El doctor Esteban Castiglioni, jefe de producción del laboratorio de Productos Farmaceúticos de la Caja Costarricense del Seguro Social (CCSS), es un hombre meticuloso, impecablemente vestido y entregado por completo a su trabajo. El semblante le resplandece al hablar de su labor: es uno de los artífices detrás del éxito de la crema de rosas.
“Soy el padrastro de la crema de rosas”, afirma con orgullo, mostrando un notable aire de satisfacción que se refleja en su postura erguida y su actitud firme y comprometida.
Sus días los pasa en este laboratorio ubicado a un costado del Hospital México, en La Uruca, el cual es un crisol de actividad farmacéutica; un lugar donde la innovación y la precisión se combinan para producir un abanico de medicamentos esenciales.
“Aquí producimos una variedad de medicamentos en tres líneas distintas: sólidos, semi-sólidos y líquidos. En total, nuestra gama consta de 12 productos, mayormente líquidos”, explica Castiglioni. Estos productos van desde la clorfenamina y dextrometorfano hasta el aceite mineral para uso oral. También ahí hacen elixir de calamina, la teofilina, la loratadina, la dextrosa y la acetaminofén con codeína.
Entre todos estos medicamentos, resalta uno en su línea de producción: la famosa crema de rosas.
“Es nuestro producto estrella”, dice el doctor, con una gran sonrisa, al contar que esta crema ha experimentado un crecimiento significativo tanto en su demanda como en su producción. “En los últimos años, hemos visto un aumento considerable en el consumo de este medicamento. Estamos alcanzando una demanda de casi 600.000 tubos por mes”, explica.
Este ascenso en la popularidad de la crema de rosas ha colocado al laboratorio en una posición clave dentro del quehacer farmacéutico costarricense.
Los pacientes y usuarios de la Caja Costarricense del Seguro Social han elevado la demanda de este producto, convirtiéndolo en un elemento crucial en la proyección para este año, que aspira a alcanzar la asombrosa cifra de 7 millones de tubos, dos millones más que en el 2022.
Junto al Dr. Castiglioni, el “padrastro” orgulloso de la crema de rosas; está su fiel e infaltable compañero: el Dr. Allan Induni Alfaro, regente farmacéutico.
El doctor Induni lleva 20 años laborando en este centro y ha visto crecer el producto. “Siempre ha sido apetecido, pero lo que pasa hoy día es otro nivel”, dice entre risas.
Para él, la popularidad se debe a que ninguna otra crema de rosas que se venda en farmacias (la que ellos producen es solo para usuarios de la CCSS) es tan buena como la que realiza su laboratorio. “Y esto se debe a que hay un equipo técnico gigantesco que hace todo esto con el corazón. Sé que puede sonar a un cliché, pero en serio un producto como la crema de rosas es bueno, no solo por su fórmula, sino porque su manufactura está hecha con dedicación”, explica.
Juntos, estos profesionales encabezan el sistema de producción que hace que la crema de rosas llegue a cualquier parte del país, sea Nandayure, Buenos Aires, Paso Canoas… donde sea.
¿Por qué es tan buena?
La esencia de la crema de rosas radica en su composición rica en vitaminas A, B5, E, F y C, que ofrece una serie de beneficios para la piel. Estas vitaminas son ideales para estimular la piel gracias a sus propiedades antiinflamatorias.
La vitamina C, por su parte, actúa como un potente antioxidante y es muy indicada para aliviar quemaduras solares. Además, el aceite esencial de rosas es antibacteriano, lo que lo convierte en un aliado para pieles propensas al sebo y el acné.
La versatilidad de la crema de rosas va más allá de sus propiedades emolientes e hidratantes. Los médicos, conscientes de sus beneficios, han ampliado su aplicación terapéutica, convirtiéndola en un recurso fundamental en el cuidado de la piel de diversos pacientes.
Su capacidad para nutrir y proteger la piel la ha convertido en un aliado importante en la humectación y restauración de pacientes, especialmente en adultos mayores y aquellos que enfrentan tratamientos de cáncer. En estos casos, donde la piel tiende a resecarse por la edad, la falta de nutrientes y la pérdida de su humedad natural, la crema de rosas ofrece un alivio significativo.
Además se ha convertido en una herramienta clave en el tratamiento de problemas dermatológicos específicos. Los masajes con esta crema son especialmente beneficiosos para personas con piernas varicosas, ya que ayuda a mejorar la circulación y a aliviar las molestias asociadas.
Asimismo, su aplicación se extiende a la atención de afecciones cutáneas como quemaduras, irritaciones diversas y eczemas. La crema de rosas actúa como un vehículo ideal para la administración de otras sustancias terapéuticas, potenciando así sus efectos curativos.
Este amplio espectro de usos terapéuticos ha convertido a la crema de rosas en un elemento fundamental en el cuidado y tratamiento de diversas afecciones de la piel, brindando confort y alivio a pacientes en situaciones delicadas.
La historia de la crema de rosas
La historia de la crema de rosas en Costa Rica se remonta a los primeros pasos de la Caja Costarricense del Seguro Social (CCSS) en el ámbito de la producción farmacéutica. Como cuenta el Dr. Induni, en 1943, la CCSS comenzó su actividad productiva en una ubicación cerca del Hospital Calderón Guardia, en San José.
“Los primeros boticarios se reunían en especies de pequeñas cocinas y ahí hacían la crema”, explica.
Con el tiempo, la CCSS experimentó un crecimiento notable y fue en 1966 cuando dio inicio el laboratorio en que hoy trabajan. Desde entonces, se ha industrializado la producción de la icónica crema de rosas.
Los primeros pasos de esta crema se dieron con una formulación básica que ha sido objeto de constante evolución para mantener sus características distintivas. El Dr. Induni recuerda cómo, en la década de 1960, se importaron maquinarias más industriales, transformando el espacio de trabajo que anteriormente parecía más una cocina improvisada. “Antes todo se hacía en una pequeña cocinita; ahora hay máquinas especiales para esto”.
Además, en 1956, un boticario costarricense fue enviado a Estados Unidos para estudiar farmacia y regresó con maquinaria para la producción de líquidos y óleos.
“Una vez que se instalaron las máquinas en el país, comenzó la producción a mayor escala”, añade Induni.
Inicialmente, la crema de rosas se distribuía en potes, similar a las cajas de gel, antes de dar el salto a los tubos que le son característicos hoy en día. En un comienzo, la producción manejaba lotes de alrededor de 30 kilos, un número que fue aumentando a lo largo del tiempo: en 1965, pasó 50 kilos; en 1990, a 100 kilos por lote.
La capacidad de producción actual es asombrosa, alcanzando la cifra de 600 kilos por lote, lo que representa un incremento considerable a lo largo de los años.
El desarrollo y la ingeniería farmacéutica han sido claves para esta expansión. Induni enfatiza la magnitud de esta producción diciendo, entre risas, que la fascinación de los ticos por la crema “es una barbaridad”.
“Ahora estamos buscando formas para ampliar su capacidad y mejorar los procesos, porque el tico necesita cada vez más y más crema”, agrega.
Como dato curioso: al menos desde los años 90 se mantiene registro del actual diseño gráfico de los tubos de la crema de rosas. Ambos doctores aseguran desconocer el crédito al que se le debe dar este insigne diseño y cuentan que, desde al menos hace 30 años, se utiliza el mismo logo y que, al menos de su parte, no lo cambiarían.
“Es un diseño demasiado icónico. Funciona muy bien para la referencia de la gente. Al menos desde mi perspectiva, ¡nunca lo cambiaría! Es demasiado bueno”, dice, sonriendo, Induni.
La actualidad de la crema de rosas
En el laboratorio en que hoy se produce la crema, la discreción es un asunto serio. Apenas un puñado de personas, menos de diez entre los 85 colaboradores, está al tanto de los secretos de la fórmula. Y aunque pueda sonar a trama de película, el respeto por la confidencialidad ahí es sagrado.
Castiglioni asegura que el trato entre todos es como el de una familia, lo que garantiza la protección de la “fórmula secreta” de la crema.
Esta fórmula mágica, eso sí, no se compone de pétalos de rosa naturales, como podría pensarse. En sus orígenes sí se extraían pétalos de rosa pero en la actualidad, se emplean compuestos sintéticos y aceites que emulan las propiedades de la rosa.
Así se hace el producto estrella
El laboratorio de la CCSS, con un equipo de alrededor de 85 personas, se enfoca en apoyar y desarrollar la producción, especialmente en el departamento de manufactura, donde unos 45 empleados están dedicados al proceso de las cremas.
Este proceso se divide en dos fases fundamentales: la primera es la mezcla de materias primas.
En la mezcla, se lleva a cabo un meticuloso proceso en el que se combinan los ingredientes, buscando la fórmula exacta para alcanzar la calidad y efectividad del producto.
Es en este momento donde se crea la fusión necesaria entre los elementos oleosos y acuosos de la “fórmula secreta”, fundamentales para el resultado final de la crema de rosas. Además, se siguen estrictos protocolos de calidad y estandarización para asegurar que cada lote cumpla con los estándares establecidos por la institución.
Por otro lado, el proceso de envasado y empaque se lleva a cabo con igual cuidado y precisión. Aquí se emplean técnicas y maquinaria especializadas para garantizar la integridad del producto final. Cada tubo de crema de rosas es manipulado por máquinas con la más alta rigurosidad y estándares de calidad para asegurar su idoneidad y preservación.
En el empaque, cada uno de los tubos fabricados se acomoda con esmero en cajas de cartón, una ardua tarea que resulta en aproximadamente 150 tubos por caja.
Una vez completas, se procede a sellarlas y colocarlas en tarimas, donde, mediante un proceso de paletización, se envuelven con plástico para asegurar y proteger cada unidad.
Estas tarimas, así envueltas y preparadas, son trasladadas al área de almacenamiento y distribución, desde donde se despacharán a las farmacias de la CCSS de todo el país.
Los cuidados que se tienen allí dentro
Al ingresar al laboratorio, el proceso es riguroso y meticuloso para garantizar que ningún agente externo contamine el área de producción de medicamentos.
En nuestro caso como equipo periodístico, se nos solicitó un cambio completo de vestimenta: desde pantalones hasta camisas, y cubrir los zapatos y el cabello. Este protocolo de vestimenta es crucial para mantener la pureza del entorno y asegurar la integridad de los medicamentos en fabricación.
“Uno no se la puede jugar a que le pase algo a productos tan delicados. Literalmente la salud de mucha gente depende de todos estos procesos de sanitización”, explica el Dr. Castiglioni mientras se cambia.
Una vez dentro, el laboratorio se revela en tres grandes sectores que representan diferentes etapas del proceso de producción. En el primer salón, se elabora lo que llaman “el polvo” que compone el medicamento, el cual es el inicio del camino para la creación de pastillas. Aquí, enormes maquinarias se encargan de convertir este polvo en cápsulas, un proceso que requiere precisión y control para garantizar la calidad y pureza de los medicamentos.
“Todas estas personas que aquí trabajan son capacitadas durante meses para que nada quede al azar. Es hacer medicina, es hacer ciencia y eso emociona a todas estas personas para dar lo mejor en su trabajo”, explica el doctor.
La siguiente etapa del proceso se sitúa en un área donde se imprimen las etiquetas que serán colocadas en las cápsulas, identificándolas correctamente. Por ejemplo, se etiquetan productos como acetaminofén con codeína, lo que asegura la correcta identificación y administración de los medicamentos por parte de los usuarios.
El laboratorio de la CCSS cuenta además con dos salones específicos para la producción de la emblemática crema de rosas. En estos espacios trabajan alrededor de diez empleados, dedicados a diferentes tareas que van desde la mezcla de los componentes hasta la minuciosa revisión del empaquetado de las cremas en los tubos.
La parte emocional del trabajo
Por supuesto, suena a mucho procedimiento riguroso, pero la realidad es que el ambiente en este laboratorio es cálido y armonioso. Aunque todos anden con batas y mascarillas, se percibe un buen espíritu entre los empleados.
“Trabajar en el laboratorio de producción de la crema de rosas trasciende el mero hecho de fabricar un producto; es una conexión emocional arraigada al corazón mismo de Costa Rica”, dice el Dr. Castiglioni.
Para él, la crema de rosas es un producto “Esencial Costa Rica”. “Es un orgullo trabajar con la crema porque la gente la adora. Cuando yo cuento que trabajo aquí es gratificante sentir el cariño que le tienen a lo que uno hace”, cuenta.
El valor emocional del trabajo se imprime en cada tubo que sale del laboratorio. Así señala El Dr. Induini, quien asegura que “aquí, cada tubo no solo lleva la crema, sino también el esmero, la dedicación y el amor que le ponemos. Para nosotros, cada tubo es un mundo entero. Somos un equipo unido y dispuesto a colaborar en todo lo necesario para lograr la excelencia”, agrega.
De hecho, la importancia de la comunidad en el laboratorio es evidente. “Aquí, la gente se siente en casa. Trabajamos con esmero y dedicación, somos una familia y nos respaldamos mutuamente”, comenta Induini. “Nuestro compromiso no solo es con la crema de rosas, sino también con el equipo. Nos esforzamos por ser un ejemplo de colaboración y entrega en cada proceso”.
En este laboratorio, hay toneladas de crema al día y toneladas de ganas. Hay una conexión emocional que impulsa a estos profesionales a trascender la mera producción y convertirse en embajadores del legado de esos tubos de crema que están presentes en la mayoría de casas de los costarricenses.