Entre mayo y setiembre del 2021, Yorleny Chaves Calvo vivió una de las peores pesadillas de toda su vida. Nunca imaginó que una uña encarnada en el dedo gordo de su pie izquierdo sería la causante de uno de los dolores más intensos que ha experimentado. Tampoco, que sería el origen de la depresión que la hizo abandonar sus actividades favoritas por el simple hecho de no aguantar ni una sandalia.
Su pesadilla comenzó cuando se le encarnó la uña y en su búsqueda de una curación encontró en redes sociales a una supuesta podóloga que se promocionaba como la mejor especialista en enfermedades de los pies en un hospital privado. Resulta que no era podóloga y, menos, la mejor. Le arrancó la uña en una consulta de 20 minutos por la que le cobró ¢50.000, pero le dejó un pedazo que fue el detonante de la infección que estuvo a punto de dejar sin un dedo a esta ama de casa, vecina de Vista de Mar, en Goicoechea.
“Pasé unos días fatales porque no se me sanaba. La llamé. Le conté que estaba muy mal del dedo, la infección estaba fatal, pero me contestó de mal modo. ‘No me gusta que me llamen’. Y me colgó. Regresé varios días después a pagar otra consulta para que me dijera que era normal. Me envió una crema que me puse por mes y medio, y ella solo me decía ‘hay que dar tiempo’”, relata Chaves.
En ese ‘dar tiempo’ pasaron cuatro meses y más de ¢350.000 en tratamientos infructuosos, en los que Chaves dejó de salir, hacer ejercicios o dormir porque ni siquiera soportaba el roce de la cobija en el dedo infectado. La depresión en la que cayó la hizo estallar en llanto de la desesperación. Una de sus hijas reaccionó y buscó ayuda en otra parte.
Aquí fue donde se dio cuenta que quien se hacía llamar ‘podóloga’, primero, no estaba en la lista de los 35 técnicos en Podología autorizados para ejercer esa especialidad por el Colegio de Médicos y Cirujanos de Costa Rica. Tampoco pertenece a la Asociación Costarricense de Profesionales en Podología (ACPP), que reúne a los poquitos tecnólogos con permiso para ejercer esa especialidad en el país.
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El presidente de esa Asociación, Marvin Madrigal, confirma que testimonios como el de Yorleny Chaves se escuchan muy frecuentemente en sus consultorios. A inicios de febrero, cuando conversamos con él, confirmó que en una sola semana atendió tres casos que llegaron en busca de ayuda por complicaciones en lesiones de los pies al caer en manos de personas sin la formación, capacitación y, mucho menos, autorización para curar esas enfermedades.
Los casos incluyen uñas encarnadas, hongos, úlceras y, lo más preocupante de todo, pies de diabéticos que solo deben ser intervenidos por profesionales expertos en el tratamiento de estos enfermos.
“Personas sin formación, que se hacen llamar ‘quiropodólogos’ y ‘quidopedicuristas’, se atreven a tratar los pies de estos enfermos con el riesgo de infección, incluso, de perder dedos y pies por una intervención irresponsable. Atienden en casas, sin las condiciones mínimas de esterilización de equipos y hasta en centros comerciales”, advirtió Madrigal. Advirtió que los pedicuristas deben limitarse a intervenir pies sanos.
El presidente del Colegio de Médicos y Cirujanos de Costa Rica, Mauricio Guardia Gutiérrez, confirmó que en los últimos dos años han recibido 33 denuncias por casos muy parecidos al de Chaves, relacionados con un presunto ejercicio ilegal de procedimientos exclusivos para profesionales en Podología.
Las denuncias que puede abordar la Fiscalía de ese Colegio son las que transgreden el Código de Ética Médica por una posible negligencia, imprudencia o impericia.
“La Asociación de Podólogos nos externó la preocupación porque numerosos pedicuristas se atreven a hacer procedimientos que solo debería hacer un podólogo. Incluso, intervenciones en pies diabéticos, con el consecuente riesgo para quienes acuden a esos servicios.
“Un recuento del estado de las denuncias recibidas en Fiscalía del Colegio por estos temas, da cuenta de siete casos enviados al Ministerio Público, tres en manos del Tribunal de Ética Médica, y los demás fueron archivados”, informó Guardia.
El Ministerio de Salud, por su parte, confirmó que no ha recibido denuncias por casos tan puntuales como este. Sin embargo, aclara que el ejercicio del profesional en Podología debe realizarse bajo las indicaciones de un profesional en Medicina, y los establecimientos que den ese servicio deben cumplir con las condiciones que dictan el Reglamento General de Habilitación y la Norma para la habilitación de consultorio de atención médica.
Tratamiento fantasma
La historia de Lucía es más dramática que la de Yorleny. Su nombre es ficticio a solicitud de la paciente, porque el trauma que le dejó un tratamiento ‘fantasma’ y, además, infructuoso, fue tan grande que teme una eventual represalia de la supuesta profesional que la mantuvo cuatro años engañada.
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Sí, ¡cuatro años! Los cuatro meses de Yorleny Chaves multiplicados por 12, sufriendo dolor e infecciones que empezaron con una uña encarnada en el pie derecho de Lucía. La molestia la llegó a discapacitar para caminar con normalidad. No soportaba ni sandalias ni tennis.
Con trabajos ocasionales, Lucía financió durante todo ese tiempo más de ¢1 millón en supuestas ‘canalizaciones’ de las uñas, un tratamiento que, según podólogos autorizados, no existe para abordar la recurrencia de las uñas encarnadas.
“Iba cada mes y medio porque, según me explicó, yo era del porcentaje mínimo cuyo problema no se resolvía con una cirugía. Yo iba a que me limaran las uñas y me cortaran, sin anestesia, los pedazos encarnados. Tenía que aguantar el dolor porque no tenía suficiente dinero para pagar una consulta donde ella usara anestesia. Me hizo firmar un plan de ‘cliente frecuente’ y me aseguraba que era la única en el país que hacía ese tratamiento. Le creí”, cuenta.
A finales del año pasado, el agua rebasó el vaso. “Me trató muy mal. Y me cansé. Busqué recomendaciones y encontré a un podólogo que me dejó en shock cuando me reveló que quien me había estado atendiendo por cuatro años no era podóloga. Este otro especialista me hizo la cirugía y la sanación de las uñas –porque el problema ya se había extendido a todos los dedos del pie y estaba empezando en el otro pie– ha sido inmediata”, relata.
Yorleny Chaves y ‘Lucía’ cometieron un error común: dejarse guiar solo por información que aparece en redes sociales sin confirmar en fuentes oficiales, como el Colegio de Médicos.
En el caso de los técnicos en Podología, es obligación estar inscritos ante el Colegio de Médicos y Cirujanos, que les da un carné y un certificado para garantizar su idoneidad. Este Colegio recomienda verificar si la clínica a la cual piensan ir tiene permisos del Ministerio de Salud para operar y brindar los servicios que ofrecen.
Hay algunos ‘signos’ que pueden hacer sospechar a los pacientes, dijo Madrigal.
“Un podólogo nunca recomienda medicinas caseras; tampoco medicinas usadas en veterinaria o remedios macrobióticos, que es lo que están haciendo en estos centros supuestamente especializados en pies. Nosotros damos medicamentos farmacológicos que tengan evidencia científica, y basamos nuestros diagnósticos en pruebas de laboratorio, cultivos, ultrasonidos o radiografías.
“Los pacientes que han sufrido daños son muchos. A una señora le dijeron que lo que tenía en el pie era un ‘callito’ y era una verruga plantar ocasionada por el virus del papiloma humano (causante de cáncer, entre ellos, el de cérvix). A otra la infectaron con un hongo que le llegó hasta la matriz de la uña porque tampoco desinfectan ni esterilizan el instrumental como debe ser.
“Otro paciente diabético, hombre de 40 años, tenía un callo en el pie y en el centro al que fue le dijeron que tenían que ‘operarle’ el callo, y lo iban a hacer en medio centro comercial. Por dicha, la hija se opuso”, relató Madrigal.