En un corral ganadero, tapado con plástico negro, catorce migrantes permanecían ocultos en una finca en Guápiles, Pococí de Limón.
En el grupo se encontraba una joven de 18 años, quien una semana antes había recibido orden sanitaria del Ministerio de Salud para que guardara cuarentena, pues había estado en contacto con personas enfermas de covid-19.
Una información confidencial permitió al Organismo de Investigación Judicial (OIJ) realizar el hallazgo.
Según esa versión, un empresario mantenía a extranjeros en un corral para que no fueran descubiertos. La estructura, de ocho metros por ocho metros, estaba completamente tapada con plástico, lo cual provocada altas temperaturas en su interior.
Entre ellos también había dos menores de edad, uno de ellos con días de nacido.
La mayor parte de estas personas dormía en el suelo en medio del excremento de los animales, aunque había por lo menos tres hamacas. En el centro improvisaron un fogón para cocinar.
Afuera, había un baño improvisado y cubierto con plásticos.
Luego de las entrevistas se determinó que ocho de los 14 migrantes no portaban ningún documento que verificara su condición en el país, mientras que los otros estaban como refugiados.
La muchacha que tenía orden sanitaria para guardar cuarentena había llegado a la finca con su novio.
Uno de los foráneos, de apellido Amador, relató que él lleva cinco años en el país dedicado a trabajos agrícolas. Según dijo, la mayor parte de ellos vienen de Pital de San Carlos y habían llegado a la comunidad de El Porvenir de Ticabán, días atrás.
“Una muchacha que estuvo con personas seguramente infectadas tenía cuarentena y estaba con nosotros”, confirmó Amador.
Según él, los pobladores los sacaron de El Porvenir por temor a que alguno estuviera enfermo de covid-19. “Estamos aquí (en el corral) realmente refugiados porque la comunidad no aceptaba que permaneciéramos en la zona”, explicó.
El trabajador indicó que el tema del virus era preocupante pues se enteraron de que personas de Pital, donde vivían, estaban infectadas.
“Estamos aquí para recolectar miles de kilos de yuca en esta finca. Pagan de ¢25.000 a ¢30.000, las 50 cajas recolectadas de yuca. Es a ¢600 por caja recolectada”, comentó.
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“La verdad, le digo, los ticos nos utilizan pues nos dejan trabajando de cinco de la mañana hasta las siete u ocho de la noche. Tenemos que adaptarnos a eso; el tico no hace trabajos largos y pesados”, comentó Amador.
A 50 metros del corral, siempre dentro de la misma finca, la Policía ubicó a seis personas más, quienes serían los cuidadores de la propiedad que consta de unas 50 hectáreas, de las cuales, más de 30 están sembradas de yuca.
En las últimas semanas, los trabajadores agrícolas se han convertido en uno de los focos de la segunda ola pandémica, principalmente en la zona norte de país. Algunas de las comunidades más afectadas son La Fortuna de San Carlos, Peñas Blancas de San Ramón y Los Chiles.
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Para este domingo, el país llegó a 2.213 contagiados, contados desde marzo, con picos diarios de hasta 119 casos, como el que se registró el pasado viernes.