“La palabras cuentan”. Ese fue el nombre de la actividad a la que fueron convocados los papás de niños que asisten al Cen-Cinái de La Chorotega en Alajuelita, San José.
Parte de la dinámica en la que participaron el miércoles anterior, incluía leer frases como “otra vez usted, qué raro”, haciendo alusión a esas expresiones comunes, pero poco afectivas que en ocasiones utilizan los papás cuando se enojan con sus hijos y otras con mensajes positivos. Cada una era clasificada en verde o rojo, según el sentido.
El programa en el que se desarrollan las sesiones se llama Somos Familia y su principal fin es que los pequeños aprendan desde la primera infancia que los hogares en los que crecen y que en unas décadas formarán por su cuenta, deben estar libres de violencia, estereotipos y machismos.
Los asistentes, quienes ya llevan varios meses de participar, intercambiaron criterios, tácticas y consejos sobre cómo lidiar con situaciones complicadas. Entre ellos ya existen camaradería y confianza para compartir sus experiencias y son guiados por una de las encargadas del centro.
Uno de las principales particularidades de los grupos es que las actividades incluyen la participación de los pequeños, quienes se vuelven el centro de la dinámica.
Las convocatorias no incluyen quejas o extensos discursos, sino juegos, abrazos y muchas experiencias para sanar y para aprender a no repetir patrones violentos.
Incluso Ana Ortega y José Guevara, padres que acudieron a la actividad en el Cen de La Chorotega, elogian la dinámica porque aseguran que no tiene nada de aburrida. Ese día afirmaron, el principal aprendizaje que se llevaron fue tener “tácticas de tolerancia”.
Zunny Martínez, psicopedagoga y docente a cargo de la unidad técnica del plan impartido desde hace seis años por el Ministerio de Salud y la fundación Paniamor, asegura que es en esa etapa temprana donde se debe apostar por un cambio cultural.
Sin embargo, para que sea exitoso el programa va amarrado con las familias.
Poco se lograría sin en el centro se les enseña a no hacer distinciones de género o que los golpes no son la solución, si al llegar a su casa el escenario es otro.
“Cada una de las actividades tiene su esencia, que hace que las familias se vuelquen hacia los niños y los vean con otros ojos. Muchos de esos niños nunca han escuchado una palabra de cariño hacia ellos o entre sus padres. Si esos niños tienen una permanencia de seguridad y ven en sus hogares ese ambiente de cariño, ellos van a reproducir eso cuando sean grandes”, afirmó la funcionaria.
Además se les enseña a los pequeños a desterrar conceptos como el que si son niños no pueden jugar en la casita de muñecas
De acuerdo con los datos del Cen-Cinái, durante el 2018 la estrategia fue impartida a 15.281 niños del programa de Atención y Protección Diaria. También participaron 19.423 adultos.
Este se trata de otro esfuerzo para frenar la violencia en los hogares, que se suman a programas de atención para las víctimas y grupos de apoyo para agresores. En esto trabajan municipalidades, pero también organizaciones civiles e instituciones públicas.
Se gesta el cambio
Según Martínez, las sesiones se convierten en un “imán” para las familias pues, por ejemplo, muchas mamás que crecieron en ambientes violentos se sienten atraídas por la posibilidad de descubrir cómo transformar las vivencias que están dando a sus hijos.
Durante los encuentros trabajan con juegos y esa es otra de las acciones que muchas de las asistentes califican como valiosas, pues en otros entornos no habían sabido cómo poner en práctica este tipo de acercamientos con sus hijos.
Otro de los aspectos destacados por directora del programa es que conforme avanzan ya no solo acuden las mamás sino también los padres.
La apuesta por incidir en el cambio desde la edad más temprana también da vueltas en el programa de preescolar del Ministerio de Educación Pública, sin embargo ahí el plan camina a paso lento.
Johanna Coto, asesora del Departamento Nacional de Primera Infancia de ese ministerio explicó que actualmente se traba con la línea de equidad que promueve el Instituto Nacional de las Mujeres (Inamu).
“Se le enseña a los niños más pequeños cómo ir afianzando prácticas que no sean discriminatorias (…) son cambios pequeños, por ejemplo algo tan sencillo como que ya no se hace fila de hombres y de mujeres para ir al comedor, sino que sea una sola fila”, explicó.
Desde el 2017, dijo, se ha venido capacitando a las docentes en ese tipo de herramientas en conjunto con el INAMU y la Fundación Paniamor.
“Es vincular el programa de estudio con enfoques de género, trato igualitario”, añadió.
En tanto la iniciativa similar a la aplicada ya en los Cen-Cinái, se empezará a implementar hasta finales del próximo año e inicialmente solo llegará a las zonas más vulnerables.
“La idea es de aquí a cuatro años abarcar todo el país, como apuntamos hacia el cambio cultural tenemos que ir despacio.
"Esta edad es sumamente importante, porque es la etapa propicia para un montón de aprendizajes; si se crea una cultura libre de estereotipos o esas conductas agresivas, porque cuando se les explica es algo que se interioriza en ellos e incluso son muy dados de llegar a las familias y decir eso no se hace, entonces significa que hubo un impacto”, puntualizó Coto.