Al profesor universitario Salvador Monge Fallas no le quedó más remedio que tomar ¢1,1 millones de sus ahorros y pagar la operación para extraer la catarata que no le permite ver de su ojo izquierdo.
Esta operación se la harán en una clínica privada este sábado 29 de octubre, a las 7:30 a. m., porque su condición no podía esperar a la cita que le dio el Hospital Max Peralta, de Cartago, el 15 de abril del 2027, a las 11 a. m. Esa fue la fecha más cercana que logró para ver al cirujano.
¿La operación en el Max Peralta? ¡Ni idea! El 15 de abril del 2027 es solo la fecha de la consulta para que el especialista del hospital cartaginés evalúe la condición de su ojo y programe la operación, si lo considera necesario.
Salvador Monge tiene 67 años. Comenzó a tener problemas de la vista en el 2021 cuando empezó a ver borrosas la pizarra y las presentaciones de sus clases.
En enero de este año, arrancó su recorrido entre Ebáis y hospitales de la provincia de Cartago en espera de una solución pronta a su problema. Jamás imaginó lo que le tocaría vivir.
Su peregrinar, contó, se inició en el Ebáis Clorito Picado, en Turrialba, el 12 de enero, cuando él le informó al médico lo que le pasaba.
“Aquí empezó el primer presagio de este martirio. Con una risa pícara, (el médico) me indicó que tenía una catarata y que este mal era casi imposible de operar en la Caja debido a la carencia de especialistas y a las largas filas de espera. Me indicó que iba a redactar una referencia para el Hospital William Allen (Turrialba)”, relató Monge.
Un mes después, prosiguió, lo vio un optometrista de ese hospital, que le recetó unos lentes. “Le indiqué que se suponía que la cita era para ver mi catarata. De mala manera, me dijo que él era el especialista y que yo debía acatar sus indicaciones”, contó.
Este maltrato hizo que Salvador Monge denunciara el caso a la Contraloría de Servicios del hospital turrialbeño y a la Dirección Médica. Con su carta, finalmente logró que lo llamaran del William Allen para que acudiera a Oftalmología.
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“El 18 de mayo, por fin, me atendió el Dr. Rivers Cuadra, quien después del examen a mi ojo confirmó la presencia de una catarata y su extensión. De inmediato, al igual que el doctor del Ebáis, vino la sentencia: ‘Voy a hacerle una referencia al Hospital Max Peralta de Cartago, pero de una vez le digo que hay una larga fila de espera y no sabría decirle cuándo podría ser atendido’.
“Casi cinco meses después de haber enviado esa referencia a Cartago, y al no recibir yo ninguna respuesta, presenté de nuevo otra carta a la Contraloría de Servicios y a la Dirección Médica del William Allen pidiéndoles explicaciones por el atraso”, agregó.
‘Esto es tocar piso’
La llamada para retirar la referencia para la cita con cirugía en Cartago, finalmente la hizo el hospital de Turrialba el 10 de octubre. Le informaron de que debía presentarse a retirar la referencia.
El día que Salvador llegó al William Allen se encontró con una fila de al menos unas 30 personas; todas adultas mayores con problemas de la vista y muchas con acompañantes por sus dificultades para movilizarse solos.
Como estas personas, Salvador Monge hizo fila dos horas para que le entregaran la referencia para la cita, la cual estaba oculta entre una montaña de documentos similares al que él aguardaba. Casi se va de espaldas cuando leyó que el oftalmólogo del Hospital Max Peralta lo vería hasta el jueves 15 de abril del 2027.
La Nación consultó al Hospital Max Peralta sobre la lista de espera en cirugía de cataratas, pero no se había recibido información al cierre de esta nota.
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“Esto es doloroso”, opina Salvador. Para él, significa el caos de un servicio de los muchos que tiene la Caja “que ya toca suelo”.
“Todos los que estaban conmigo ese día llegaban con la esperanza de la referencia y salían con citas al 2026, 2027, 2028″, confirmó.
“Por eso, me opero este 29 de octubre. Pagaré ¢1,1 millones en una clínica privada porque no veo que haya una opción para mí. Yo estoy aquí porque soy un afiliado del sistema de salud costarricense, como tal tengo obligaciones pero también derechos.
“Una operación de catarata no es una cortadita. No puedo usar un sentido de los más importantes del ser humano y mi calidad de vida está muy afectada. Cuando vi mi cita para el 2027 y leí lo que está pasando en Cartago, que está sin tecnología y especialistas para sacar esa lista, lo entendí como una señal de Dios”, explicó.
Esto es lo que lo motivó a pagar por su operación. En el servicio privado, en cuestión de dos días le hicieron todos los exámenes y el sábado, a las 7:30 a. m., en un procedimiento ambulatorio (no requiere hospitalización) y programado para durar no más de 20 minutos, Salvador Monge Fallas dirá adiós a su catarata.
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Los cuidados posoperatorios son mínimos y no se esperan mayores complicaciones. Recuperará su ojo izquierdo y volverá a las giras con sus estudiantes y a los paseos con su familia, sin necesidad de tapar el ojo o vivir la angustia de sufrir un accidente.
Reconoce sentir un inmenso dolor en el corazón por aquellos adultos mayores que vio en la fila aquella mañana, porque son personas sin sus mismas posibilidades económicas para pagar esta operación, y se verán obligados a esperar durante años esa cita, si es que llegan con vista y con vida.