Leyla Rojas Jiménez tiene 71 años. Hasta abril pasado, se mantenía trabajando como cuidadora de niños en pobreza extrema, de un programa financiado por el Instituto Mixto de Ayuda Social (IMAS).
Hasta abril pasado, porque fue entonces cuando una de sus hijas le dijo que debía llevarla inmediatamente a emergencias porque un examen hecho en un laboratorio privado detectó que su hemoglobina estaba en 4 (lo normal es tener niveles de 12 o más) y le podría dar un infarto.
Las hemorragias vaginales que esta vecina de San Rafael de Escazú aguantó por siete años consecutivos se convirtieron en la causa de esa anemia severa que la lanzó a emergencias. Ahí le descubrieron la causa de los profusos sangrados: un cáncer de cérvix en estado avanzado.
“El doctor me preguntó por qué duré tanto en ir y yo le conté toda mi realidad: que tenía una deuda con la Caja que me impedía ir al Ebáis; que mi esposo, mi hijo y un yerno eran taxistas y estaban en una situación similar a la mía, morosos. Que a dos hijas les detectaron cáncer. Que mi esposo se deprimió por todo esto y quedó sin caminar... y que yo era la única que debía sostener a la familia.
“Como la facturación con la CCSS estaba colapsada, yo no tenía acceso a medicina. ‘Aquí me pongo en manos de Dios’, dije, para tratar de ayudarle a mis hijas con los nietos, pero ¡diay! llegó un momento en que yo llegué hasta aquí, caí en emergencias y me dieron el diagnóstico de un cáncer”, resume esta mamá de seis hijos.
Ella está entre los 126.851 trabajadores independientes activos que adeudan más de ¢314.000 millones a la Caja, de los cuales alrededor de ¢63.000 millones corresponden a intereses, recargos y multas.
La Junta Directiva de la CCSS aprobó el reglamento para la condonación de intereses, recargos y multas, un primer paso en los intentos por aliviar la carga que afronta esta población laboral. La condonación también alcanzaría a 16.373 patronos activos morosos con la Caja.
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¿Por qué trabajadores independientes tienen deudas con la CCSS y cómo afecta esto la atención de su salud y la de sus familias? Una cuidadora de niños, un conocido panadero de Zapote y un taxista cuentan sus historias en este artículo.
Sobreviviendo
Leyla Rojas cuenta que ella no estaba en planilla del IMAS. Brindaba servicio como trabajadora independiente. Llegó a cuidar a diez menores. Recibía ¢88.000 mensuales por cada uno, una cantidad que no alcanzaba para cubrir las necesidades de los pequeños, aseguró.
Cuando su esposo taxista tenía un trabajo más estable, aportaba más a la familia, pero el cambio en este servicio con la llegada de otras modalidades de transporte de personas, hizo caer la economía de este hogar.
“Yo iba bien, pero donde colapsa el taxi, colapsa el seguro independiente de mi esposo, el de mi hijo, mi yerno y el mío. Hemos pasado siete años en esas”, dijo. El mismo tiempo de sus hemorragias.
¿Cómo hizo para tratar su cáncer? Pues como suele pasar con estas cosas, aparecen ángeles, y uno fue su médico oncólogo, que se tuvo que pelear con la funcionaria de la ventanilla el día en que le envió la referencia para radioterapia y quimioterapia y la trabajadora de redes le dijo a Leyla Rojas que no podía recibir esos servicios porque estaba morosa con la Caja.
Ese es uno de los múltiples milagros que permiten a esta católica fervorosa mantener un ánimo alto, a pesar de su historia de vida. La intervención de ese médico permitió que continuara con su tratamiento. Luego, una de sus hijas la aseguró en junio, y es lo que ha permitido a la señora respirar un poco de paz para continuar.
“Dios ha estado siempre conmigo. Yo le hablo a Dios y un día le dije que, si me permitía seguir con la medicina, yo tomaría fuerza para seguir adelante. Se me cayó el pelo y quedé en el puro huesito. Antes de que mi hija me asegurara, las facturas salían del hospital como si se hubiera abierto un tubo de agua”, afirma.
Leyla terminó 28 sesiones de radioterapia y 8 de quimioterapia. Acudió por casi un mes, todos los días, a las 2 a. m. a los aceleradores lineales del Hospital México. La quimio la recibió en el Hospital San Juan de Dios.
“No me quiero ni fijar en cuánto está la cuenta. Todo esos son gastos, pero ahí iba yo, como Dios me pudiera ayudar. Ahora ya terminé el proceso y he recuperado un poco de peso. En febrero me hacen un TAC (tomografía) para ver cómo voy, pero yo siento que el tumor retrocedió”, comentó con mucha fe en su voz.
Leyla afirma que quiso contar su historia con un doble propósito. El primero, para dar rostro a esos números que da la Caja, porque cada uno es una persona con su historia de dificultad para tener acceso a los servicios de salud por su condición de morosidad.
Segundo, para dar testimonio de que Dios actúa y no deja solas a las personas, a pesar de todo. Y ese “a pesar de todo” para ella significa un esposo enfermo, dos hijas con cáncer, un hijo sin seguro y su cáncer en etapa avanzada.
Conocido panadero
Desde hace más de 35 años, Gerardo Delgado Mesén es uno de los panaderos más conocidos en Zapote. En ese distrito josefino, tiene la Panadería y Repostería El Trigo Dorado, con la que ha podido hacerse de sus cosas y criar a cuatro hijos.
Sin embargo, lo que empezó como un emprendimiento y un sueño cuando era más joven, se ha convertido en una pesadilla para este panadero de 60 años. Hace tres lustros, aparece como trabajador independiente moroso con la Caja Costarricense de Seguro Social (CCSS); su deuda supera los ¢7 millones y aumenta con el paso del tiempo en intereses, multas y recargos.
La condición de morosidad de este panadero de Zapote se inició hace 15 años, cuando el pago de las cuotas se le comenzó a complicar luego de la renuncia de una trabajadora.
“Se me puso más difícil y quedé moroso con mi seguro de trabajador independiente. Fui a la CCSS a hacer un arreglo de pago y es casi imposible pagarlo. No le dan una solución. Termina uno con una factura gigantesca. La última vez que pregunté, hace unos tres años, debía como ¢7 millones”, contó Gerardo Delgado Mesén.
Una de sus hijas lo quiso asegurar, pero tampoco se lo permitieron, afirma. En la Caja, dijeron que no lo permitirían mientras no resuelva su cuenta pendiente. “Esto es algo un poco inhumano, creo yo, porque le quitan a uno el derecho a la salud”, agregó.
Cercano a cumplir los 61 años, Gerardo Delgado cuenta con la gran suerte de enfermar poco. Una de las escasas ocasiones en que requirió atención de salud fue hace unos días, cuando amaneció con un fuerte dolor de espalda.
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“Tuve que ir a una clínica privada y por cuatro horas de atención gasté ¢400.000. En estas épocas, gastar eso es difícil. Los pequeños comerciantes estamos viviendo casi que al día con lo que hacemos”, afirma el panadero, quien ve bien la posibilidad de que le condonen los intereses, recargos y multas, pero lo considera insuficiente todavía.
“Es como sacarle tierra a un hoyo: cada vez se hace más hondo. Es terrible. Todavía no ha caído en emergencias, pero sí conozco gente que ha caído en el hospital y sale con facturas de millones. Son deudas que nunca se van a poder cancelar porque somos personas que estamos sobreviviendo con lo mínimo para las necesidades básicas”, aseguró.
‘Esta deuda no me deja dormir’
La lista de padecimientos del taxista Orlando Barquero Arroyo es, más que larga, compleja y grave. Las secuelas de una hepatitis lo dejaron con cirrosis, y además padece de várices estomacales. Un tratamiento para esto último le acabó de complicar la vida, pues le provocó un tumor en el pecho por el que debe recibir seguimiento en Oncología.
Sin embargo, la millonaria deuda que acumula desde hace ya incontables años, es el freno que aplica Orlando Barquero cada vez que su cuerpo grita que vaya al hospital. De hecho, según cuenta, últimamente ha perdido tres citas en Oncología pues cada vez el protocolo es el mismo: pasar a verificación de derechos por la factura.
Barquero cumplirá 62 años este 28 de diciembre. Hace unos 30 años, es taxista, pero un accidente que sufrió sobre la ruta 32 a Limón, en el 2019, lo dejó varado un año y atrasó sus pagos a la CCSS como trabajador independiente.
“Ya tenía una deuda con la CCSS, pero el accidente me hizo incumplir el arreglo. Después de esto, me apareció una hepatitis de la más mala, las várices y el tumor. Cada vez que voy al hospital, tengo que ir a verificación de derechos por la facturita.
“Que exámenes de laboratorio ¡factura!, que ultrasonido de la pelota esa ¡factura! Y para cerrar con broche de oro, una vez que estuve internado fui a verificación de derechos y me dijeron que estaba hasta el cuello con la Caja. Yo no voy a poder hacerle frente a eso”, reconoció Orlando Barquero.
Hace poco, contó, se fracturó el dedo meñique de su mano derecha. Aunque fue a emergencias para que se lo enyesaran, con tal de no hacer aumentar su deuda él mismo se quitó la férula. “El dedo me quedó como un ocho, pero qué le voy a hacer”, comentó.
El 30 de enero del próximo año, la Caja le programó una operación para ligarle una de las várices estomacales. “En estos días, tengo que ir a hacerme unos exámenes. Son facturas de ¢75.000 y ¢80.000. Esto me quita el sueño”, reconoció.
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La condonación aprobada por la CCSS no le da mucho aire a su debilitado presupuesto familiar, que incluye el pago de alquiler de una casa, en Cuatro Reinas de Tibás, en San José.
Ya hizo números: quedaría pagando ¢333.000 por mes, más los ¢80.000 del pago de seguro. “El presupuesto familiar no da”, afirma y lo justifica con lo debilitado que está el negocio de los taxis rojos ante la incursión de otras modalidades de transporte para las personas.
“Esa deuda de la Caja no me deja dormir. En el CTP (Consejo de Transporte Público) hay unas placas para congelar por este problema de la Caja. Hay como 800 que van a congelar.
“Yo ya puse todo en manos de Dios, pero uno pierde el apetito, no le dan ganas de nada. La depresión que uno sufre es demasiado”, comentó y cuenta inmediatamente que varios de sus compañeros taxistas en situación similar o peor a la suya, han acabado con su vida.
La morosidad patronal (con empleadores activos e inactivos) asciende a ¢583.304 millones, de los cuales ¢171.808 millones son intereses. Esta es la deuda acumulada en los 81 años de la CCSS. La deuda de trabajadores independientes (activos e inactivos) asciende a ¢519.607 millones, de los cuales ¢94.117 millones son intereses.