No hay que viajar tanto en el tiempo para recordar los peores momentos de la pandemia. Aunque quizá el confinamiento de los primeros meses esté entre los recuerdos de miles, la ola pandémica que llenó salones y Unidades de Cuidados Intensivos (UCI) y registró cifras de mortalidad diarias superiores a los 40 fallecimientos, y sucedió entre mayo y setiembre del 2021, marcará para siempre la historia. Las imágenes de las carrozas fúnebres frente a las morgues hospitalarias o a los contenedores refrigerados con cadáveres son, principalmente, de esas fechas.
Pudo ser peor, de acuerdo con especialistas consultados por La Nación. La vacunación anticovid que arrancó en diciembre del 2020 en medio de uno de los escenarios de más incertidumbre, evitó una catástrofe sanitaria de mayores dimensiones. Especialmente, con la llegada de ómicron a finales del 2021, una variante más contagiosa del SARS-CoV-2, el virus que produce la covid-19, pero menos agresiva que delta, su antecesora.
Con una cultura provacuna, la población esperó la primera oportunidad para protegerse contra el virus. Llegado el momento, y a pesar de la escasa disponibilidad inicial de dosis a nivel mundial, las largas y prolongadas filas en los puestos de vacunación se hicieron parte del paisaje en todo el país.
Aunque entre diciembre del 2021 y finales de enero del 2022 ómicron casi duplicó la cantidad de casos nuevos diarios (casi 40.000 acumulados en la semana del pico, la última de enero) registrados en los peores momentos de delta, no sucedió lo mismo con hospitalizaciones y muertes, que sí aumentaron pero con una velocidad y gravedad sustancialmente menor, explicó el epidemiólogo Roy Wong McClure, de la Caja Costarricense de Seguro Social (CCSS).
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Wong McClure lo atribuye a la vacunación. También al comportamiento menos severo de ómicron. Ahora, lo que se espera, dijo, es un mejor control de la curva pandémica.
Por eso, el 2021, segundo año pandémico, fue el año de la vacuna. Catorce meses después de que arribara el primer cargamento de las producidas por Pfizer-BionTech al Aeropuerto Juan Santamaría, se han colocado más de 9,4 millones de dosis. Es tres veces la cantidad de vacunas puestas anualmente en los esquemas regulares, confirmó Gabriel Ugalde, de la coordinación nacional de Enfermería, de la Caja Costarricense de Seguro Social (CCSS).
El ministro de Salud, Daniel Salas Peraza, reconoce que a pesar de que la incertidumbre dominaba en esos momentos, sabían que la vacunación cambiaría los escenarios de riesgo. “No sabíamos, por supuesto, que iba a salir una variante como ómicron, pero sí que iríamos avanzando. Hubo mucha presión al inicio para incluir a grupos que no estaban contemplados en la priorización.
“Costa Rica respondió satisfactoriamente. En junio y agosto todavía la cantidad de vacunados con dos dosis no era suficiente para tener un escenario sustancialmente diferente, aunque ya empezábamos a ver ciertos patrones, sobre todo en quienes enfermaban gravemente, principalmente, no vacunados. A inicios del 2022, vemos que la gran mayoría se ha vacunado. Está también el tema de las dosis pediátricas y la tercera dosis. Esto es parte de avanzar en un territorio incierto, como una pandemia de un virus nuevo”, dijo Salas.
Entre personal de Enfermería, auxiliares y técnicos de atención primaria en salud (Ataps), en estos 14 meses, 1.581 personas han estado vinculadas directamente con la colocación de las dosis, que se concentra en el primer nivel de atención donde están los Ebáis y las áreas de salud. Sin duda, intervienen muchas más.
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“(...) las estrategias de vacunación para esta jornada sin precedentes se han ajustado de manera progresiva, de menos a más recursos, según la disponibilidad de dosis, pasando de vacunaciones concentradas en las sedes de áreas de salud, hasta los momentos con picos máximos de vacunaciones semanales, con rangos de 350 a 450.000 aplicaciones”, describió Gabriel Ugalde .
El papel de los voluntarios se agrega al realizado por todo el personal de vacunación, incluidas las juntas de salud que trabajan en Ebáis, clínicas y hospitales, dijo Leandra Abarca, del Programa Ampliado de Inmunizaciones (PAI), de la CCSS.
“Todos los que trabajan en la Caja han tenido que ver con la vacunación. Lo que se hizo en el 2020, 2021 y esperamos terminar en este primer semestre del 2022 ni siquiera lo hubiéramos imaginado hacer y no se compara con jornadas anteriores. Planificamos siete millones de dosis de covid, y ya llevamos más de nueve millones”, destacó Abarca.
‘Había que hacer fila’
Hasta el 1.° de marzo anterior, el país había recibido 11.614.525 de dosis en 80 arribos de vacunas, en el Aeropuerto Juan Santamaría, confirmó Alexánder Solís, presidente de la Comisión Nacional de Emergencias (CNE). Esta institución ha sido la responsable de adquirir las dosis, por medio de su Fondo Nacional de Emergencias. En total, el país ha invertido bajo diversas modalidades, más de $102 millones.
Las vacunas que han llegado son de las empresas Pfizer, AstraZeneca y también por el mecanismo Covax, que busca facilitar el acceso a las vacunas a países de ingresos bajos. Recientemente, se han agregado vacunas de Moderna.
En el proceso para identificar el costo, las características de efectividad y la disposición de las empresas farmacéuticas intervinieron la CNE, el Ministerio de Salud, la CCSS, la Cancillería y la Contraloría General de la República, en un contexto de emergencia por la pandemia y, además, de crisis fiscal.
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“Se identificaron mecanismos de Derecho español que permitían hacer compras a riesgo en caso de necesidad pública y para garantizar el bien de la ciudadanía. Esto implicaba saber que estábamos comprando un producto en desarrollo, que requería autorizaciones y que teníamos que dar un adelanto para poder estar en la fila.
“En palabras sencillas, había que estar en la fila. Y para estar en la fila había que firmar un contrato de confidencialidad y además dar una muestra de buena voluntad para estar en la fila, es decir un adelanto, que después se iba a descontar de las dosis de vacunas que se estaban supliendo”, resumió Solís en una descripción del proceso que tomó de agosto a diciembre del 2020 y por el cual tuvieron que dar cuentas muchas veces; incluso, frente al plenario legislativo.
Aun hoy está sujeto a adendas para garantizar la provisión de dosis en un escenario todavía pandémico y también de cambio de Gobierno. Se espera recibir en lo que queda del primer trimestre la totalidad de las vacunas pediátricas y dos millones a lo largo del año para completar los esquemas en adultos hasta con tercera dosis.
Para Abarca esto fue de las mayores complicaciones. “El programa de inmunizaciones se ha caracterizado por tener vacuna accesible en cualquier rincón del país. Esta vacuna, que nos fue llegando en poca cantidad por la disponibilidad mundial, generó uno de los más grandes desafíos desde el punto de vista de la planificación y la ejecución. Teníamos que estar priorizando cuando nunca se le rechaza la vacuna a nadie”, recordó.
“Corresponderá a las nuevas autoridades decidir si firman nuevos contratos o adendas. Esto es parte de la complejidad de tener un cambio en medio de la pandemia. Y de la responsabilidad que asumimos de no llevar el programa de vacunación hasta una fecha determinada de la administración, sino más allá.
“Lo que pase en el segundo semestre dependerá del comportamiento de la epidemia; incluso, de lo que estimen conveniente hacer las nuevas autoridades en relación con el decreto de emergencia, que es potestad del Ejecutivo”, aclaró Solís.
Desafíos y pendientes
Al 28 de febrero, un 74,1% de la población nacional tenía dos dosis de la vacuna. Hay un 7,2% que comenzó su esquema y debe terminarlo. En otras palabras, un 81,3% de la población ya tiene al menos una dosis. Hay quienes han ido más allá y reforzaron su protección con una tercera: un 25,7% de los habitantes.
Las tareas para este año incluyen terminar el primer semestre con la población de 5 a 11 años cubierta, y con los refuerzos de quienes iniciaron su esquema.
Pese a los números positivos, a la CCSS le queda un pendiente muy importante, que fue advertido por la Organización Panamericana de la Salud (OPS): llegar a los brazos de 250.004 mayores de 12 años que han tenido opciones para ser inoculados y, por una u otra razón, no lo han hecho. A esto deberá sumar un número aún no especificado de padres que niegan la vacuna a sus hijos. Ese es, según Abarca, uno de los mayores retos de cara a la entrada del tercer año pandémico.
Hasta ahora, desconocen el perfil de los reticentes. Saben las zonas geográficas donde están y su edad, pero dentro de los pendientes está analizar sus razones para rechazar el biológico. Esa será la base para trabajar de forma más focalizada en disipar dudas, temores y acercar la gente a esta protección.
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Hay otro reto no menor: adaptarse y tener la posibilidad de cambiar según lo que dicte la evidencia científica sobre la forma de combatir el virus con vacunación. Saber si será necesaria una cuarta dosis para algunas poblaciones o si habrá cambios en la formulación de las vacunas según posibles variantes circulantes son situaciones para las cuales se debe estar abierto.