Cada vez que se acerca agosto, Marlene Cordero Castillo recuerda con cariño aquel mes de 2016. Fue aquel año cuando el vestidito que ella confeccionó estuvo muy cerca de ser el escogido durante la llamada vestición, el 1.° de agosto, para que la imagen de la Virgen de los Ángeles lo llevara en la celebración del día siguiente.
Aunque al final su vestido no ganó, esta devota cartaginesa vivió con muchísima emoción todo el proceso. Según dice, no era fácil lograr que le probaran la pieza, de ahí su enorme alegría cuando lo hicieron. Este momento lo compartió con amigas que la acompañaron.
“El sacerdote me dijo que se lo iban a poner (a la imagen) a puerta cerrada y luego me lo entregaba, eso fue lo que me quedó en mi mente. Cuál fue mi sorpresa cuando fui a la vestición y voy viendo ahí mi vestido. Casi caigo ahí desmayada de la emoción y yo decía allá está mi vestidito el que yo le traje a la Virgen, todavía recuerdo tanto ese día y fui muy feliz y aún lo soy”, rememoró la mujer de 67 años.
En aquel entonces se celebraba el Año Santo del Jubileo de la Misericordia, que transcurrió entre 2015 y 2016. El vestido elegido fue confeccionado por una vecina de la zona sur del país, quien atribuía a la Virgen el milagro de aliviar sus problemas óseos.
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Hasta 78 vestidos
Doña Marlene, vecina de Cot de Oreamuno, tiene más de 50 años de ser devota de la Virgen de los Ángeles y desde hace 15 años prepara prendas para llevar a la misa de la vestición. La primera vez presentó seis vestiditos, pero cuando cumplió 10 años de llevar piezas, fueron 78.
La mayoría ella las ha hecho a mano, pero cuando son bordados, han sido obra de una amiga.
Durante la ceremonia, que tiene lugar en la explanada de la basílica de los Ángeles, el sacerdote bendice todas las prendas que llevan los fieles como doña Marlene.
En su caso, se lleva los vestidos a la casa y, cuando sabe de alguna persona enferma, le facilita alguno, pues está convencida de que el vestido bendito y la fe pueden ayudar a sanar.
De todos las prendas que ha llevado, guarda 15 en una cajita de madera y, aunque cada una tiene su valor, la que le probaron a la Negrita es sin duda la más especial.
“Este año espero ir a la misa y llevar siete vestidos bordados, esto no es tanto por una promesa... es por devoción y me gustaría seguir participando muchos años más, siempre y cuando la Virgen me lo permita, los años que ella quiera”, expresó.
De los siete vestidos que presentará, regalará dos.
Se hizo ‘inmanejable’
Anteriormente, el vestido era elegido entre decenas de devotas conocidas como “las costureras de la Virgen”, quienes llevaban sus trajes para que fueran probados. La actividad tuvo que suspenderse debido a la enorme cantidad de prendas que llegaban. En una oportunidad, se recibieron 6.000 vestidos, por lo que era imposible de probar todos.
Como explicó Miguel Adrián Rivera, rector de la basílica, en un principio, el vestido tenía una función práctica de aislar la piedra de la Virgen del manto metálico, pero luego adquirió un sentido de “piedad popular”, del cual la Iglesia no está ajena.
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“La actividad se volvió inmanejable, por lo que los obispos optaron por elegir entre cinco o seis modelos y que los fieles pudieran traer sus modelos para bendecirlos”, añadió.
Desde 2022, la vestición se amplió a católicos de otras zonas, lo que permite aportar el vestido para la imagen a una diócesis específica por algún motivo especial.
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El año pasado se escogió la diócesis de Pérez Zeledón y este año le corresponde a la de Puntarenas, que celebra su 25 aniversario. La diócesis puntarenense ha abierto la participación, por lo que recibirá vestidos de sus fieles y de entre ellos hará la elección.