“Desde que estaba en la escuela me quería ver más delgada. Nunca fui gorda, pero sí quería verme más delgada, parecerme a una prima o a gente de la tele. A los 15 años me propuse a bajar de peso. Llegué a pesar 22 kilos, midiendo 1,45 m”.
Estas palabras, de una joven de 20 años vecina de Cartago, reflejan una realidad que no se fue con la pandemia. Ni la anorexia, ni los otros trastornos de la conducta alimentaria (TCA) han desparecido.
En 2015 estea muchacha estuvo hospitalizada tres meses, tiempo que dice “no le sirvió de mucho”, pues, aunque subió de peso, las ideas de conseguir la máxima delgadez posible no se le fueron.
Hoy, cinco años después, ella sigue luchando con una condición de la que no se recupera, pero pone todo de su parte para hacerlo.
Su caso no es ni por asomo el único en este país.
Datos de la Caja Costarricense de Seguro Social (CCSS) indican que, entre marzo de 2020 y marzo de 2021, hubo 60 hospitalizaciones y 51 incapacidades por estas condiciones. Esto no incluye todo lo que puede llegar a los centros privados de salud, ni a quienes no buscan ayuda.
Aunque los trastornos más conocidos son la anorexia, bulimia y el atracón, son varios los tipos de TCA que pueden manifestarse en las personas. Algunas pueden vivir más de uno a la vez.
Pandemia exacerbó los desórdenes
De acuerdo con especialistas consultados por La Nación, la llegada de una pandemia hizo que se desarrollaran nuevos trastornos y que personas que ya estaban en proceso de recuperación tuviera recaída.
Para Lauzahned Matamoros, de la Coordinación Nacional de Psicología de la CCSS y quien trabaja con personas con TCA, la “nueva normalidad” a la que nos llevó la pandemia aumenta los niveles de ansiedad en algunas personas, quienes también están más aisladas de quienes normalmente les dan apoyo.
“Las personas están más ensimismadas, más pendientes de sus propios pensamientos. Eso hace que se compliquen más los TCA, porque hay más pensamientos obsesivos relacionados con la comida o con la figura”, manifestó la especialista.
Rosanna Mauro, nutricionista especialista en TCA, indica que este momento complica la alimentación.
“No es un momento fácil. Uno de los retos que nos plantea la pandemia es que es más difícil buscar apoyo porque falta plata, no alcanza ir donde el profesional de la salud, hay miedo de contagio de ir a establecimientos de salud”, expresó.
“Los TCA afloran en la soledad, las personas son más propensas a caer cuando están solas, y eso es mucho de lo que se está viviendo en esta época”, añadió.
Para Mauro, esta pandemia ha hecho que más personas compren de emprendimientos de quienes se pusieron a hacer repostería, postres y comidas, pero a la vez, hay todo un pensamiento de que se debe salir más delgado y saludable al terminar esta época.
“Las personas tienden por un lado a comer más y por otro a sentirse señaladas. Muchas podrían tomar decisiones que le hagan enfermar más”, dijo la nutricionista.
“Igual en la soledad nos premiamos o castigamos con la comida. En algunas personas hay falta de control”, agregó.
Esto también lo vivieron los pacientes.
“Con la pandemia sí me afectó mucho porque las citas me las pasaron a virtual, y claro, no es lo mismo la cita virtual a presencial”, reclamó la joven.
“No tenía dónde pesarme y ver cómo iba mi progreso. Yo decía ‘¿Cómo voy a saber si estoy mejorando?’ Por dicha ya volví a citas presenciales”, añadió.
Para Silvina Gimpelewicz, de la Asociación de Desórdenes de la Conducta Alimentaria de Costa Rica, el aislamiento dejó a quienes eran proclives a trastornos a merced de disparadores.
“Con el aislamiento hay angustia, falta de socialización, ahora tienen más tiempo para estar en redes sociales y ahí ven los estereotipos. Las redes sociales influyen en los trastornos”, admitió.
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Más incidencia en mayores de 30 años
El problema no solo se ve en adolescentes, en el último año se ha visto cada vez más en personas mayores de 30 años.
“Los TCA no son exclusivos de la adolescencia, así como no son exclusivos de mujeres blancas adineradas”, resumió Mauro.
La nutricionista indica que hay dos grupos de personas que manifiestan estos síntomas en la vida adulta.
Por un lado están las personas que tuvieron un trastorno cuando jóvenes y tuvieron una recaída. Esto se ve especialmente (pero no exclusivamente) en quienes no buscaron ayuda o no se habían recuperado del todo.
Por otra parte, hay personas que lo experimentan por primera vez, ante los cambios vividos en esta época y posibles disparadores que tenía desde antes.
“Nadie está exento. Y, además, alrededor de esto están los cambios hormonales y metabólicos. Ya cuesta bajar de peso”, señaló la especialista.
Gimpelewicz lo vive con quienes buscan ayuda de la Asociación: “el otro día recibí a una persona con 50 años que lleva 20, o 30 años con un trastorno. Sin embargo hasta ahora, después de un episodio, tal vez más fuerte, buscan ayuda”.
“Pero también hay otras de 30 y pico que cuando uno indaga vienen desde mucho antes, pero no habían querido asumir y tras una recaída buscan ayuda”, agregó.
Costa Rica carece de programa integral para TCA
Para las especialistas consultadas uno de los mayores problemas es que la CCSS no tiene un programa integral para atender los TCA y en medio de una pandemia los esfuerzos ante olas crecientes y saturación hospitalaria han complicado aún más la situación.
“La CCSS no tenemos ningún programa ni institucional ni interdisciplinario de abordaje. Lo que hacemos es tratar los síntomas, pero es un problema, porque no tenemos donde llevar a la gente”, señaló Mauro.
“Es muy triste ¿cómo hacemos para la gente que no puede pagar un servicio privado? Si a nivel de psicología y de nutrición le van a dar una cita cada tres meses”, prosiguió.
Y finaliza: “La gente tiende a cronificarse más si no puede buscar ayuda privada, porque no hay acceso a tratamiento integral estatal. Se descompensa, la atienden emergencias, la estabilizan y lo máximo que van a hacer es mantenerla 15 días internada para darle un poquito de sostén, pero nada más”.
Gimpelewicz enfrenta lo mismo con quienes buscan la Asociación.
“La Caja no está pudiendo resolver. Hay gente que está muy mal y que no tiene lo mínimo”, enfatizó.
“¿Uno qué siente? ¡Total impotencia! ¿Qué hace la gente que tiene un trastorno alimentario y no tiene dinero? ¿Dónde los mandamos? Si ellos me dicen que van a la Caja y no los valoran”, agregó.
La joven de 20 años que acude a consultas de la CCSS indica que hacen un gran esfuerzo, pero que las prioridades por ser tiempo de pandemia sí afectan a quienes sufren un TCA.
“Es muy, muy difícil, uno quisiera como que lo vieran cada 15 días o algo así porque uno sí necesita ayuda. A veces necesito más ayuda psicológica, sola no puedo. No es fácil ver cómo va cambiando el cuerpo mientras uno sube de peso, uno se cuestiona si seguir o no y a veces uno quisiera hablarlo”, admitió.
Para Matamoros, la salud mental debe volver a ser prioridad, pero esta época, de saturación hospitalaria sí afecta: “La idea de salud está puesta en lo biológico y todo lo que es salud mental y trastornos psiquiátricos. Y eso se ve en la asignación de recursos, hay más para enfermedades físicas que para trastornos y salud mental”.
Para los especialistas, la forma en la que los pacientes pueden avanzar y recuperarse mejor es si se detecta a tiempo y se trabaja no solo en el aumento de peso, también en ideas, acciones y emociones, y el tiempo de atraso puede pasar factura.
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