Nelly Sánchez perdió la cuenta de las veces que se despertaba presa del miedo, al revivir los llamados episodios de sensación de muerte inminente. En incontables ocasiones, esta vecina de Desamparados de Alajuela, sintió que se moría por la falta de aire cuando contrajo por primera vez la covid-19, en setiembre del 2020.
Más de un año después, Sánchez, de 57 años y madre de cuatro, relata lo difícil que fue para ella que, en un inicio, no le prestaran atención a las secuelas de ese primer contagio. Nelly no quedó bien. A la dificultad para dormir, se le sumó la falta de aire y la fatiga, la ansiedad y la depresión en la que se hundió durante varios meses antes de ser referida, en febrero, al programa de rehabilitación cardiopulmonar, en el Hospital San Rafael de Alajuela. Ahí comenzó su mejora.
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El incremento de los llamados casos poscovid similares al de esta alajuelense, con secuelas de la enfermedad de diferente magnitud, aumentó la presión sobre los programas de rehabilitación cardiopulmonar que funcionaban en varios hospitales de la Caja Costarricense de Seguro Social (CCSS) mucho antes de la pandemia.
Enfocados, inicialmente, en pacientes infartados y víctimas de otras enfermedades respiratorias, estos programas se han visto obligados a ampliar su rango de acción ante la cantidad de casos poscovid con secuelas físicas y emocionales que requieren tratamiento urgente, y que hasta ahora difícilmente han sido asumidos por otros servicios de salud. Es lo que la Organización Mundial de la Salud (OMS) denominó como covid prolongado o persistente.
En la parte psicológica, los coordinadores hospitalarios de estos programas han tenido que solicitar la colaboración de expertos en ese campo de la Universidad Nacional (UNA), quienes han atendido virtualmente a más de un centenar de pacientes poscovid con cuadros de estrés postraumático, ansiedad o depresión.
Lamentablemente, la capacidad instalada en los hospitales de la CCSS no crece a la misma velocidad que el número y la complejidad de los pacientes. Paula Vargas Chaves, coordinadora del departamento y los programas de rehabilitación del Hospital San Rafael, informó de que tiene 30 personas en espera de la evaluación para entrar a estas terapias, y que el promedio de espera es de tres meses.
“No damos abasto. Las listas de espera con esta última ola de mayo y junio, aumentaron muchísimo. Actualmente tengo unos 30 pacientes en espera de valoración. Y si esos 30 son personas con disnea (falta de aire), que están en sus casas, a mí me da tristeza e impotencia saber que no tengo la capacidad de poderlos asumir lo rápido que tiene que ser, que es menos de un mes desde que salen del hospital. Nadie quiere estar en su casa ahogándose cuando se baña o cuando se viste”, dijo Vargas.
La fisiatra espera que la inauguración del nuevo gimnasio de rehabilitación cardíaca del San Rafael, el 19 de octubre, eleve la reducida capacidad instalada para asumir pronto a esas personas en lista.
Gabriela Sánchez Romero, neumóloga del San Rafael y quien trabaja en la también llamada clínica poscovid, confirmó el incremento en la necesidad de estas terapias: “(...) Nadie estaba preparado para esta avalancha de pacientes. Han ido aumentando día con día, y el temor de todos los días es que no nos va a alcanzar el oxígeno, el equipo, que no hay suficiente personal para atender a tantos”.
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La neumóloga explicó que las secuelas son de una variedad enorme. Pueden afectar a quienes pasaron la enfermedad en sus casas, sin mayores complicaciones, así como a los que requirieron hospitalización, aunque estos –sobre todo, si no están vacunados contra la covid– son quienes sufren las secuelas más graves por permanecer en cama mucho tiempo y haber sido intubados.
“Esta enfermedad afecta a todos los órganos del cuerpo, desde el cuero cabelludo. Afecta a nivel neurológico, en el desgaste, en el aprendizaje y el enlentecimiento. Neurológicamente está claro que estos pacientes demoran meses en volver a su capacidad cognitiva de antes.
“A nivel cardíaco, predispone a trombosis o coágulos en pequeñas y grandes arterias. Hemos visto infartos e hipertensión posteriores a covid. Diferentes tipos de arritmias (latidos anormales del corazón). Problemas de malabsorción... esto por poner ejemplos de diferentes órganos en que afecta la enfermedad”, resumió Sánchez.
Heridos en cuerpo y alma
Otro paciente, un hombre de unos 50 años, ha vivido en carne propia esos problema. Él estaba acostumbrado a trabajos pesados desde joven. Superó un internamiento de dos meses debido a la covid, pero todavía le cuesta creer que quedó sin fuerzas suficientes para levantar una cuchara de plástico y comer por sí mismo.
El afectado, cuya identidad se mantiene en reserva, es uno de los pacientes poscovid que acaba de comenzar un nuevo programa de apoyo psicológico con ayuda de expertos de la UNA, como parte de la rehabilitación cardiopulmonar en uno de los hospitales de la Caja.
El personal que asiste a estos pacientes es muy grande. Médicos de especialidades como Cardiología, Neumología, Medicina Interna o Fisiatría. Terapeutas físicos, respiratorios y del lenguaje. Enfermeras en Salud Mental, nutricionistas y psicólogos para mencionar algunos.
Todos, además de sus consultas usuales, han tenido que ampliar su trabajo para devolver a estas personas a una vida lo más funcional posible, pues se trata de hombres y mujeres, en su mayoría, de la población económicamente activa, que por efecto de la covid siguen incapacitados, o han perdido la fuente económica para su sustento y el de sus familias.
Édgar Mora Montoya es especialista en Medicina Física y Rehabilitación, y coordina este servicio en el Centro Nacional de Rehabilitación (Cenare). Aquí fue, donde por primera vez, se diseñaron los lineamientos que han servido de base a otros hospitales para el abordaje de pacientes poscovid.
Al Cenare se han referido personas con secuelas de diferente gravedad que estuvieron hospitalizadas, principalmente, en el Ceaco. Desde abril, cuando recibieron al primer paciente con ese perfil, hasta junio pasado, habían atendido 2.600 personas. Esa cantidad, hoy, seguramente supera las 3.000, calculó Mora, que agrega a otras 500 que llegaron de consulta externa por la misma causa.
Distintos síntomas a mediano plazo
No en todas las personas las complicaciones de la covid-19 se manifiestan de la misma forma. Hay quienes tienen solo un síntoma, y quienes tienen más de 10. En algunos casos desaparecen pronto, en otros se quedan más tiempo.
FUENTE: THE LANCET INFECTIOUS DISEASES, LONG COVID STUDY, KING'S COLLEGE, IMPERIAL LCOLLEGE, CDC. || J.C. INFOGRAFÍA/ LA NACIÓN.
La avalancha de casos tocó las puertas del emblemático Hospital San Juan de Dios. Severita Carrillo Barrantes, coordinadora ahí del programa de rehabilitación pulmonar y oncológica, relató los ajustes que tuvieron que hacer al esquema original para contener la ola.
Además de pacientes hospitalizados con secuelas graves de la enfermedad y de internamientos prolongados, el San Juan está recibiendo referencias de personas que vivieron la covid en sus casas, pero llegan a Ebáis y hospitales regionales con cuadros de dificultad respiratoria y fatiga poscovid.
El San Juan tiene 46 pacientes en lista de espera, que estuvieron hospitalizados en salones para enfermos en condición intermedia. El tiempo de espera para recibir rehabilitación va de 15 días a un mes.
De quienes estuvieron en UCI, se trata de meter al programa al menos a uno cada lunes, sobre todo porque están en muy malas condiciones, con problemas como ulceraciones en todo el cuerpo y una alta dependencia para actividades de la vida diaria.
Édgar Mora espera que la CCSS fortalezca este tipo de programas. Es inevitable ante la presión de casos poscovid que viven los hospitales todos los días.
“Las listas de espera de personas con secuelas está. No sabemos todavía si es covid prolongado, porque la verdad es que no está claro. Ahí seguimos trabajando desde la clínica de rehabilitación cardiopulmonar y oncológica, porque esas secuelas serán para muchos años”, pronosticó Severita Carrillo.
Es lo que demandan los enfermos, que experimentan en carne propia la angustia de ver cómo su vida se trastornó para siempre. “Yo estuve en el Ceaco, en un salón cerca del contenedor y todos los días veía pasar las bolsas, varias veces al día. Siempre me preguntaba si el siguiente sería yo”, contó un hombre que sobrevivió pero sufre dificultad respiratoria tras padecer la enfermedad, en julio.