“Al ser 29 de julio, tenemos 456 nuevos casos. Hasta el momento, se reportan casos positivos en 81 cantones y tenemos 133 lamentables fallecimientos…”
Transcurridos casi cinco meses desde que se anunció el primer caso de covid-19 en territorio nacional, aquel 6 de marzo, ese ha sido el guion de los representantes del Ministerio de Salud: lo único que cambian son los números, que han crecido aceleradamente en las últimas semanas sin que se perciba hasta ahora un cambio sustancial en el comportamiento de la población por evitarlo.
Periodistas, asesores en comunicación política, documentalistas, epidemiólogos, salubristas, demógrafos y especialistas en comunicación audiovisual consultados por La Nación coinciden, por separado, en que el mensaje de las autoridades de Salud se ha mantenido estático pese al cambio, dinámico y sustantivo, del escenario en esta segunda ola pandémica.
Sugieren ajustar el foco para dirigirlo a los grupos más vulnerables, y aprovechar los recursos tecnológicos y humanos disponibles con el fin de volver a capturar la atención de una población harta de meses de confinamiento y de severo golpe a los presupuestos familiares, y peligrosamente inmune a un mensaje que se ha vuelto repetitivo y desgastado.
El propio ministro de Salud, Daniel Salas Peraza, en la conferencia del 20 de julio, lo reconoció: “Parece que no está calando el mensaje en una parte de la población”, dijo sin entrar en detalles.
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Los expertos creen que se requiere un viraje urgente para llegar a los grupos que hoy son víctimas del SARS-CoV-2, el virus responsable de ocasionar la covid-19.
Eduardo Ulibarri Bilbao, exdirector de La Nación, periodista y exembajador, y Víctor Ramírez Zamora, cineasta y asesor en comunicación política, recomiendan a Daniel Salas una postura “más dinámica y menos robotizada”, congruente con quien debe delinear con claridad la hoja de ruta en la coyuntura que vive el país.
Ulibarri y Ramírez adujeron, por separado, que el ministro debe aprovechar más la información disponible para tomar decisiones que le permitan modelar conductas.
El dato solo, en sí mismo, no tiene ninguna trascendencia, advirtieron, si no se realiza un análisis pormenorizado para construir, determinar y priorizar el mensaje según la condición de riesgo de cada grupo afectado.
“En este momento, se posee una información muy valiosa que señala que las personas que más se están contagiando, y que también enferman más a otras, son quienes están entre los 20 y los 49 años. Es entonces a ese grupo al cual se debe llegar y dar todo el menú de opciones para reducir el contagio”, aconsejó Ramírez.
“Más focalización y bisturí, y menos martillazos”, sugiere Ramírez Zamora.
Inmunidad al mensaje
Tedros Adhanom Ghebreyesus, director general de la Organización Mundial de la Salud (OMS), en la conferencia del jueves 29 de julio, destacó la importancia para la población de tener acceso a información confiable a la hora de tomar decisiones en salud.
“Hemos visto el daño que ha hecho la desinformación. Pero la información sola no es suficiente. Las personas toman decisiones basadas en una amplia gama de factores que forman parte de su cultura, valores, creencias y condiciones de vida.
“Ellos están tomando decisiones bajo presiones sociales y económicas sin precedentes, con altos niveles de ansiedad y con sistemas de salud debilitados”, dijo Adhanom.
Para el demógrafo y salubrista público, Luis Rosero Bixby, durante las primeras semanas de la pandemia en Costa Rica el ministro de Salud logró establecer su condición de voz autorizada, “la cual la gran mayoría de costarricenses aceptaron y creyeron”.
“Inicialmente, la población estuvo muy receptiva a sus mensajes. Pero ahora, esa imagen de autoridad y de que estando con él íbamos a salir adelante, ha empezado a deteriorarse conforme avanza la pandemia y las cosas empiezan a ponerse más difíciles”, interpreta Rosero.
El demógrafo atribuye esto, en parte, a la fatiga de la población, que todavía no encuentra la relación ―porque, dice, no se la han explicado bien― entre los sacrificios que están haciendo y los logros que van a obtener.
“Sería importante transmitirle ‘estas son nuestras metas'. Ha faltado un poco más de didáctica pero también hay fallas en la comunicación, especialmente por dos aspectos: uno, por la falta de claridad a la hora de elegir mensajes, que sean pocos pero importantes, y machacar sobre ellos para que la población tenga claro lo que tiene que hacer. Y luego por la presencia de mensajes contradictorios”, dijo Rosero.
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Cansarse de oír, una y otra vez, las mismas palabras, conlleva a un riesgo inminente: fallar en el objetivo de lograr un comportamiento entre la población lo suficientemente fuerte como para frenar el avance de la enfermedad en el país, advirtió Carlos Freer Valle, documentalista, exdirector de Canal 15 y asesor en comunicación del Instituto Centroamericano de la Extensión de la Cultura (Icecu).
“En este momento, ese es un mensaje gastado”, considera el documentalista.
Según el epidemiólogo Juan José Romero Zúñiga, de la Universidad Nacional (UNA), esta segunda ola exige un mensaje más vehemente, coherente y beligerante por parte de las autoridades de salud.
“Ya no se pueden ofrecer respuestas masivas a públicos específicos. Es necesario hacer un viraje que implique un cambio de mensaje, y poner en marcha estrategias más focalizadas para llegar a los públicos más afectados en este momento”, recomienda Freer Valle, para quien uno de los puntos más críticos a los cuales se le debería poner atención es al lenguaje usado.
“En virtud de las características de la población blanco de esta segunda ola hay que preguntarse si están comprendiendo lo que se les dice. De repente, se empezó a hablar de términos que ciertos sectores pueden desconocer. Por ejemplo, burbuja social, crecimiento exponencial, cluster, asintomáticos, testeo, trazabilidad.... Es mejor buscar un lenguaje que la mayor cantidad de población comprenda”, recomendó.
La pandemia, además, tiene rostro de pobreza, recordó Carlos Sandoval, investigador de la Universidad de Costa Rica (UCR) en áreas como Sociología y Comunicación.
“Desde la comunicación, lo primero que hay que reconocer es esto: la pandemia se instala en desigualdades sociales que ya existían. Por eso, uno de los principales desafíos es adaptar ese distanciamiento físico a estas poblaciones”, explica Sandoval.
“En términos prácticos, ¿qué significa el distanciamiento físico cuando un grupo familiar vive en una sola habitación? Ahí yo vería que cualquier iniciativa tiene que correr en paralelo con una acción muy proactiva, por ejemplo, de la CNE (Comisión Nacional de Emergencias), de por lo menos asegurar traslados temporales de personas.
“Hay tres niveles que, juntos, pueden ayudar mucho. Uno, las prácticas sanitarias recomendadas en los grupos que no tienen las mejores condiciones; dos, el trabajo de apoyo paralelo del Estado, y tres, lo que podemos hacer desde la ciudadanía y el sector privado para que la gente más vulnerable se exponga menos”, dijo Sandoval.
Carlos Freer propone aprovechar los recursos didácticos y formativos del Ministerio de Educación Pública (MEP), para redirigirlos en su totalidad hacia los públicos a los cuales es difícil acercarse por medio de la comunicación de masas.
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También sugiere realizar jornadas de alfabetización contra la covid-19 en zonas que, de acuerdo con los análisis epidemiológicos, concentren los mayores riesgos. Para esto, se puede recurrir al apoyo de las asociaciones de desarrollo comunal y de grupos organizados de pacientes.
Eduardo Ulibarri aconseja recurrir al Expediente Digital Único en Salud (EDUS), de la CCSS, para enviar mensajes frecuentes que permitan modificar el comportamiento de las personas.
Para la comunicadora y analista política, Any Pérez, “ninguna gestión de desastres había obligado a una coordinación interinstitucional tan centralizada y compleja como esta”.
Pérez reconoce que lo anterior ha desencadenado lo que llama “una tensión interna” la cual, por un lado, vigoriza a la mayoría para trabajar con entusiasmo y eficiencia, pero por otro también desencadena, dice, choques de poder, vacío y cercos informativos, confusión procesal, desidias e insidias.
“Si hay brotes o crisis abiertas en diferentes frentes es porque existen, no porque la prensa los invente. La manida fórmula de atacar al mensajero siempre tiene efecto de boomerang.
“Me parece que todo gobierno que aspire a emerger de la crisis con algo de capital político en su haber, debe comprender que si le disgusta cuanto ve en la prensa lo peor que puede intentar es romper el espejo. Lo fundamental es interiorizar que en contexto de crisis, la prensa y la sociedad civil no son enemigos del Estado; son aliados para divulgación y para vigilancia contra la corrupción”, manifestó la periodista.
Viraje a reporte diario
La conferencia de prensa se ha convertido en la vitrina diaria donde se informan las medidas ejecutadas por los diferentes actores en la pandemia.
Es un espacio valioso pero desperdiciado, a criterio de los expertos consultados, quienes hacen la salvedad de información sobre el impacto de la pandemia en los servicios de salud, y las acciones de preparación y mitigación ante el incremento de la demanda.
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“Hay un desperdicio del tiempo valioso que la televisión da a los medios. Todos esos minutos que se pierden leyendo números, a pesar de que soy consumidor de números, el ministro debería usarlos diferente. Que ponga los datos aunque sea en un cartel, detrás de él, y use esos minutos para transmitir mensajes claros, y bien focalizados”, recomendó Luis Rosero.
El demógrafo, economista y salubrista sugiere tener un centro de comunicación con expertos. Desde ahí, identificar los mensajes que se quieran transmitir y los comportamientos de la población que se necesitan modificar.
“Creo que lo primero es identificar cuáles mensajes se quieren dar y no salir a hablar en la conferencia de lo que le venga a la mente; de alguna forma, parece que se está improvisando. Se llega a leer un montón de números, a regañar a la gente después, y hasta ahí”, agregó Rosero.
“Hay que optimizar la información”, agregó Ulibarri Bilbao. El periodista califica de “desperdicio” poner todos los días a Daniel Salas, o a su sustituto, a leer el mismo guion, con diferentes números, en una vitrina muy valiosa que se abre a partir de la 1 p. m. en todo el país.
Juan José Romero y Víctor Ramírez creen en el valor de destacar en ese espacio las acciones positivas, que son las que han permitido al país tener cifras de contagio sustancialmente menores a las de otras naciones, con un número de hospitalizaciones y de fallecimientos mucho más bajo.
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Es lo que Sandoval llama “testimoniales”: llevar a la conferencia, por canales tecnológicos y no necesariamente presenciales, historias de éxito en comunidades pobres pero con ímpetu para salir adelante en este contexto, y también de historias vida, para que la gente entienda cómo es convivir con covid impulsando valores como la solidaridad.
“El discurso del miedo paraliza. Más bien, lo que se debe construir es un mensaje de esperanza y confianza”, recomendó Víctor Ramírez.