Las misas en latín que causaron esta semana la suspensión del sacerdote Sixto Varela Santamaría, han sido objeto de una fuerte polémica dentro de la Iglesia católica por décadas.
Aparte de ser en otra lengua, las llamadas misas tridentinas tienen rituales, oraciones y cantos propios, distintos a los que se practican en las convencionales.
En Costa Rica se realizaban, de manera frecuente, en la parroquia dirigida por el cura Varela, en barrio San José de Alajuela.
Aunque el tema siempre era motivo de debate, una orden emitida por el papa Francisco, el 16 de julio pasado, puso fin a la discusión, al limitar este tipo de celebraciones a casos muy específicos, que deben estar autorizadas por los obispos.
La decisión, según explicó Francisco, fue fruto de una consulta.
“A raíz de la iniciativa de mi venerado predecesor Benedicto XVI de invitar a los obispos a una evaluación de la aplicación del Motu Proprio Summorum Pontificum, tres años después de su publicación, la Congregación para la Doctrina de la Fe llevó a cabo una amplia consulta a los obispos en 2020, cuyos resultados fueron considerados a la luz de la experiencia adquirida en estos años”, escribió el Papa.
El Motu Proprio Summorum Pontificum (mandato papal) lo que hizo fue establecer una nueva reglamentación para la liturgia Romana vigente desde 1962.
Tres días después del mandato del Papa, los ocho obispos costarricenses se pronunciaron e instruyeron aplicarlo en todo el país. Entre ellos, el obispo de Alajuela, Bartolomé Buigues, quien emitió un decreto en el que dejó muy clara la prohibición de estos ritos en su diócesis.
No obstante, la orden no fue acatada por el sacerdote Sixto Varela, quien era el único cura tico que oficiaba misas tridentinas en el país, como lo confirmó la Conferencia Episcopal, máximo órgano de la Iglesia aquí.
La Nación hizo gestiones para conversar con el religioso, pero este comunicó que no se va a manifestar.
‘Una ruptura’
De acuerdo con Manuel Rojas Picado, vocero de la Conferencia, fue en la década de los 60 que se comenzó a discutir la necesidad de un cambio en el ritual de la misa.
“El uso del latín había empezado en la Iglesia muchos siglos antes, cuando era una lengua como el inglés hoy, que es la lengua universal que todo mundo conoce. Es decir, era el idioma al que la mayoría tenía fácil acceso.
“Además, las misas se hacían con una serie de ritos que respondían a una mentalidad que poco a poco ha ido cambiando en la Iglesia”, manifestó.
Entre 1965 y 1970 se decidió que la manera de celebrar la eucaristía tenía que modificarse.
“En el momento que se hizo el cambio, había grupos que venían tan acostumbrados a celebrar la misa de esa forma, no solo por una cuestión de hábito, sino porque ese rito e idioma había marcado su cultura de forma profunda, que entonces quisieron seguir celebrando así y eso empezó a originar una ruptura en la Iglesia.
“Porque toda la Iglesia en general decía que ya no se debía celebrar así, pero ellos seguían con esa manera de hacerlo y eso estaba generando división”, explicó el religioso.
La reforma, afirmó, respondió a la necesidad de que la participación en las misas se volviera más “consciente, activa y fructífera”, ya que al celebrarlas en latín, el idioma representaba una barrera.
Ese criterio es compartido por los obispos costarricenses, aseguró.
“En Costa Rica, en realidad... a ver, con toda sinceridad, ¿quién conoce el latín? Ni nosotros los curas porque ya no lo aprendemos como antes. Los que se dedican un poco a eso son una minoría y, en todo caso, lo cultivan como una cuestión académica y no como algo que realmente toque la cultura y la vida cotidiana.
“Entonces, no es que el rito sea algo malo en sí mismo, es que responde a parámetros culturales que no son los propios de Costa Rica”, argumentó.
Caso del cura Varela
Manuel Rojas confirmó que la Conferencia Episcopal había identificado que era en la parroquia del padre Sixto donde las misas en latín se realizaban con frecuencia.
Igualmente, ratificó de que fueron estos hechos los que dieron origen a la tercera amonestación contra el cura alajuelense, pues continuó las celebraciones pese al decreto del obispo Buigues.
La tercera amonestación motivó una suspensión de seis meses para el religioso de 45 años, además de la recomendación de renunciar.
Para el vocero de la Conferencia, la sanción no fue “desproporcionada” porque además de la celebración de misas en latín, ya había otros antecedentes sobre varias faltas que había cometido el padre.
Aseguró que este es una situación puntual y que la Conferencia Episcopal no está ‘persiguiendo’ a sacerdotes que celebren estas ceremonias.
“Ninguno de nuestros obispos actúa con la intención de hacerle daño a algún sacerdote. (...) Definitivamente no hay, en ninguno de los obispos, la intención alguna de perseguir a alguien por esto”, aseveró.
La Nación intentó conocer a cuántos sacerdotes se les había instado a renunciar en los últimos cinco años por motivos similares a los de Varela, pero la Conferencia Episcopal dijo no contar con esos datos.
‘No somos ultraconservadores’
Las misas en latín que realizaba el padre Sixto Varela estaban ligadas a la Asociación Summorum Pontificum Costa Rica, un grupo de cerca de 500 fieles que promueve este tipo de celebraciones desde 2012.
Su presidente, José Pablo Arias Soto, ratificó que Varela era el único sacerdote costarricense que aún oficiaba estas ceremonias formalmente y que por eso es tan cercano a su agrupación, “única en el país”.
Según Arias, cuando el padre Sixto no podía celebrar los actos, la Asociación le compraba boletos de avión y pagaba hospedaje, comida, transporte y alimentación, a curas extranjeros que vinieran a realizar las misas.
Ahora, declaró, respetarán la decisión de la Conferencia Episcopal de no permitir estas celebraciones en territorio tico, pero señaló que seguirán insistiendo para que en un futuro puedan darse.
“No somos ultraconservadores o tradicionalistas, somos católicos del rito romano, como el Papa y los obispos, y nuestra única particularidad es que amamos la misa como se celebraba anteriormente, en latín y con mayor solemnidad.
“Nosotros respetamos profundamente otras formas de celebrar la misa, y no queremos imponer esta forma de celebración a nadie, únicamente que nos sigan permitiendo la celebración en la que estaban asistiendo cada domingo hasta 250 personas en la parroquia de barrio San José de Alajuela”, expresó.
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La agrupación manifestó sorpresa por la prohibición porque, según datos internacionales aportados por ellos mismos, solo 18 diócesis en el mundo no permiten estos actos y siete son de Costa Rica.
“En lugares como Estados Unidos y Europa el mayor porcentaje de los obispos ha dado permiso. En muchos países se está celebrando en plena comunión con el Papa, en la misma basílica de San Pedro en la Ciudad de Vaticano se celebra este rito”, comentó Arias.
Para Manuel Rojas, la Asociación Summorum Pontificum es un grupo de fieles “muy jóvenes” que no manejan el latín y no crecieron en esa “cultura antigua”, pero que se sienten atraídos por celebrar la misa de esa manera.
“Ellos tienen muy buena voluntad, uno entiende que se sienten atraídos por el rito antiguo, pero a veces muestran que no están entendiendo exactamente el fondo de las cosas”, declaró el presbítero.
Alejandro Jiménez, sacerdote experto en derecho canónico, explicó a este diario que si el grupo continúa realizando estas misas, no recibiría ninguna sanción porque no son una agrupación reconocida por la Iglesia.
Sin embargo, la Asociación indicó estar en camino a formalizar ese reconocimiento.
Si ocurre, añadió Jiménez, el grupo sí podría ser sancionado por desobediencia si realizan los actos en la diócesis de Alajuela, donde ya hay un decreto que lo impide.
Además, si algún sacerdote extranjero viniera al país a celebrar esas misas en esa diócesis (como lo acostumbra la Asociación), también tendría repercusiones porque estaría cometiendo una “falta grave”.