Los primeros cinco meses de la pandemia acabaron con la tienda de ropa y zapatos que Rónald Badilla tenía hacía casi ocho años en el centro de San José, muy cerca de la avenida central.
Al bajar las ventanas metálicas de su negocio, dejó atrás inversión, años de trabajo y mucha dedicación. También significó liquidar a tres trabajadoras fijas que lo habían acompañado en su emprendimiento.
“Emocionalmente fue muy fuerte, la verdad es que lo pensé bastante, por todos. Pero tomé la mejor decisión, por más dura que fuera; era algo que yo ya no podía sostener responsablemente, era muy poca la gente que iba a San José.
“También tenía mucha incertidumbre sobre qué iba a hacer si nos volvían a cerrar, sobre cómo nos iba a afectar la restricción, el teletrabajo y todo eso.
“Cuando vi que mucha gente estaba emprendiendo y vendiendo en Internet, decidí seguir el mismo camino porque el negocio me estaba asfixiando cada vez más”, afirmó el comerciante de 54 años.
Basta un corto recorrido por la ciudad para ver decenas de locales desocupados donde antes operaban negocios que corrieron la misma suerte que la tienda de don Rónald.
Las decenas de inmuebles con rótulos de se alquila, inclusive en atractivos puntos comerciales como la avenida central, evidencian los efectos económicos de la pandemia de covid-19 en este sector.
Esa realidad está plasmada en los números oficiales que administra la Sección de Patentes de la Municipalidad de San José. Durante los primeros 15 meses de la crisis sanitaria, 1.716 comerciantes devolvieron sus patentes para cerrar sus negocios.
Esos números representan un incremento cercano al 30% en renuncias de licencias, en comparación con el mismo periodo precedente.
En esos primeros 15 meses de crisis sanitaria, también se solicitaron 1.517 patentes para abrir negocios. Sin embargo, esto representa una disminución del 40% en apertura de nuevos comercios, en comparación con el periodo prepandemia.
El jefe de la Sección de Patentes de la Municipalidad de San José, Carlos Montero, cree que la realidad comercial puede ser mucho más grave de lo que reflejan esos datos.
“Aquí podemos hablar de muchos números, pero ese sentimiento que usted percibe cuando está en las calles, es la verdadera realidad; porque aquí podríamos decir ‘es que no estamos tan mal’, pero creo que esa realidad en las calles es el verdadero termómetro comercial.
“En San José la actividad comercial siempre fue muy dinámica. Si se iba un negocio ingresaban otros. Pero ahora, usted ve en cualquier cuadra o sector del cantón, varios locales que todavía no se recuperan (permanecen cerrados).
“Existe esa incertidumbre de lo que pueda pasar y creo que la gente dejó de atreverse a abrir un negocio por eso mismo”, afirmó Montero.
La tormenta perfecta
Si bien el sector arrastraba números adversos desde 2018, que comenzaron a evidenciarse con la desocupación de locales al año siguiente, la pandemia de coronavirus se convirtió en la tormenta perfecta para agudizar esa crisis.
Así lo describe el director de la Cámara de Comercio de Costa Rica, Allan Gerli, quien además es representante del segmento de tiendas.
El cierre de comercios no esenciales para prevenir los contagios del nuevo virus, al comienzo de la emergencia sanitaria, frenó por completo la actividad económica durante semanas.
Posteriormente, el llamado a quedarse en casa fue el siguiente golpe para los comercios josefinos, que estaban acostumbrados a atraer clientes entre las muchas personas que atravesaban la ciudad.
Ahora, la vigencia del teletrabajo y de la restricción vehicular sanitaria, como medidas para evitar que la pandemia se salga de control, siguen evitando el regreso a la normalidad.
Todo eso bajo el contexto de afectación económica de miles de trabajadores sin empleo o con salarios afectados producto de la emergencia sanitaria.
“La comprensión de la situación fue generalizada en los primeros meses y eso permitió arreglos muy significativos entre las partes para poder sobrellevar la situación. Alquileres diferenciados, porcentajes de las ventas y una serie de concesiones que se comenzaron a erosionar con el tiempo.
“La condición actual, ahora adentrados en la pandemia, de alguna forma se desgasta. Algunos operadores ya no son sostenibles, el volumen (de las ventas) no les está dando y los propietarios de los locales no están dispuestos a hacer concesiones mayores. Ahí es donde vemos que sobreviven algunos y se comienza a dar en otros lo que llamamos muertes jurídicas”, manifestó Gerli.
Jorge Madrigal, presidente de Masterfoods Costa Rica, empresa que se dedica a las bienes raíces comerciales, comparte la tesis de que la pandemia solo vino a empeorar las condiciones de un sector fuertemente golpeado por la situación económica previa.
“Los síntomas eran ya bastante evidentes desde 2019. La pandemia vino a acelerar la desocupación de locales en todo tipo de formato, desde locales tipo ventana, pequeños, medianos y grandes, así como los ubicados en food courts.
“La desocupación llegó a niveles nunca antes vistos, particularmente en San José y centros comerciales. En la pandemia, no solo hay mucha más oferta que demanda, sino que el tráfico vehicular y peatonal es mucho más reducido producto del ‘quédate en casa’ y la capacidad de compra del consumidor es mucho menor. También hay una reducción importante del dinero circulante en la calle y mucho menor disposición a gastarlo”, afirmó.
Hoy, producto del cierre de negocios, esta compañía tiene 25 locales en alquiler, solo en el centro de San José.
“Muchos inquilinos que dejan la actividad lo hacen porque no logran cubrir sus gastos operativos como lo son la planilla, las cargas sociales, alquileres. Han recurrido a sus ahorros y ventas con descuentos de sus productos y servicios, pero hay un momento en que ya no es viable sostener el negocio, las bajas ventas no les permiten ni siquiera la subsistencia”, afirmó el representante de Masterfoods.
Negocios se dan de baja
La Sección de Patentes del Ayuntamiento capitalino también da seguimiento al índice de actividad comercial, que crearon para medir la capacidad regenerativa de la economía josefina.
Si ese índice es igual a 1, significa que por cada comerciante que renuncia a una patente, hay otro que solicita una licencia con el propósito de iniciar un negocio en el cantón.
Si el dato es mayor que 1 se interpreta que hay más negocios entrantes que salientes. Por el contrario, si ese número baja de 1, representa que hay más negocios cerrándose.
En los dos años precedentes a la pandemia, ese indicador se ubicó en 1,7 en 2018 y 1,6 en 2019. Aunque el número no era fuertemente positivo, al menos se evidenciaba que por cada negocio que se cerraba, había casi dos que se abrían al público.
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La pandemia se trajo ese número abajo, ocasionando una balanza deficitaria. En el año 2020, el dato se ubicó en 0,8%, es decir, fueron más los negocios que cerraron. La capacidad regenerativa de la economía josefina no pudo absorber ese golpe.
Mientras, a mayo de este año, el índice se ubicó en 1. Esto quiere decir que por cada negocio que abre hay otro que se está cerrando.
Ese resultado de empate, sin embargo, sigue siendo un dato negativo para el gobierno local, pues, al ritmo actual de cierre de negocios, tendrían que nacer 5,6 negocios nuevos para asegurar los mismos ingresos fiscales que generaba un comercio maduro que pereció por la crisis.
Esto porque en el caso de nuevos establecimientos, la tasa más alta no puede sobrepasar los ¢100.000 trimestrales, mientras que a los establecimientos con más de un año de operar se les cobra hasta el 0,35% de sus ingresos brutos anuales.
“Es un dato muy preocupante porque estábamos acostumbrados a que por cada patente renunciada ingresaban casi otras dos”, afirmó Montero.
Además, según los funcionarios municipales es común que un negocio establecido tuviera mayor actividad económica, en comparación con un establecimiento nuevo, que, en muchas ocasiones, tiene que captar a sus clientes desde cero.
Estos números que evidencian un dinamismo comercial aún adverso, también representan una menor recaudación para el municipio. De acuerdo con la Dirección Financiera, en 2020 se dejaron de recaudar ¢1.100 millones.
Para este año, se presupuestaron ¢3.000 millones menos de ingresos por conceptos de patentes. Además, posiblemente, no se alcance la meta de recaudación. Es decir, el hueco sería mayor a esos ¢3.000 millones presupuestados.
“La verdad es que golpea bastante, es algo importante. Esto significa, por ejemplo, dejar de hacer cierta obra pública que es lo que el ciudadano a veces más le interesa”, añadió Rodolfo Fonseca, jefe de la Dirección Financiera de la Municipalidad.
Esperanza
En ese mar de incertidumbre, sin embargo, también está la esperanza de los avances de la campaña de vacunación contra la covid-19, sustentada con mejoras en los índices de actividad económica en el sector comercial.
“Estamos todavía esperando, primero, que la vacunación avance como el mejor recurso para sobrellevar esta situación y, segundo, que elementos del clima político y económico de Costa Rica se vayan aclarando para que de alguna manera el comercio pueda comenzar a florecer.
“El otro día escuchando a una economista decía ‘veo algunos brotes verdes’. Y me gustó mucho la figura porque suena como un elemento positivo. Hay una reducción, por ejemplo, en el desempleo. Lenta, más lenta que muchos otros países, pero que es una reducción al fin”, manifestó Gerli.
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Para el director de la Cámara de Comercio, los negocios que lograron sostenerse durante la pandemia, saldrán fortalecidos de este proceso, por toda la transformación que vivieron para mantenerse a flote.
No obstante, recalcó que se necesitará que el panorama económico siga mejorando para que esos negocios terminen de salir de la crisis.
“Creo que estamos a la luz del túnel. No hay duda de que los que han logrado llegar a este punto operando y funcionando, tienen una mayor oportunidad de echar raíces en este proceso de reactivación. Y tienen una ventaja, pero necesitan de que haya consumidores, de que el entorno los acompañen. Ahí también irán surgiendo otras tiendas y va a brotar de nuevo el comercio”, aseguró el empresario.
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