“Los pacientes con cáncer somos los muertos olvidados de la Caja. Quienes aún estamos vivos no pasamos un solo día sin pensar cuándo vamos a dejar de respirar. El avance del cáncer es un proceso durísimo, que se vuelve aún más agobiante cuando no hay campo para exámenes o citas con la rapidez que uno necesita”.
Las palabras son de Raymundo Herrera Porras, vecino de Quepos, en Puntarenas. Tiene 61 años. En el 2021, le diagnosticaron cáncer de colon en etapa 4, la más avanzada. Desde entonces, ha sobrevivido a seis cirugías, tratamientos de quimioterapia que lo dejaron pelón y muy delgado, y una colostomía.
“Mi cáncer es uno muy invasivo. Honestamente no sé si en seis meses estaré vivo, pero sé que hay casos peores. Tengo amigos con cáncer de páncreas o de pulmones, que son cánceres que no esperan”.
Raymundo piensa en sus “colegas de cáncer” a quienes ha conocido en su viaje por la enfermedad en Quepos, pasando por el hospita de Puntarenas y el México.
Recientemente, tuvo que pagar de su propio bolsillo ¢350.000 para dos tac cuyos resultados necesitaba llevar a una cita con el cirujano oncólogo, programada para este 26 de junio.
Si el reporte del radiólogo privado le confirma que los tumores se encogieron con la quimioterapia que acaba de pasar, es probable que lo operen para extraerle alguno de los siete que la metástasis le hizo crecer en su hígado.
¿Por qué Raymundo Herrera tuvo que pagar ¢350.000? Ese dinero salió del fondo de capitalización laboral (FCL) que le pagaron al pensionarse por enfermedad. Prefirió invertirlos en dos tac que tener que esperar los 122 días que es el plazo promedio de espera para una tomografía en el Hospital México.
O los 180 días que además hay que aguardar para que un radiólogo interprete los resultados, se los pase al médico de cabecera para decidir el paso a seguir en el tratamiento oncológico.
Según Douglas Montero Chacón, director del Hospital México, 2.485 pacientes están en la lista de espera de una tomografía. Otros 3.000 aguardan que un radiólogo lea estudios hechos e interprete los resultados.
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“Todos los que tenemos un cáncer maligno no tenemos tiempo porque los días de nuestras vidas están contados. Mi cáncer es tipo 4. Fue algo terrible saber que tenía una cita el lunes 26 de junio con el cirujano y que iba a llegar a esa cita sin los resultados. Mi cáncer de colon, gracias a Dios, aún da chance de irlo tratando, pero tampoco puedo esperar”, comentó.
Raymundo Herrera trabajó en la Municipalidad de Quepos hasta su jubilación. Es bombero voluntario veterano. Accedió a contar su historia por otros que ya no lo pueden hacer y con la esperanza de que al hacerlo ayude a salvar vidas.
Procesión con el cáncer
“La historia mía es la siguiente: el 29 de mayo del 2021 comencé con fuertes dolores en mi vientre. Fui al hospital de Quepos donde me atendieron en emergencias y me mandaron unas pastillas porque dijeron que era una infección intestinal.
“Regresé una semana después y me dejaron en observación. Yo temía lo peor porque en mi familia han habido casos de cáncer. Le supliqué al doctor y le rogué y le rogué por un ultrasonido hasta que me lo hicieron y se asombraron de ver un tumor en el intestino.
“Llamaron al radiólogo. Con la colonoscopia y la biopsia resultó ser un cáncer maligno tipo cuatro. Ahí se inició mi procesión con esta enfermedad”, relata Raymundo Herrera.
El 3 de agosto del 2022, le extrajeron un tumor en el hospital de Quepos pues, según dijo, estaba en el puesto 890 en la lista de espera por esa cirugía en el Hospital México.
“O sea, nunca me hubieran operado ahí. Yo tenía dos meses de esperar un quirófano en el México pero ante la urgencia un cirujano de Quepos me pidió la autorización para operarme. Lo autoricé y extrajo el tumor, pero este ya tenía metástasis en el hígado.
“Me enviaron a hacer varios tac. A quienes vivimos en Quepos nos refieren al hospital de Puntarenas o al de Pérez Zeledón porque en el México tardan muchísimo debido a la saturación y a los problemas con los radiólogos, que son pocos y tardan mucho.
“Todo el seguimiento principal me lo hacen en el Hospital México. Resulta que en febrero del 2023, en los controles del Hospital México, me salió un nuevo tumor en el hígado. La oncóloga me advirtió de que es un cáncer muy invasivo, resultado del primer cáncer, y que el tumor era grande. Me envió cuatro meses de quimoterapia.
“Terminé la quimio a principios de mayo. Aquí es donde viene el otro problema: tenían que hacerme un tac una vez finalizada la quimio, pero en el México no me lo podían hacer porque no había radiólogos para que leyeran mi tac a pesar de que mi caso es un cáncer invasivo, que en dos meses se desarrolló agresivamente con tumores en mi hígado del tamaño de un limón. Yo necesitaba los resultados urgentemente. La doctora me envió una referencia para hacerlo en Quepos, pero aquí no hay tac. A todos los pacientes nos refieren a Puntarenas.
“Pues el problema fue que yo llegué a principios de mayo a una cita normal en el hospital de Quepos, le entrego al médico la referencia para el tac que me dieron en el México, y me indica que va a hacer el trámtie. Yo me confío y espero.
“El 2 de junio, cuando voy a cita con la cirujana de Quepos, no había ningún examen de emergencia para mí. El trámite se traspapeló y resulta que a mí en el Hospital México me pusieron cita para el lunes 26 de junio para ver si la quimio redujo los tumores.
“Viera la angustia porque no había forma de tener los resultados para el 26 con los tiempos de la Caja. Tuve que sacar unos ahorros míos, y pagar de mi bolsillo los tac: ¢350.000 haciéndome un precio especial por ser pensionado.
“Los pagué de mis ahorros porque me hubiera muerto esperando un tac en el hospital. Realmente nosotros los pacientes que tenemos cáncer y vamos al México tenemos ese gran problema, porque somos muchos”.
Sueños vivos
Raymundo Herrera dice conocer a tres personas que han muerto mientras esperan atención en la Caja. Cuando cuenta esto, llora.
“Vi con horror compañeros que han fallecido y pasado por ese proceso, muchos de ellos igual, esperando exámenes y resultados de tac. Es un martirio llegar y ver que los médicos nos dan una buena atención pero los enfermos no tenemos un TAC a disposición, estamos sin radiólogos, con resultados que se necesitan con urgencia.
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“Dios a mí me ha protegido. El cirujano que me atendió en el México, me dijo: ‘Raimundo, tenemos problemas con el tac. Si en Quepos se lo pueden hacer trate’. Gracias a Dios los médicos de Quepos movieron cielo y tierra para que me lo hicieran en Puntarenas, y un radiólogo recién llegado a Quepos en 22 días logró sacar los resultados míos, que fue con los que me llamaron de emergencia para operarme”, cuenta.
Entre quienes vio morir en estos últimos años está su cuñado. Se lo atribuye a la covid-19, enfermedad que fue prioridad en atención durante los primeros dos años pandémicos.
“Cuando por fin abrieron a mi cuñado ya estaba invadido por el cáncer. Fue cuestión de tres meses para que la enfermedad lo invadiera. Lo tenían que enviar a quimio pero se la retrasaron tres meses por la pandemia, y un paciente con cáncer no está para eso”, reiteró.
Raymundo Herrera está casado. Tiene cuatro hijos grandes y 15 nietos. Es cierto que el cáncer lo golpeó física y emocionalmente, pero todavía no le ha arrebatado su capacidad de soñar. No importa cuánto tiempo le quede.
“Cuando a mí el cáncer me comenzó, dentro de mi proyecto de vida estaba hacer mi casa propia porque toda la vida hemos andado alquilando. Había comprado un lotecito, y cuando comenzó el cáncer suspendí todo.
“Gracias a Dios, en estos meses en que el cáncer me ha dado un poco de libertad, terminé de rellenar el lote, pero la empresa a la que le pagué ¢6 millones me quedó mal.
“La casa ya está paga. Les dije que tengo cáncer y no puedo esperar. Tenían que entregármela el sábado 24 de junio ya hecha, y nada. Es prefabricada y a mí me tocaría pegar ventanas y pisos, pero es mi sueño. Y quiero verlo”.