Si por la víspera se saca el día, un evento tan particularmente traumático como la pandemia por la covid-19 tendrá fuertes repercusiones en la salud mental de muchos ticos, según el nivel de pérdida sufrido hasta ahora.
Cualquiera podría decir que la afirmación anterior es más que obvia. Y puede que lo sea. Pero estudios en mano permiten predecir con un alto grado de certeza que, al menos, en los próximos tres años, miles de quienes han perdido casa, trabajo, amigos, familia y rutina a causa de esta pandemia, corren un alto riesgo de sufrir trastornos mentales.
La lista es grande y compleja. Desde depresión y ansiedad clínica, reacciones de estrés postraumático y lo que se conoce como bourn out, hasta una disminución sustantiva en su calidad de vida en todos los ámbitos: físico, psicológico, social y ambiental, afirma el catedrátido e investigador de la Universidad Estatal a Distancia (UNED), Benicio Gutiérrez Doña.
Además de ser doctor en Psicología de la Salud y Medicina del Comportamiento Humano, Gutiérrez participa como investigador principal en el estudio para habla hispana, titulado ‘Percepción de riesgo y comportamiento humano en el contexto de la pandemia del coronavirus’, realizado en conjunto con la Universidad de Konstanz, en Alemania.
Los resultados preliminares de la primera parte de ese estudio, trascendieron a final del 2020.
Tienen que ver, entre otras cosas, con la percepción de las personas sobre su nivel de riesgo frente al coronavirus, la práctica de medidas de prevención del contagio y hasta la opinión sobre la pertinencia o no de las acciones ordenadas por el gobierno para contener y mitigar la diseminación del virus.
En una segunda fase, se entrará a precisar el impacto en la salud mental tras la pérdida de recursos por la pandemia (trabajo, casa, familia).
Estudios similares al de esa segunda fase ya se han hecho aquí luego de desastres naturales muy puntuales y focalizados; concretamente, después de los terremotos de Cinchona (8 de enero del 2009) y Nicoya (5 de setiembre de 2012).
En esos estudios, lograron registrar efectos en la salud mental hasta tres años después de estos eventos los cuales, a diferencia de la pandemia, tuvieron efectos más localizados.
Por el contrario, la covid-19, desde su aparición a finales de 2019, ha tenido alcances globales en la salud, la economía y hasta en la política de todas las naciones.
“Cuando en pandemia se pierde salud, se infecta su mamá y fallecen familiares se tienen múltiples pérdidas. Y si no son atendidas oportunamente, como sucedió en Cinchona y Nicoya, ya sabemos –porque lo tenemos demostrado– que la pérdida incrementa los indicadores de trastornos psicológicos y psiquiátricos a través del tiempo”, enfatizó Gutiérrez.
Lo anterior se atribuye, fundamentalmente, a la incapacidad del sistema para responder oportunamente al impacto emocional de la pérdida, en todos los niveles de atención.
“La sensación de tristeza, desesperanza y desmotivacion en fase aguda pasa, si la persona tiene recursos en su personalidad. Pero nosotros apuntamos a investigar lo que no desaparece, es decir, lo que avanza a fase crónica.
LEA MÁS: 1 de cada 2 personas podrían estar presentando problemas de salud mental durante el confinamiento
“De sentirse inquieto a un trastorno de ansiedad, o de empezar a sentir dolor de cuerpo a un trastorno somatoforme (con origen psicológico y que se expresan en síntomas físicos), o de pasar de ideas repetitivas a un trastorno de estrés postraumático. Tenemos suficiente información en la UNED basados en dos estudios (Cinchona y Nicoya), para hacer una predicción para los grupos que van a sobrevivir a esta pandemia teniendo pérdida total o parcial”, advirtió el especialista.
Para los participantes en este estudio, resulta fundamental que el país se prepare para el abordaje de los problemas de salud mental, con especial énfasis en quienes han sufrido alguna pérdida parcial o total durante esta crisis.
La UNED ofrece a las autoridades de salud colaborar con los protocolos para la atención de los trastornos mentales que se detecten durante y después de la pandemia, y hacerlo desde los Ebáis, que integran el primer nivel de atención dentro de la estructura de servicios de la Caja.
“Quienes se infectan de SARS-CoV2 van a desarrollar deterioro siquiátrico y neuropsicológico. Las personas que ya superaron quedan lesionadas y estas lesiones exigen protocolos de recuperación física, pero también psicológica.
“Se nos viene un impacto enorme, que será sobre el sistema de salud pública. Un sistema que es de los mejores de mundo. El ‘pero’ de nuestro sistema es que es emergencialista (sic): atiende la fase aguda, pero para la fase crónica no existen protocolos desde el punto de vista de la salud mental”, advirtió Gutiérrez.
Reto: contener ‘sunami’ mental
De acuerdo con datos de la Caja Costarricense de Seguro Social (CCSS), en el área de Psicología de la consulta externa hospitalaria se atendieron 21.868 funcionarios (36% del total de la planilla) y 6.756 personas usuarias con covid-19 positivas el año pasado.
Además, otras 100.000 personas sin diagnóscido de covid-19 acudieron al psicólogo de la CCSS, casi 130.000 personas, según datos hasta el 21 de diciembre, de la coordinación nacional de Psicología, del Área de Regulación y Sistematización de Diagnóstico y Tratamiento, de la Caja.
LEA MÁS: Estrés, ansiedad, depresión: la pandemia deja una huella psicológica profunda en los jóvenes
Se ha detectado una mayor prevalencia de depresión y ansiedad, seguidos de problemas de adaptación al estrés, desgaste por estrés y estrés postraumático, problemas de relaciones interpersonales, entre los más importantes, informó Marta Vindas González, coordinadora nacional de Psicología, en respuesta escrita a La Nación.
“En el personal sanitario las principales causas de atención son problemas de adaptación al estrés, desgaste por estrés y estrés postraumático, y comorbilidad con la depresión y la ansiedad”, agregó Vindas.
La funcionaria asegura que la atención de quienes han presentado trastornos mentales, del comportamiento y consumo de sustancias psicoactivas durante la emergencia es una prioridad.
El acompañamiento durante todo el proceso de muerte es uno de los trabajos más intensos que se realiza desde el área de Psicología, con apoyo de otros servicios hospitalarios, como Trabajo Social.
Por su parte, la viceministra de salud, Alejandra Acuña, asegura que la atención de la salud mental es una preocupación y una prioridad.
Solo en el servicio 9-1-1 se dio apoyo psicológico a 6.000 personas, según datos al 30 de diciembre, comentó.
“Es una instancia de manejo de críticos, como ataques de pánico, ideación suicida, depresión. En los meses de proximidad de fechas navideñas también se dieron algunas atenciones.
“Del 24 al 30 se atendieron 108 incidentes. Es importante que se mantenga esta atención en ese despacho, porque viene a atender esos sentimientos de tristeza, soledad y depresión”, dijo Acuña.
Desde el Ministerio de Salud, además, se han girado lineamientos de salud mental y apoyo psicosocial en el marco de la alerta sanitaria por covid-19.
“En este momento, se han trabajado tres investigaciones cuyos resultados permitirán conocer el estado emocional de la población en general, de las personas que están en primera línea de atención de la pandemia, y de los adultos mayores.
“Cuando se tengan los resultados se divulgarán para tomar acciones, que servirán de insumo en el proceso de ajuste de la política y el plan de acción en salud mental que le corresponde ejecutar este año al Ministerio de Salud”, prometió la viceministra.
La atención de los intentos de suicidio también estarán en la mira, según promete el ente rector.