Era 1930, hace 90 años, en el segundo mandato de Cleto González Víquez (1928-1932). El 12 de abril, el diario La Tribuna publicó un anuncio de la Secretaría de Salubridad advirtiendo a quienes asistían a los teatros que se impediría el ingreso a los no vacunados: “(...) a partir del próximo lunes 14 de abril no permitiremos asistir a nuestras funciones a aquellas personas que no estén vacunadas. Se exigirá en las puertas de los teatros la certificación respectiva que compruebe la vacunación”.
El aviso cubría a 10 teatros famosos de la época, entre ellos, el Raventós (hoy Melico Salazar), Adela, Variedades, Moderno y Keith. En esa misma página, el Raventós, inaugurado en 1928 y con aforo para 2.000 personas, promocionaba la entrada gratuita a “espléndidas películas parlantes y mudas” a quienes asistieran ese día, de 10 a 12, a vacunarse contra la viruela. Los responsables de la vacunación serían miembros de la Cruz Roja.
“Recomendamos al público ir al Raventós y vacunarse pues ello es un acto de patriotismo al cual estamos obligados todos, por el beneficio que ello acarrea a nuestra salud y para contribuir con ello a evitar la propagación de la peste de la viruela”.
Los llamados no se alejan demasiado de los que comenzaron hace justo un año, cuando el 24 de diciembre del 2020 se pusieron las primeras dosis de la vacuna contra la covid-19, enfermedad pandémica de los tiempos actuales. Pasados 365 días, suman ya 7.580.000 dosis.
Así como el llamado a vacunarse también se reitera la instauración del certificado de vacunación como un requisito que impuso el Gobierno, en este caso, a partir del 8 de febrero, siempre que el Tribunal Contencioso Administrativo lo permita al resolver una gestión en contra. Para este momento, el llamado QR del certificado de vacunación lo tienen casi 3,3 millones de personas.
Hace 90 años, aquel mismo 12 de abril, La Tribuna detallaba en otra página que la vacunación contra la viruela se iba a intensificar en las próximas semanas, especialmente, en escolares y maestros, pues la inoculación era requisito para entrar al aula. Informaba, además, de que dos casos habían sido descartados: uno, por ser solo fiebre, y el otro por tratarse de varicela.
Una página antes, otro artículo anunciaba el adelanto del asueto escolar para pegarlo con Semana Santa, y se advertía que era para que los menores pasaran “los efectos de la vacuna en sus hogares”, y facilitar la vacunación de quienes todavía no se habían inyectado, “pues de lo contrario, no serán admitidos en las escuelas”.
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Diferentes notas publicadas un mismo día y en un solo diario, son parte de los antecedentes históricos de la vacunación en Costa Rica, los cuales demuestran, además, que la obligatoriedad de la inmunización y la relevancia de estas coberturas no son asuntos de meses recientes o de la aparición de la covid-19.
Basta ver otro anuncio, de 1930, en un periódico cuyo origen no fue posible determinar, en el cual se informa sobre la obligación de presentar el carné de vacunas para los pasajeros del ferrocarril al Pacífico que hacía viajes entre San José y Puntarenas.
“De hoy en adelante todo pasajero en los trenes está obligado a presentar al conductor o inspector su correspondiente certificado de vacunas. Se advierte que es absolutamente prohibido viajar sin cumplir ese requisito”, informó un mensaje del 22 de abril de 1930, firmado por el administrador general de ese ferrocarril, Rafael Castro Quesada, quien ejerció el cargo de abril a noviembre de ese año. Por las fechas, coincidentes con las publicaciones de La Tribuna, se podría inferir que se trata de la misma jornada para proteger contra la viruela.
Estas advertencias no solo son un reflejo de los primeros pasos del país para convertir en obligatoria la inmunización, especialmente en menores de edad; también son evidencia de la cultura provacuna de Costa Rica, que se empieza a forjar desde los tiempos de la colonia, más de 200 años atrás.
Hoy, la viruela es la única enfermedad erradicada en todo el mundo. Se originaba por la infección del virus Variola, y estaba asociada a epidemias que causaron muchos enfermos y muertes durante siglos. Por cierto, Costa Rica declaró su eliminación del territorio en 1949, 30 años antes de que la Organización Mundial de la Salud (OMS) confirmara su erradicación.
Primeros y seguros pasos
Menos de una década después del descubrimiento de la vacuna contra la viruela, realizada tras un meticuloso ejercicio de observación del inglés Edward Jenner (1796), Costa Rica colocó su primera vacuna contra esa enfermedad en febrero de 1805, relata un artículo sobre la Medicina durante la colonia, publicado en la revista Hospitales de Costa Rica, en abril de 1980. Sucedió en Cartago, según la publicación, y la realizaron curanderos. Además, indica, se cobraban dos reales.
Inicialmente, Costa Rica formaría parte de la misión humanitaria del español Francisco Javier de Balmis, enviado por el rey Carlos IV a las Américas a frenar la epidemia de viruela con la difusión de la nueva vacuna. Pero el médico nunca llegó, por lo que un sacerdote llamado Arnesto (sic), radicado en Bagaces, y un curandero de Cartago, se encargaron de la tarea por encomienda del gobernador.
“Como es de suponer, la inoculación de la vacuna produjo una reacción desfavorable entre la gente ignorante, que no podía comprender cómo una úlcera purulenta provocada pudiera causar salud en lugar de perjuicios. Haciéndose necesario que la primera autoridad española publicara un bando, que fue de resultados positivos, informando a los habitantes de la provincia que se trataba de una orden real con fundamentos en la experiencia, precaviéndolos así, de este modo, de un mal que tanto estrago causó a la humanidad”, relata la publicación.
El coordinador de la Comisión Nacional de Vacunación y Epidemiología (CNVE), del Ministerio de Salud, Roberto Arroba Tijerino, confirmó que antes de 1821, todas las leyes, incluidas las de salud, venían de España. La aplicación de la vacuna contra la viruela, explicó, se hacía con métodos que hoy se podrían considerar muy rudimentarios, pero que en aquella época eran toda una revolución. Por ejemplo, la necesidad de calentar con fuego las agujas para volverlas a usar en otras personas.
“Inicialmente, eran decretos reales porque se veía que estas enfermedades mataban a la gente, y mucho. Eran medidas rudimentarias, pero efectivas”, comentó Arroba. Antes de la Ley General de Salud, que existe desde 1973, no existía la legislación que ahora se conoce, y que es la que ha salido más a la luz con la pandemia por la covid-19.
“La Ley General de Salud tiene casi 50 años. Antes de esto, no existía esa legislación como la conocemos ahora. Ahí se establecen unas particularidades en el tema de vacunas, y se plantea el tema de la obligatoriedad en varios artículos. Esto, entonces, no es nuevo, es de muchísimos años atrás. A lo largo de la historia, hemos sido un país provacunas. Si nosotros hubiéramos sido un país sin una cultura de vacunas y con coberturas bajas, primero tendríamos muchos enfermos, personas con secuelas por enfermedad y muchos fallecidos”, puntualizó Arroba.
Actualmente, afirmó el médico, a la Ley General de Salud se suman la Ley Nacional de Vacunación, el Código de Niñez y Adolescencia, y decretos ejecutivos que el país se ha encargado de emitir para robustecer la normativa. Asimismo, votos de la Sala IV que vinieron a confirmar la constitucionalidad de la obligatoriedad de la vacuna.
Visionarios
El médico salubrista Leonardo Marranghello Bonifati (qdDg), en su artículo sobre el control de las enfermedades prevenibles por vacunación en Costa Rica, realizó un minucioso recuento histórico hasta 1993, en el cual destaca el control de la viruela realizado por el país desde inicios del siglo XIX.
En las postrimerías del siglo XX, apuntó Marranghello, Costa Rica había logrado “algo más extraordinario”: eliminó la poliomielitis, la difteria y la fiebre amarilla. Las dos primeras son enfermedades incluidas en el esquema básico de vacunación costarricense en una lista de 15 padecimientos inmunoprevenibles. Sin embargo, no se presentan casos aquí desde 1973 (polio) y 1976 (difteria).
La fiebre amarilla, por su parte, no se registra aquí desde 1953. Es una vacuna disponible para quienes tienen que viajar a países donde esa enfermedad todavía está presente. También se exige a quienes llegan a Costa Rica procedentes de zonas endémicas, explicó Arroba.
“El impacto de los programas de inmunización en el control de enfermedades prevenibles por vacunación es extraordinario, considerando que de once enfermedades inmunoprevenibles cinco de ellas tienen incidencia cero en 1993 y las otras tienen incidencia muy baja”, concluyó Marranghello, en el análisis realizado hace casi tres décadas.
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La pediatra infectóloga María Luisa Ávila Agüero, quien fue ministra de Salud d 2006 2011, destacó entre los momentos históricos el aporte del médico Solón Núñez Frutos (1881-1975), considerado el primer salubrista y el creador de la Subsecretaría de Higiene y Salud Pública, antecesora del Ministerio de Salud.
“Creo que todo empezó con la llegada del Dr. Solón Núñez, quien fue el primer ministro de Salud y el primer salubrista, y su historia, que es maravillosa. Como maestro, notó que los chiquitos descalzos y más pálidos eran los que se dormían en la escuela. Investigó y cuando fue médico fue de los primeros en empezar con una campaña de letrinización (los famosos servicios sanitarios de hueco) y de calzado en el país.
“Paralelamente a eso, hay que ver que la salud es un producto social. Al ser Costa Rica un país altamente alfabetizado, eso ayudó. El agua potable, la educación, carreteras y el acceso a la electricidad son determinantes de la salud que contribuyeron a que Costa Rica tuviera esto. Y algo muy importante es que la salud no se había politizado nunca. Así que las políticas de salud trascendían los partidos políticos. Lamentablemente, con la pandemia, los políticos se han tratado de adueñar de estos conceptos”, apuntó la exministra.
Más de 200 años después de los primeros pasos hacia un país que respalda la vacunación de sus habitantes y a casi un siglo de que los medios impresos relataran la campaña contra la viruela, Costa Rica se puede jactar de tener uno de los esquemas de vacunación más completos del mundo, con 15 enfermedades inmunoprevenibles incluidas.
La obligatoriedad de ese esquema es para población menor de edad, aunque desde 2021 se incluyó a la población adulta para el caso de la covid-19, informó Arroba. La inversión en el esquema básico implicó, tanto para el Ministerio de Salud como para la Caja Costarricense de Seguro Social (CCSS), destinar más de $23,2 millones en el 2019, y casi $25 millones en el 2020. En la inversión de este último año no están incluidos casi $10 millones solo para la compra de vacunas e insumos contra la covid-19.
Esos fondos implican una larga cadena de operación que va desde la capacitación del personal que vacuna, casa por casa, en los rincones más alejados del país, hasta las costosas y complejas cadenas de frío para garantizar la preservación de las dosis. Y la historia, como ven, es extensa. Para muchos, hoy, mencionar polio o difteria resulta extraño y tendrían que ‘googlear’ para conocer su significado.
Aunque ya no existe La Tribuna y otros diarios impresos para la difusión de los anuncios de advertencia, las redes sociales y los nuevos medios digitales han sustituido al papel en los mensajes que recalcan la importancia de protegerse contra enfermedades que pueden prevenirse con vacunación, incluida la covid-19. La historia mostró cómo las vacunas salvaron de la muerte a miles, al igual que hoy lo están haciendo.
* Colaboró la periodista Natasha Cambronero.