Enero y febrero serán meses críticos para los hospitales, con un riesgo incrementado de colapso en los servicios de atención de enfermos como nunca antes durante esta crisis sanitaria.
Expertos en infectología, epidemiología y demografía pronostican que el número de infecciones, hospitalizaciones y muertes por la covid-19 repuntará en estas primeras semanas del 2021 tras el relajamiento en la práctica de medidas básicas; entre ellas, mantener las burbujas sociales, respetar el distanciamiento físico y usar bien las mascarillas.
Muchas personas —al menos, una de cada cuatro, según un estudio de opinión de la Universidad de Costa Rica, publicado en diciembre—, reconoció que rompería su burbuja social y compartiría con otros para celebrar Navidad y fin de año.
Bastaba con asomar un poco la cara a la calle en estos últimos días del 2020 para notar el regreso de las presas vehiculares y el tumulto de personas en las principales avenidas comerciales del país.
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“La movilidad de las personas se ha incrementado, sobre todo a partir de julio. Los máximos de movilidad relativa se registraron en diciembre, lo cual implicará, creo, mayor cantidad de contagios para finales del 2020, y los inicios del 2021. Es altamente probable, sí, un colapso del sistema sanitario de prestación de servicios.
“El personal de la Caja no es infinito. Y aparte de eso no son robots. Es gente que necesita descanso. Es gente que está exhausta y agobiada porque se ven expuestos al riesgo constantemente.
“Encontramos muchísimos factores que se juntan en este momento para hacernos proyectar escenarios poco positivos para inicios del 2021, porque vamos a arrastrar, por lo menos en los dos primeros meses del año, los efectos del incremento muy probable de casos de este fin de año”, afirma el epidemiólogo Juan José Romero, director de la maestría en Salud Pública de la Universidad Nacional (UNA).
El incremento en la movilidad de las personas corre paralelo al aumento en el número de casos de SARS-CoV2, el coronavirus responsable de la covid-19.
También ha quedado demostrado, con estudios del Programa Estado de la Nación, que una menor movilidad asociada a la restricción vehicular sanitaria, contribuye a frenar la diseminación del virus por el territorio.
El economista, salubrista y demógrafo Luis Rosero Bixby coincide con Romero. Según el especialista, “lo que cabe esperar es un repunte importante de la pandemia”.
“Desde mediados de noviembre, la situación de la pandemia en Costa Rica es muy extraña e inesperada: no se produjo el aumento en la tasa R que debía resultar con motivo del viernes negro, el feriado largo del 30 de noviembre y el pago del aguinaldo.
“Algo extraño está ocurriendo entre nosotros. Ojalá no sea un artificio o sesgo de menor grado de detección de casos. Y ojalá este inesperado fenómeno se repita y no haya aumento con las fiestas de navidad y fin de año. Sin embargo, objetivamente, lo que cabe esperar es un repunte importante de la pandemia”, anotó Rosero.
En su análisis sobre el 2020, el demógrafo aclara que, aunque no aumentó el número de casos en las últimas semanas, sí subieron las muertes y hospitalizaciones.
“En parte está asociado a un incremento en la proporción de casos que son personas adultas mayores (PAM). Hemos pasado de 6% que son PAM hasta agosto, al 10%. Por consiguiente, son personas con más complicaciones. Claro que este aumento puede ser un artificio de que estamos detectando menos casos de covid-19 entre personas jóvenes”, advirtió.
El 2020 cerró con 169.321 casos acumulados desde marzo, 2.185 fallecidos y 590 personas hospitalizadas, 239 de ellas en una Unidad de Cuidadados Intensivos (UCI), según el reporte del Ministerio de Salud con datos al 31 de diciembre.
‘Burn out’ social, el detonante
Hartazgo es una de las palabras que mejor podrían definir lo que muchas personas están experimentando casi un año después de que Costa Rica declarara emergencia nacional por la covid-19, y que entre sus consecuencias tiene el relajamiento de las medidas: que las personas estén tan cansadas como para respetar el protocolo básico para salir o llegar a casa tras exponerse a un escenario de mayor riesgo como, por ejemplo, el transporte público.
La pediatra infectóloga y exministra de Salud, María Luisa Ávila Agüero, reconoce la existencia de este ‘burn out’ (síndrome del quemado) social. Las personas, afirma, están indudablemente afectadas por el encierro.
Este confinamiento y las limitaciones parar moverse con la libertad que antes se tenía, dice, traen consigo problemas de salud mental (ansiedad, depresión).
“Son variables que están produciendo un gran agotamiento. El riesgo potencial de este desgaste es relajar las medidas que se han recomendado. Al inicio, pensábamos que eran seis meses, pero ya vamos por el año.
“Esto es un arma de doble filo. Son medidas en las que hay que sopesar el riesgo beneficio. La restricción vehicular sí ha funcionado para contener la dispersión, para ganar tiempo, e ir modulando la aparición de los casos. Yo lo llamo ‘surfear la ola’: aprender a surfearla para llegar con bien a la orilla, es parte de como esto se debería ver”, manifestó la infectóloga.
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Ávila recomienda solo salir de casa en casos necesarios, y si se debe acudir a sitios donde la exposición al riesgo es mayor, cumplir con disciplina el distanciamiento físico, el lavado correcto de manos, y el uso de mascarilla.
Los llamados determinantes sociales de la salud han salido a flote con la pandemia, que se ha confirmado como un fenómeno más allá de lo sanitario. Por eso, se le ha dado en llamar sindemia.
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Para Ávila, esos determinantes de la salud, como el empleo o la educación, han sufrido un impacto enorme producto de la covid-19.
“Se ha producido un daño grande, pero aún así hay negacionistas, que creeen que el virus no existe, que la mascarilla no funciona para nada y creen que esto es un complot de los gobiernos. Esto, lamentablemente, en una era donde la comunicación es tan rápida, le llega a mucha gente”, sostuvo Ávila.
Para Juan José Romero, esta pandemia desnudó muchas de las falencias e inequidades sociales, que vinieron a sumarse y a ser el caldo de cultivo para que este virus produjera mayores daños de los que podría haber ocasionado la pobreza extrema (casi 113.000 hogares están en esa condición en Costa Rica; más de 435.000 personas) y el desempleo.
Además, descubrió la existencia de personas no cubiertas por el sistema sanitario.
De julio de 2019 a julio de 2020, la cifra de pobres extremos aumentó en 1,8 puntos porcentuales, es decir, 96.697 personas más según los datos del Instituto Nacional de Estadística y Censos (INEC).
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El desempleo, mientras tanto, alcanzó el año pasado una cifra histórica: 24% en el segundo trimestre del 2020, lo cual implicó un aumento del 12,1 puntos porcentuales respecto al mismo periodo del 2019, cuando se ubicó en 11,9%.
“La gente está fundida por todo lo que significa la covid-19, tanto por el miedo, la desconfianza, la excesiva precaución para no infectarse o infectar a otros, pero también por los efectos que ha tenido sobre las economías individuales y familiares.
“Esto va a tener un efecto en el mediano y largo plazo. Todo este escenario es sustrato para que las personas tiendan a tener mayor laxitud con los protocolos y violen la distancia. Intentamos ampliar burbujas, y nos creamos las burbujas laborales y de amistades...”, agrega Romero.
Luis Rosero vaticina un aumento de las desigualdades económicas y sociales.
“Parece que en lo económico quienes más han perdido son los grupos de menores ingresos y el sector informal de la economía. Y una grave brecha social se está acentuando: la de la educación. Esta brecha es sobre todo cualitativa.
“Los niños de los estratos sociales más bajos están recibiendo una educación de mucha menor calidad que los grupos con buen acceso a Internet, computadores, y con apoyo de sus padres o tutores en la enseñanza virtual”, afirma el demógrafo.
Por otro lado, los especialistas ven en la vacunación una esperanza, aunque advierten que por la disponibilidad mundial de las vacunas este será un proceso lento y que requerirá una logística compleja para culminar con éxito.
Las primeras vacunas se comenzaron a aplicar en Costa Rica el pasado 24 de diciembre, y se espera alcanzar a 3 millones de personas en el transcurso del presente año, en aras del tan ansiado 60% de población inmunizada.