El gas licuado de petróleo (GLP) es un combustible más barato que otros en Costa Rica al gozar de un subsidio que se carga a los usuarios de diésel y gasolinas. Esto estimula la venta de sistemas para adaptar vehículos con motor de gasolina a GLP, pues conlleva un ahorro sustancial en la compra de carburantes.
El cambio puede recortar el gasto en combustible a la mitad o incluso más pero implica riesgos pues estos trabajos no están regulados y pueden ser inseguros según cómo se hagan. No obstante, servicios de buena calidad con mano de obra calificada para la instalación pueden mitigar la inseguridad. De todos modos, agregan ciertas incomodidades y suponen un peligro adicional para los pasajeros por las propiedades físicas del gas.
No existe estadística oficial de cuántos vehículos usan GLP pero la Autoridad Reguladora de los Servicios Públicos (Aresep) y Bomberos de Costa Rica aseguran que ese registro estaría creciendo con fuerza.
De acuerdo con esas las entidades, la única referencia que existe sobre el tema está en los anuarios de la empresa Riteve, que se encargaba de la revisión vehicular, según los cuales la cifra ronda los 4.000 entre los años 2020 y 2021. Sin embargo, la venta de gas en estaciones de servicio en ese periodo creció 25%, lo cual sugiere que hay más automotores que funcionan con gas.
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El GLP usado en vehículos representa 11,5% del consumo nacional, informó María Elena Martín Morales, encargada de Regulación de Calidad en combustibles de la Aresep. Solo del 2020 al 2021 aumentaron de 66 a 77 las estaciones de servicio que también venden GLP, mientras que el volumen vendido pasó de 26 millones de litros en el 2016 a 42 millones el año pasado: un 61% de más, como señala la estadística de Aresep.
Para Martín, los datos revelan que hay más vehículos adaptados de lo que se cree.
El cambio
Actualmente, adaptar un motor de gasolina de cuatro cilindros cuesta entre ¢700.000 y ¢905.000, pagados en efectivo o mediante depósito bancario, confirmaron los talleres MTG Conversión A GAS LP y Romano Autogás, respectivamente.
Por ese monto, al vehículo se le instala un sistema de inyección paralelo al de gasolina, usualmente con un tanque de 48 litros situado en donde va la llanta de repuesto u otro punto dentro del vehículo, así como conductos para la inyección del gas al motor de manera secuencial mediante un control computarizado de válvulas electrónicas.
El trabajo incluye sensores de presión y temperatura y válvulas de seguridad en caso de fugas, tanto en el tanque como en el punto de ingreso del gas al motor, que igual seguirá ocupando gasolina, en la gran mayoría de casos.
Al arrancar el vehículo con el motor frío, esa ignición será con gasolina, hasta que la temperatura del motor aumente hasta cierto punto, momento en el cual el sistema instalado hará una transición automática a GLP, que en adelante será el combustible predominante, incluso al 100%, en las cámaras de combustión.
Esto quiere decir que los ocupantes viajarán en un vehículo con dos depósitos de sustancias en extremo inflamables, donde el contenedor que siempre irá más lleno lo ocupará la sustancia potencialmente más peligrosa pero, sin duda alguna, la más barata.
Ahorro previsto
Hoy un litro de gasolina súper cuesta ¢1.104 y uno de GLP (70-30) vale ¢381. Por ejemplo, si un conductor compra 45 litros de esa gasolina dos veces al mes pagará ¢99.360, mientras que quien compre GLP deberá desembolsar ¢34.290 al mes por 90 litros. Se trata de una diferencia de ¢65.070.
El gasto de un año con base en los precios actuales es de ¢411.480 en el caso del gas y de ¢1.192.320, con gasolina (¢780.840 de diferencia).
Si adaptar a GLP un vehículo cuesta de ¢700.000 o ¢905.000, dicha inversión se recuperaría en entre siete y nueve meses, respectivamente ,a un ritmo de compra de gasolina súper de 90 litros al mes. No obstante, la recuperación prevista puede adelantarse o retrasarse, según se use el vehículo adaptado y el ritmo de compra de GLP.
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Andrés Tencio Coto, propietario del Taller MTG Conversión A GAS LP, explicó que por rendimiento energético, hay 15% más de consumo de gas frente a la gasolina. Esto augura visitas más frecuentes a la estación de servicio.
“Todo tanque de gas se llena al 80% de su capacidad. Si el tanque es de 48 litros, se llena a 38 por razón de seguridad. Si ese tanque recibe un impacto, ese 20% de espacio le permitirá deformarse de manera segura”, explicó.
Tencio insistió en que estas adaptaciones son seguras siempre y cuando los componentes tengan certificaciones de calidad de fábrica y que la mano de obra esté especializada.
“Hay instalaciones de todo tipo, según el precio. He visto algunas con tuberías expuestas y hoy muchas personas van a un taller donde les instalan equipos sin ser distribuidores oficiales de las marcas o con mecánicos sin especialización”, advirtió.
La ingeniera María Elena Martín, de la Aresep, recordó que en Costa Rica hay cuatro reglas para este servicio, emitidas por el Instituto de Normas Técnicas de Costa Rica, con protocolos de cómo instalar equipos, calidades de esas piezas, competencia y formación de quienes las instalan y características del propio tanque. No obstante, su adopción en los talleres es voluntaria.
Riesgos latentes
Entre el 2015 y el 2019, se atendieron en promedio 47 emergencias anuales en vehículos adaptados, indicó Miguel Araya Álvarez, coordinador del Programa de Investigación de Incendios de la Unidad de Ingeniería de Bomberos de Costa Rica.
Para el 2020 y 2021, en plena pandemia, la estadística cayó a 40 y 30 casos, respectivamente. No obstante, en el 2022 ya el conteo iba por 30 a inicios de agosto.
“Hay un repunte en la estadística. Algunas veces nos topamos con emergencias por colisiones que, sin ser graves, implican mayor riesgo debido al gas y que nosotros llamamos emergencias físico-químicas. La gasolina y el diésel son líquidos en su estado natural y se evaporan, pero con el gas todo es distinto porque si se topa una fuente de ignición puede ocurrir una BLEVE”, explicó.
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BLEVE es el acrónimo inglés de Boiling Liquid Expanding Vapour Explosion (Explosión de vapor en expansión de líquido hirviendo), un tipo de estallido violento que puede ocurrirle a tanques para gas almacenado a presión por una ruptura o fuga del recipiente.
Por su condición gaseosa, agregó Araya, el GLP puede expandirse muy rápido y abarcar más área, lo que genera un mayor riesgo si hay ignición. En incidentes con estos vehículos, los bomberos hacen perímetros de seguridad más amplios por la violenta onda expansiva que podría ocurrir. Eso sí, el ingeniero confirmó que hasta ahora no se ha registrado un BLEVE en Costa Rica ligado a automotores.
“Cuando el gas se almacena en un recipiente, entra a presión y por eso se licua pasando de gaseoso a líquido. Si sale violentamente por una fuga o se rasga en una colisión, puede expandirse de forma violenta al regresar a su estado natural”, añadió.
Como el GLP es una mezcla de butano y propano, explicó, según se diluya y entre en contacto con el oxígeno del aire, existe el riesgo de que alcance lo que se denomina “límite inferior de explosividad”. Esto significa que solo faltaría una fuente de ignición para que todo se combustione en forma instantánea.
“Tan delicado es, que en las estaciones de servicio no se permite a nadie cerca del vehículo mientras carga el gas y a los carros se les debe hacer una puesta a tierra para prevenir una fuente de ignición por electricidad estática debido a la carrocería”, comentó.
Otras consideraciones que se deben hacer si se quiere hacer el cambio, es el espacio del vehículo necesario para el tanque y posibles dificultades con pólizas.
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Según el Servicio al Cliente del Instituto Nacional de Seguros (INS), dueños de pólizas para vehículos de gasolina podrían atentar contra esa aseguranza si modifican el carro sin alertar previamente del cambio.
Para evitar complicaciones, la persona primero debería solicitar un estudio de su caso. No obstante, si el ahorro es la prioridad, toda consideración de seguridad e inconvenientes asociados podrían diluirse tan rápido como el gas.