La venta de aceites con extracto de cannabidiol (CBD) sin registro sanitario, tiene preocupadas a las autoridades por el alto riesgo que representa para la salud pública, pues una gran mayoría está contaminada con pesticidas, metales pesados, herbicidas y, además, no traen las cantidades de compuestos que dicen en su etiqueta. Por lo tanto, pueden ser insalubres y de mala calidad.
Según las autoridades, hasta la fecha no se ha logrado controlar este mercado, el cual está generando ganancias a muchas personas que se aprovechan de la enorme demanda del producto. Hay decenas de sitios en Internet que ofrecen aceites artesanales que muchas veces se preparan sin los procedimientos adecuados.
La Comisión Institucional de Cannabis Medicinal, del Ministerio de Salud ya ha alertado sobre tres marcas que se comercializan sin los permisos correspondientes.
“Todo medicamento, ya sea químico o natural, requiere una evaluación de su calidad, seguridad y eficacia, previo a su comercialización, esto para garantizar que el mismo no traerá consecuencias a los pacientes.
“En estos casos, esta evaluación no ha sido realizada y por lo tanto, se desconocen los sitios y formas de fabricación, la composición del producto y si el mismo en realidad funciona para las indicaciones que se le atribuyen”, indicó la alerta sanitaria, emitida en 2019.
La Dirección de Regulación de Productos de Interés Sanitario de esa cartera confirmó a La Nación que últimamente no ha tenido denuncias sobre nuevos aceites con CDB que circulen en el mercado irregular. Sin embargo, reconoció que es muy probable que en Internet se vendan varios productos de este tipo, pero que no es fácil identificarlos porque les cambian el nombre o eliminan las publicaciones.
En caso de que se ubique una venta ilegal, se procede a decomisar el artículo y si se ofrece como una cura o algo similar, se valora si amerita una sanción mayor, como ocurrió con el guaro con metanol que llegó a la vía judicial.
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“Ningún producto que no esté registrado debería ser consumido por nadie, porque desconocemos qué contiene. Cuando nosotros hacemos la revisión tenemos una fórmula o unos ingredientes, información de dónde proviene el producto, si ha cumplido con buenas prácticas de manufactura, etc.
“Pero si se consume un producto no registrado, no se puede dar fe de que venga bien, no se puede saber si contiene lo que indica el frasco o la etiqueta. Uno se expone a que el producto no tenga nada o que más bien contenga cosas que no debería tener, a lo mejor algún contaminante, si ha sido mal almacenado o ha perdido su calidad”, explicó Ileana Herrera, jefa de la Unidad de Registros.
Para la funcionaria, es peligroso que las personas acudan a estos productos por tener un menor precio.
“La gente dice ‘es que los venden más baratos’, pero muchas veces lo barato sale caro. Arriesgar la salud no lo vale. Estos productos, por lo general, no son tan artesanales porque tienen que armarlos aquí de manera ilegal, entonces no se sabe de dónde provienen los ingredientes que contienen.
“Hay que tener cuidado porque en estos momentos de pandemia, donde la gente está metida en su casa, muchos sin trabajo, se les ofrecen productos milagrosos y eso es muy peligroso, porque no existen tales productos que lo arreglan todo”, argumentó.
Preparación doméstica
Carlos Hernández, especialista en medicina cannábica, afirma que es sumamente riesgoso preparar estos compuestos sin los equipos tecnológicos que se requieren.
“Muchas personas lo están haciendo en sus propios hogares, lo cual es lo más peligroso probablemente. También hay personas que lo están importando y están entrando estos productos por Aduanas. Hay otras personas que tienen convenios con empresas estadounidenses que les dan los aceites.
“Es mucho más difícil y más caro importar productos ya hechos, que traerse un galón de la sustancia y aquí hacer una etiqueta medio profesional para ya empezar a comercializar. Probablemente hay una granja de cannabis legal en Estados Unidos detrás de ese producto, pero quién sabe cuál, cómo y dónde”, explicó.
El principal problema, en su criterio, es que los comerciantes están recetando las dosis sin tener los conocimientos científicos para hacerlo, pues, según dijo, una de las características de esta molécula es que funciona de forma distinta en cada tipo de persona. Se tiene que ir con el paciente asesorándolo y acompañándolo para ver cuáles son los efectos que le genera.
“Definitivamente es un tema de salud pública. Incluso a nivel internacional todavía no es algo que está completamente regulado y entendido. Tampoco sabemos cuáles son las repercusiones que puede tener a largo plazo si se vende a la libre”, manifestó Hernández.
Mediante consultas a páginas de redes sociales que comercializan los aceites, La Nación determinó que una gran mayoría de los vendedores dicen no tener estudios médicos, sino que solo buscan un ingreso extra.
Ademán, prometen que sus productos curan la ansiedad y la depresión, pero no abundan en detalles ni explican cómo, y solo indican que se deben tomar distintos tipos de dosis hasta que alguna surja efecto.
Los precios alcanzan hasta los ¢50.000 y comúnmente piden los pagos en efectivo o por medio de Sinpe Móvil. Asimismo, utilizan plataformas de envío exprés para hacer llegar los artículos a sus clientes.
Importancia de la regulación
El Instituto sobre Alcoholismo y Farmacodependencia (IAFA) indicó que en julio creó una comisión institucional multidisciplinaria para estudiar el fenómeno del consumo de CBD en Costa Rica.
La agrupación está liderada por un antropólogo, pero también participan funcionarios dedicados a la prevención, personal tratante y representantes del área legal del Instituto.
“El propósito es estudiar un poco los distintos productos y los impactos que hay con el CBD, a partir de estudios científicos y referencias de experiencias internacionales también”, señaló la institución.
Paula Picado, psicóloga y representante de la Comisión de Cannabis de IAFA, comentó que como se están comercializando tantos productos sin registro sanitario, es complicado analizar los efectos del compuesto.
Especialmente porque si una persona reporta que tuvo efectos adversos con algún producto, si no estuviera registrado, no se podría determinar que sucedió por el CBD o si fue por alguna otra sustancia del artículo.
“Podría pasar que alguien tenga un efecto contraproducente al deseable porque el producto no se desarrolló con los estándares de manufactura adecuados”, explicó Picado.
La funcionaria destacó que es preocupante que el Ministerio de Salud tenga que confiar en la palabra de los proveedores al registrar los productos, ya que el país no tiene los equipos adecuados para analizarlos.
Además, comentó que todavía no hay estudios científicos costarricenses sobre este tema en específico.
“Las personas todavía desconocen mucho la diferencia entre el CBD y el THC, entonces piensan que todo es lo mismo, que es marihuana. Hay que empezar a educar a la población”, señaló.
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Farmacéuticos preocupados
Santiago Rodríguez, presidente del Colegio de Farmacéuticos de Costa Rica (Colfar), concuerda en que este mercado ilícito debe activar las alertas de la población.
“El criterio nuestro es que al venderse de manera clandestina, se convierte en un riesgo para la salud pública porque no se sabe qué puede tener, cómo se está vendiendo, de dónde viene y quién lo desarrolla”, manifestó.
Insistió en la urgencia de un control más estricto, pues de lo contrario, deparará en problemas en la salud, ya que no es posible probar seguridad y eficacia cuando el comercio es clandestino y presentado como medicamentos naturales.
Para él, lo más óptimo sería que se brinden contra receta médica y bajo la dispensación y control de un farmacéutico.
“Es muy importante que se haga de esa manera porque eso va a evitar que se den riesgos de interacciones con otros medicamentos o sustancias y de posibles efectos adversos”, aseveró.
Actualmente solo hay un aceite con CBD con permisos sanitarios que se vende en distintas farmacias privadas como un suplemento alimenticio, entre ellas las de la Compañía Farmacéutica S. A. (Cofasa). Se llama Osmosis, aunque según indicó personal de una farmacia, el producto aún no se vende mucho por su alto precio y porque los usuarios casi no conocen de su existencia.
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