Anáis Chavarría Rangel le tomó la presión a la mujer, revisó su temperatura y se aseguró de que tuviera las vacunas en orden. Todo aparentaba estar bien. Aquella era una de las diez visitas diarias que esta técnica en atención primaria (ATAP) procura cumplir para garantizar, al menos, una evaluación domiciliar al año a las 1.580 familias que cubre en su sector, uno de los barrios del cantón de Desamparados, al sur de San José.
Su instinto no la engañaba. Aunque físicamente la señora parecía estar bien, Anáis notó algo: “Yo tenía apenas un año de trabajar como ATAP. La vi ansiosa y le armé conversación. Ella necesitaba alguien con quién hablar. Me contó sus congojas. Me dijo que pasaba sola, día y noche. Luego de conversar, la vi más tranquila. Hay muchas personas como ella con situaciones de salud mental, y encontramos más así cada día”.
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Chavarría Rangel es una de los 24 técnicos del área de Salud Desamparados 2, la cual se encuentra bajo la administración de Coopesalud.
Los ATAP son la columna vertebral de los Equipos Básicos de Atención Integral en Salud (Ebáis), 1.080 en todo el país. Cada Equipo tiene, al menos, un médico y un auxiliar de enfermería. En el caso de los llamados Ebáis desconcentrados, se agrega un asistente de registros médicos y un técnico de salud en Farmacia.
Los Ebáis son, a su vez, la base de la prestación de servicios de la Caja. Es el primer nivel de atención de un sistema que está formado, además, por hospitales regionales y periféricos (segundo nivel; por ejemplo, el hospital San Francisco de Asís, en Grecia, y el San Rafael, de Alajuela), y por hospitales nacionales y especializados (tercer nivel; por ejemplo, el Hospital Geriátrico y el San Juan de Dios).
La labor de los técnicos de atención primaria es fundamental. Son responsables de llevar un control básico del estado de salud de las familias mediante información que apuntan en fichas; allí se registran datos sobre vacunación, control prenatal, enfermedades crónicas y salud del recién nacido. Teóricamente, deben aprovechar cada visita para educar en promoción de la salud y prevención de la enfermedad.
Pero las tareas sobrepasan el músculo que les dieron desde hace más de 30 años, cuando nacieron los primeros grupos bautizados como Ebáis, porque la población es más y, sobre todo, envejeció. Las necesidades de atención también se han vuelto complejas. Como lo muestra el relato de Anáis Chavarría y su encuentro con esa solitaria y deprimida desamparadeña.
“Aquí lo que faltan son manos para trabajar”, admitió Chavarría, quien suma siete años recorriendo San Rafael Abajo de Desamparados.
Sus tareas han cambiado. Durante la pandemia por la covid-19, se les encargó la vacunación en todo el territorio, y lideraron la investigación de brotes cuando se dio la transmisión comunitaria del coronavirus. No es sino hasta hace pocas semanas que retomaron las visitas domiciliares de control, como se hacían antes de la crisis sanitaria.
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Van cargados con una hielera que contiene vacunas del esquema básico; de esa forma, se las pueden aplicar a quienes les falta alguna dosis. También llevan las tabletas que utilizan para llenar la ficha familiar de cada hogar que visitan.
Faltan manos, muchas
Michell Stephenson Guzmán es enfermera y supervisora de los ATAP en el Área de Salud Desamparados 2, el cual incluye a San Rafael Abajo, San Rafael Arriba y San Miguel de Desamparados. Son más de 23.000 personas.
Tiene seis años de experiencia en primer nivel de atención: “De las principales necesidades que encontramos están las relacionadas con la salud mental. La población necesita sentirse acompañada y escuchada. Y se necesitan muchas manos para llegar a todos”, reconoce Stephenson.
La Nación conversó con ella el pasado 4 de agosto. Estaba en la Escuela Elías Jiménez, de San Rafael Abajo de Desamparados, adonde esperaba vacunar menores contra la covid-19, tétanos, influenza y el virus del papiloma humano (vacuna para niñas). Los papás, por diferentes razones, según dijo, no llevan a sus hijos a los puestos de vacunación en otros sitios. Entonces, si Mahoma no va a la montaña...
Rebeca Rodríguez Calderón, ATAP en el área de Salud de Barva, en Heredia, administrada por Coopesiba, tiene casi 18 años de recorrer barrios como Santa Lucía.
Los vecinos, como la familia Murillo Quirós, ven en Rebeca casi a una amiga, pero lamentan que solo los pueda visitar una vez al año. La extrañaron los primeros dos años de la pandemia.
“La necesidad de recurso humano es alta porque hay bastante demanda en el Ebáis. Se saturan mucho las citas, la gente se queja porque no logran un campo. Se requiere un refuerzo grande, entre todos”, exhortó Rodríguez.