Cada año, alrededor de 45 millones de personas en Estados Unidos inician una dieta, según el Boston Medical Center. No obstante, el 73% de los adultos en ese país tienen sobrepeso u obesidad, de acuerdo con los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades. Estos datos sugieren que la cultura de la dieta no está funcionando como se espera.
Kimberley Wilson, psicóloga colegiada con un máster en nutrición, explicó a Newsweek que los hábitos alimenticios se establecen desde los primeros años de vida. “A los dos o tres años, ya tenemos preferencias por ciertos sabores y texturas”, afirma. Esto hace que cambiar dichos hábitos sea una tarea compleja y que el cerebro se resista a modificarlos.
El cerebro, según Wilson, busca minimizar el esfuerzo y ahorrar energía. “Cuando un hábito se arraiga, se vuelve automático y el cerebro deja de prestar atención, lo que facilita la repetición del mismo comportamiento”. Por esta razón, cambiar un hábito alimenticio requiere un esfuerzo adicional. Sin embargo, la experta subraya que esta resistencia no es sinónimo de falta de motivación o pereza, sino una muestra del esfuerzo que el cerebro hace para adaptarse a un nuevo comportamiento.
Wilson sugiere que, para establecer un nuevo hábito, es necesario mantener el esfuerzo constante. “Con el tiempo, el nuevo hábito se vuelve más fácil, hasta que se automatiza”. No obstante, este proceso no solo requiere energía mental, sino también un entorno favorable. “No es recomendable intentar cambios importantes cuando se está agotado, desnutrido o enfrentando grandes desafíos”, señala la psicóloga.
LEA MÁS: ¿Por qué la dieta saludable en Latinoamérica es la más cara del mundo?
Para facilitar el proceso de cambio, Wilson recomienda realizar un seguimiento de los avances. “El cerebro tiende a enfocarse en lo negativo, por lo que tener un registro tangible del progreso ayuda a contrarrestar esa tendencia”. Además, este seguimiento permite reforzar la confianza en uno mismo, lo que incrementa la probabilidad de éxito a largo plazo.
Wilson también destaca la importancia de la nutrición para el funcionamiento óptimo del cerebro. Según la psicóloga, “los nutrientes son fundamentales para apoyar el proceso de cambio”. Esto implica que una dieta equilibrada y un buen descanso son claves para entrenar al cerebro hacia hábitos más saludables.
En conclusión, el éxito de un cambio en los hábitos alimenticios radica en la persistencia, el seguimiento del progreso y la creación de un entorno favorable. Estos factores combinados ayudan al cerebro a adaptarse y adoptar nuevos comportamientos de manera más eficiente y duradera.