La escena aún permanece fresca en la memoria de quienes vieron el video del homicidio en Guachipelín que ha circulado por redes sociales. Una diferencia entre dos familias vecinas que vivían pared con pared, en un condominio de Escazú, destruyó sus vidas.
La discusión entre dos mujeres por el cierre de una llave de agua que da servicio a las viviendas escaló a un escenario de crimen cuando el esposo de una de ellas le disparó múltiples veces al marido de la otra. ¿Por qué es posible que esto pase? ¿Qué nos puede decir la situación ocurrida en Guachipelín sobre nuestra salud mental y el manejo de las emociones?
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La Nación conversó con el presidente del Colegio de Profesionales en Psicología, Ángelo Argüello, y con la psicóloga Jackie Solano.
Para el presidente del Colegio, tan lamentable asesinato no deja de estar fuera de esta situación de angustia, frustración y estrés crónico que viven los costarricenses desde hace varios años.
La pandemia de covid-19 no hizo más que maximizar lo que ya venía acumulándose. Esas emociones se agudizaron con los cambios abruptos que experimentaron muchas personas luego de esa crisis sanitaria.
“El Colegio ha sido enfático en que si bien se controló el virus, se mantiene en la sociedad un estrés crónico, una secuela psicosocial de angustia y depresión que se ve manifestada de muchas formas.
“Hoy tuvimos un escenario comunitario de un condominio, pero también ha habido actos violentos a nivel escolar, colegial, de organizaciones o empresas donde la situación de mobbing se da como una forma de violencia”, advirtió Argüello.
Para los seres humanos, agregó el psicólogo, la violencia es un mecanismo primitivo y natural de resolución de conflictos. Se supone que estas formas han sido superadas en una sociedad civilizada. Sin embargo, cerebralmente, siguen existiendo áreas de respuesta primitiva que se comparten con otros animales, entre ellas la respuesta de ataque y huida, que son respuestas básicas del estrés.
Ángelo Argüello aclara que este asesinato no se genera por el evento cotidiano de una discusión por una diferencia vecinal.
“Evidentemente, una reacción de este tipo debe tener un desarrollo histórico de antecedentes de conflicto, de maltrato en una o en ambas direcciones; no lo sabemos. Lo que hoy vemos es la gota que derrama el vaso, probablemente de un largo periodo de conflicto.
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“Ahí es donde los seres humanos estamos llamados a cuentas sobre las consecuencias de no tratar las cosas a tiempo y no buscar mecanismos de resolución alternativos que nos permitan resolver de manera negociada cualquier problema que se tenga. Se debe evitar al máximo acudir a estos mecanismos primitivos, biológicos y salvajes de resolución de un problema a través del ataque o aniquilación del estímulo estresor, como podrían hacerlo algunas especies animales”, exhortó el psicólogo.
El agotamiento emocional en que vivimos se puede manifestar de manera violenta hacia afuera, como les sucedió a estos vecinos de Guachipelín. Sin embargo, también vivimos en una sociedad donde este agotamiento se expresa en un acto de violencia hacia dentro, lo que se nota en el aumento de suicidios, advirtió Argüello.
“Son señales claras de una sociedad que se mantiene en un estado de tensión y de frustración constante, donde la hipersensibilidad está a flor de piel. No por casualidad las conductas violentas en carretera se han vuelto pan de cada día. Podemos ver claramente que las personas andan hipersensibles por el nivel de estrés crónico que están manteniendo en su cuerpo.
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“Este estrés no se manifiesta solamente en una enfermedad física, sino también en conductas emocionales desadaptativas. Por supuesto (con el asesinato de Guachipelín), estamos ante una conducta desadaptativa extrema, porque se trata de un homicidio, pero no podemos dar la espalda a otras conductas que se dan entre niños, adolescentes, parejas y en lugares de trabajo, las que también son reflejo de ese agotamiento que la sociedad experimenta”, agregó.
A corto plazo, Argüello no ve una solución inmediata a estos comportamientos, sobre todo porque el Estado no ha podido garantizar el acceso y derecho a la salud mental.
Además, afirma, porque el actual modo de vida se basa en una sociedad que fomenta el individualismo, la competencia, la falta de cohesión comunitaria y la no aceptación de los otros como importantes para nuestro modo de vida. En suma, dice, una sociedad inculca la sensación de que esta vida se puede vivir alejado y sin tener que tolerar a los demás.
Para el Colegio de Psicólogos, los cambios deben venir desde la infancia, con sistemas educativos que no solo fomenten la memorización de contenidos, sino que entrenen en competencias básicas de comunicación, resolución de conflictos, cultura de paz, de análisis de situaciones y toma de decisiones.
‘Pasamos como una olla de presión’
La psicóloga Jackie Solano asegura que en el incidente de Guachipelín hay un evidente mal manejo de las emociones por parte de todos los involucrados.
“Lo que uno percibe detrás de lo que pasó es que esas personas tienen problemas serios de fondo, como ansiedad y estrés, algo a nivel emocional que no tiene que ver directamente con el conflicto. En la vida, nos recargamos de situaciones no resueltas y pasamos como una olla de presión; por eso, descargamos ante cualquier evento, por mínimo que parezca.
“Puede ser que yo ande enojada desde hace un mes porque perdí el trabajo o porque no puedo viajar; quizá porque mi novio me dejó, incluso por algo que me pasó en la infancia y me encuentro con una situación en el camino que me detona. Puede ser un problema mínimo, y reviento”, explica Solano.
La psicóloga también atribuye este tipo de comportamientos explosivos al estilo de vida que las personas ahora consumen en redes sociales; también a las series en las que todo se resuelve con violencia y se destaca la posesión de armas.
El excesivo consumo de redes sociales por medio de pantallas genera una baja tolerancia a la frustración. Estimula un deseo casi incontrolable por la inmediatez, donde la persona exige que todos los problemas se resuelvan de inmediato.
Para Solano, estos conflictos vecinales estallan por aparentes “tonteras”: “cortaste el zacate y me lo tiraste en mi jardín, pasó con el perro y no juntó los excrementos... Buscamos cualquier excusa para hacer berrinche; reacciono y, luego, cuando ya pasan las cosas, salen con ‘no me di cuenta de lo que hice; no lo pensé'”.
El consumo de estos contenidos está generando comportamientos insospechados, especialmente en niños, niñas y adolescentes, aunque no excluye a los adultos.
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“Siempre le digo a la gente que esto es como Alcohólicos Anónimos: si no se reconoce un problema emocional, si no se admite estar triste o enojado, se puede detonar en cualquier momento por cualquier cosa.
“Uno debe tener un autoconocimiento para buscar ayuda, para salir a respirar, o darse cinco minutos para llorar ante una situación que lo agobie. La mayoría de las personas no tiene ese autoconocimiento y esto nos dificulta reconocer que algo está mal en nosotros”, agregó Solano.
Tras convertirse el condominio en escenario de un crimen, la comunidad debería buscar ayuda y procurar una intervención en crisis, recomendó la psicóloga.