Era un sábado de diciembre. El 12, para ser exactos. Muchos aguinaldos ya estaban en los bolsillos de los trabajadores, el Gordo navideño prometía ¢40 millones por una sola fracción del premio mayor, y la cercanía de la Nochebuena impulsaba a compras de regalos.
A las 10:30 a.m. un equipo de La Nación llegó a la avenida central para ver el movimiento de un diciembre josefino en tiempos de pandemia, una situación que nunca habíamos vivido.
En tres horas y media, se recorrió con paciencia desde la Plaza de la Cultura hasta el Hospital San Juan de Dios, se pasó por el bulevar, se ingresó al Mercado Central y observó las dinámicas en los comercios de las calles aledañas.
Lo más evidente es que la cantidad de personas hacía imposible mantener los tan urgidos 1,8 metros de distancia entre una y otra.
Trabajo, compras, búsqueda de regalos, “mandados”, distracción... todos tenían alguna razón para el ajetreo.
La gran mayoría de caminantes llevaban mascarillas, que pese a no ser obligatoria en espacio abierto sí es recomendable en ese gentío. El problema es que no todos la usaban bien.
Eran frecuentes los que lidiaban con ella para poder mantenerla en su lugar, otras la llevaban de collar, de vicera o la andaban en la mano. Un par de vendedores ambulantes se la quitaban para ofrecer su producto a gritos.
En diferentes locales se respetaba el aforo del 50%, pero era difícil mantener un distanciamiento en las filas de ingreso. La Policía Municipal buscaba controlarlo, pero los dueños de los negocios lo tenían fuera de su alcance.
En vía pública algunas personas se amontonaban solo a ver las vitrinas y luego seguir su camino.
Llegar a los cruces de los semáforos peatonales y tratar de mantener algo de distanciamiento, aunque fuera mínimo, era misión imposible. Las personas se agolpaban e incluso empujaban a quienes se quedaban más atrás a la espera de que el semáforo les diera luz verde.
LEA MÁS: Más gente en la calle por fin de año disparará número de enfermos y muertes por covid-19
A algunas sí les preocupaba la situación, otras parecían llevar su vida muy similar a la llevada antes de marzo, cuando la covid-19 no había llegado al país, pero ya para este fin de semana la situación era otra, y los casos ya superaban los 154.000.
“Nadie dice que no salgan a trabajar o hacer ‘mandados’, se tiene que salir, incluso usted puede salir si quiere a dar una vuelta, pero hay que cuidarse”, le decía una mujer de mediana edad a otra en la fila del semáforo.
Poco a poco, en medio del mar de gente se llegó al Mercado Central. Allí hay suficientes espacios para el lavado de manos al ingresar, pero hubo quienes pasaban de largo.
En medio de sus estrechos pasillos es más difícil aún mantener distancia, aún cuando haya pocos compradores. Al ser un espacio cerrado, la directriz indica que deben utilizarse mascarillas siempre y cuando no se esté comiendo, pero no se cumplía del todo. Las pocas personas que desistían del uso de este implemento de protección personal tampoco eran advertidas de que debían usarlo.
Del aforo no había control dentro del Mercado.
¿Las cosas cambian un lunes?
Se regresó por las mismas calles y a la misma hora este lunes, ya pasado el Gordo navideño. El beneficio de la duda debía darse: el sábado era un día de ocio, de compras, de hacer todos los trámites que quienes trabajan de lunes a viernes no pueden hacer.
Se volvió a partir de las 10:30 a.m., en una hora laboral para muchísimas personas y que posiblemente no se vería tanta gente. Sí, sí había menos, pero seguía siendo la suficiente como para que se dificultara caminar con distancia.
Como cualquier día, se veía gente de trabajo y de compras, pero también había encuentros más sociales.
Para el epidemiólogo Ronald Evans, esto también es reflejo del cansancio de la gente, del hastío de la población de estar con medidas más restrictivas al virus.
“Somos humanos, necesitamos contacto. Pero debemos entender que esto no se trata de encerrarnos, se trata de ser responsables. Este diciembre no puede ser como cualquier otro”, concluyó.
Un informe de la Universidad Hispanoamericana confirmó que cada vez la gente aplica menos el “Quedate en casa”, y el movimiento de personas es similar al de marzo, cuando no había covid-19, ni unidades de cuidado intensivo saturadas ni casi 2.000 muertes relacionadas con el nuevo coronavirus.
Por eso, este martes, el presidente de la Comisión Nacional de Emergencias, Alexander Solís, pidió, de nuevo, no bajar la guardia en Navidad.
“Las próximas tres semanas serán claves para las decisiones que se tomen en el manejo de la emergencia”, advirtió.