Trabajar más horas de la cuenta aumenta el riesgo de morir a causa de un infarto o un accidente cerebrovascular (ACV, popularmente conocido como “derrame cerebral”).
Un análisis de varios estudios realizado en conjunto por la Organización Mundial de la Salud (OMS) y la Organización Internacional del Trabajo (OIT) señaló que en 2016 (año corte para los datos), 346.753 personas que fallecieron en el mundo de un infarto al miocardio (músculo del corazón) tuvieron como causa trabajar más de 55 horas semanales.
Además, el exceso de labores habría sido el causante de 398.441 decesos por ACV en dicho año en el planeta.
Los análisis tomaron en cuenta 37 estudios. Para infartos se contó con los datos de 194 países, y para ACV de 183. Costa Rica formó parte de ambos.
En total, la información de 488 millones de personas fue tomada en cuenta para este reporte, publicado en la edición de la revista Environment International, en mayo pasado.
El estudio concluyó que trabajar más de 55 horas por semana se asocia con un riesgo 35% mayor de fallecer por ACV y un 17% de morir por infarto, en comparación con quienes trabajan entre 35 y 40 horas a la semana.
Los datos para nuestro país muestran que en 2016 hubo 94 muertes por ACV y 317 por infartos atribuibles a las largas jornadas laborales. Esto representa el 20% de las muertes por ACV y el 23% de las muertes por infarto.
No hay datos actualizados a 2020 de cuántas muertes por estas causas se atribuyen al exceso de trabajo en Costa Rica. Sin embargo, si estos porcentajes se mantuvieran, hablaríamos de 98 decesos por ACV y por 329 infartos al miocardio.
No obstante, estos porcentajes podrían ser mayores si tomamos en cuenta la realidad de las jornadas laborales del primer año de la pandemia.
Pandemia agravó la situación
A esto hay que agregarle una importante variable. Estos datos terminaron de recabarse antes de la pandemia, cuando el mundo comenzó a ver otra realidad: más despidos, reducciones de jornada y de salario (o solo de salario) y el trabajo desde casa tuvieron un efecto mayor para “estirar” las jornadas laborales.
“El teletrabajo se ha vuelto la norma en muchas industrias y esto hace muy difusos los límites entre la vida laboral y familiar. Muchos negocios han tenido que recortar planilla y quienes siguen trabajando deben laborar más horas”, manifestó Tedros Adhanom Ghebreyesus, director general de la OMS.
“Ningún trabajo vale la pena para arriesgarse a una enfermedad cardiovascular. Los gobiernos, empleadores y trabajadores deben acordar límites”, añadió.
Para la psicóloga costarricense Eugenia Gamboa, quien no participó del análisis internacional, pero lleva años de estudio en la calidad de vida de los trabajadores, la pandemia ha supuesto retos muy grandes para la salud mental.
“Las largas jornadas son una realidad. Vienen desde hace tiempo, no solo en la pandemia. Estuve atendiendo antes muchas personas con el tema de burnout (”síndrome del quemado”) en estudios en empresas”, explicó.
“Se viene la pandemia y todo mundo a teletrabajar, y este problema de las largas jornadas de trabajo se masificó. Y el problema es que nos traen cansancio físico y mental”, agregó.
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Impacto en calidad de vida
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La mortalidad no es la única variable que debe tomarse en cuenta. ¿Qué pasa con la calidad de vida de quienes, por sus condiciones de trabajo, sufrieron alguno de estos eventos y sobrevivieron?
Por ello, el informe también analizó una variable llamada años de vida ajustados por discapacidad (AVAD, o DALY, por sus siglas en inglés). Esta variable indica los años que la persona que sobrevive a un infarto o ACV vive, pero con algún nivel de secuela o discapacidad y que le restan calidad de vida. En algunos casos, su condición les imposibilitará trabajar.
Un AVAD representa la pérdida de un año de vida con buena salud, según la definición de la OMS.
Los infartos producto de las largas jornadas laborales restaron al mundo 10,7 años de vida por discapacidad en 2016.
Mientras tanto, los accidentes cerebrovasculares hicieron que la población mundial perdiera 12,6 millones ese mismo año.
En Costa Rica, la población perdió 5.000 años de vida por discapacidad relacionada con derrames cerebrales y 9.000 años relacionados con infartos al miocardio.
“No podemos pensar en función del trabajo. Limita tener tiempo para sí mismo ¿y el autocuidado? El espacio para ‘chinearse’ es más que necesario”, reflexionó Gamboa.
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¿Por qué las largas jornadas laborales nos enferman así?
¿Cómo nos enferma el trabajar de más?
Hay dos caminos en los que las largas jornadas laborales llevan a las personas a tener un mayor riesgo de infartos y accidentes cerebrovasculares.
FUENTE: ENVIRONMENTAL INTERNATIONAL JOURNAL || LA NACIÓN.
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De acuerdo con el reporte, hay dos formas bajo las cuales el exceso de trabajo puede enfermar a la persona y exponerla ataques al corazón y ACV.
Un camino es meramente fisiológico. Cuando trabajamos más de lo recomendable aumenta nuestro nivel de estrés y esto pone alerta a nuestro sistema nervioso y al sistema inmunitario.
“El corazón es una bomba y su bombeo de sangre va relacionado a lo que el cuerpo necesita. Cuando estamos ante estrés se liberan muchas hormonas. El cuerpo siente que viene una situación de la que se tiene que defender, entonces se pone a trabajar más”, expresó en una entrevista anterior la cardióloga Gabriela Castillo.
Si este estrés se mantiene durante más tiempo, el corazón se verá más afectado aún.
El otro camino tiene que ver más con nuestro comportamiento y las estrategias que utilizamos para “balancear” nuestro estrés laboral, como fumar o abusar del licor. Muchas de estos hábitos no tan sanos nos llevan a dañar nuestro corazón.
“El cuerpo se enferma al no saber gestionar el tiempo”, resume Gamboa.
“Con las largas jornadas hay baja en la productividad, se aumenta el estrés, hay desconcentración, y esto también aumenta los riesgos de accidentes laborales”, agregó.
Un estudio liderado por Gamboa y divulgado en agosto pasado encontró que el 18% de quienes trabajan desde la casa tienen burnout.
“Este es un nivel muy alto. Normalmente, en este tipo de estudios hay de un 4% a 5%, lo más un 7% u 8% de burnout. Hay que comprender: este es el nivel de estrés más alto que existe. No es dolor de panza, no es alergia, no es que le cayó mal lo que se comió, ni que esté con malestar generalizado. Es el grado en que ya la gente está enferma”, destacó Gamboa.
Sin embargo, este síndrome también se ve en quienes ya han vuelto a oficinas, con el agravante de que hay otras tensiones producto del tiempo del desplazamiento y el temor al contagio de covid-19.
La psicóloga complementa: “También hay deterioro nutricional, una larga jornada no permite que personas cocinen y controlen lo que están comiendo. Y sedentarismo, porque las personas ni se levantan del asiento”.
Para la especialista, a esto se le debe añadir el problema de una epidemia de soledad cada vez mayor, pues también nos hemos aislado de las personas con las que convivíamos.
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¿Cómo reducir el riesgo?
Gamboa da recomendaciones para evitar enfermarse producto de las largas jornadas laborales y para detectar a tiempo los errores que se están cometiendo.
“También debemos hacernos cargo de nosotros mismos”, especificó.
Sin embargo también hay otras recomendaciones que, por la estructura de las organizaciones, deben poner en práctica los empleadores y quienes tienen personal a cargo.
FUENTE: PsicoEmpresarialCR || DISEÑO / LA NACIÓN.
Finalmente, Gamboa indicó que es necesario que cada persona conozca sus límites y sepa cuándo es momento de frenar y buscar ayuda médica.
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