.
Por las respuestas que dio la persona en la encuesta, se determina que apoya una ideología autoritaria cuando abogan para que el Estado tenga más “mano dura”, por ejemplo, aumente las penas para mejorar la seguridad ciudadana, que regule los medios de comunicación y la Internet, que limite la entrada de extranjeros que ingresan al país en busca de trabajo, que impida que todo trabajador pueda pertenecer a un sindicato.
Por su parte, quienes defienden una ideología conservadora, creen que el Estado costarricense debe mantener la religión católica como oficial, están en contra de las uniones entre parejas formadas por personas el mismo sexo, de la fertilización in vitro, de que el Estado permita el uso y distribución de la marihuana y desaprueban que el Estado limite el funcionamiento de aquellas empresas que perjudiquen el ambiente.
Ambos grupos tendían a creer más las falsas informaciones y a compartirlas en mayor medida. Esto también se vio en quienes no tenían educación universitaria y en los más jóvenes.
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¿Cómo se hizo el estudio?
Antes de seleccionar a los participantes, los investigadores revisaron desinformaciones reales compartidas por WhatsApp en nuestro país. Estas las obtuvieron gracias a una colaboración con el proyecto #NoComaCuento, de La Nación.
“Nos compartieron el material desinformativo sobre covid-19 que encontraron y verificaron los dos meses previos al estudio. Ahí vimos las desinformaciones más comunes: la que buscaban restar confianza sobre las vacunas y las que lo hacían sobre la acción del gobierno”, explicó Brenes.
Con base en ello, los investigadores crearon mensajes de WhatsApp para ser utilizados con los participantes: dos sobre vacunas y dos sobre respuesta estatal.
Se reclutó una muestra voluntaria de 553 adultos costarricenses vía Facebook. Todos los participantes dijeron ser usuarios diarios de WhatsApp. La muestra estuvo compuesta por un 74% de mujeres, con una edad que oscila entre 18 y 75 años.
El 3% de la muestra tiene educación primaria, 17% educación secundaria y 80% educación universitaria. A nivel geográfico, 51% de la muestra reside en San José, 14% en Alajuela, 11% en Heredia, 13% en Cartago, 4% en Puntarenas, 4% en Guanacaste y 3% en Limón.
A todos ellos se le aplicó una encuesta en línea donde se les preguntaba su información de edad, sexo, lugar de residencia y se les hizo preguntas para determinar su tendencia política. También se les aplicó un test en el que se buscó determinar cuánto reflexionaban sobre cada información recibida o sobre cada decisión que debían tomar.
Posteriormente, se les presentaron los mensajes creados por los investigadores, en orden aleatorio. Las personas respondieron cuán falso o cierto creyó que eran. Y luego se les preguntó qué tanto estarían dispuestos a compartirlo por WhatsApp.
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¿Por qué estudiar el fenómeno en WhatsApp?
Se estudió el comportamiento en WhatsApp, en primer lugar, porque Costa Rica es el país que, a nivel relativo, más utiliza este servicio de mensajería, según el último informe del Latinobarómetro.
Además, el año pasado, el IIP hizo una encuesta representativa y encontró que las personas utilizan WhatsApp con igual importancia que las redes sociales para consumir noticias digitales.
“Ahí vimos la importancia de WhatsApp para informarse de lo que está pasando, pero también vimos que las personas utilizan WhatsApp con igual importancia para compartir información”, apuntó el investigador.
Para Brenes, este servicio de mensajería es todavía más importante porque las redes sociales tienen un componente más público, en el cual las informaciones falsas que se comparten son sometidas a un escrutinio de quienes las leen y comentan, por lo que hay mayor control. En cambio, los grupos de WhatsApp son más cerrados, pequeños y las características de las personas son más similares.
“Es información más privada y encriptada, que no permite tanto esa fiscalización”, destacó Brenes.
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Atención
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Brenes enfatiza que todos los seres humanos tenemos sesgos y todos estamos propensos a creer desinformación y a compartirla, especialmente si está muy bien diseñada o si combina datos correctos.
El investigador apunta al pensamiento reflexivo. Leer la información y reflexionar si realmente es cierto, si hay dudas consultar en Internet o con especialistas en la materia y no compartir los datos hasta no estar seguros de que realmente es así.
“Esta reflexión disminuye la intención de compartir”, enfatizó el investigador.
También aconsejó buscar si esta información está en otros sitios de Internet y preguntar antes de afirmar.
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