Quien crea que en Costa Rica la mayor parte de la energía es renovable o que la mayoría de fuentes energéticas son limpias, se equivoca. Por desgracia, eso está lejos de ocurrir. El país que se publicita como líder ambiental y pide a otras naciones en foros mundiales bajar sus emisiones por el cambio climático está agravando su dependencia a los derivados del petróleo.
Hoy, la producción nacional de bienes y servicios descansa como nunca en hidrocarburos importados, que vienen estrujando en la matriz energética a las fuentes limpias locales, como lo revelan patrones históricos de consumo e importaciones a partir de cifras oficiales.
La sed de carburantes provocó, en el tiempo, un aumento en el costo de esa energía en suelo nacional, lo cual afecta la competitividad de Costa Rica para atraer inversiones, así como su seguridad energética.
Al 2019, los hidrocarburos fueron la fuente del 65% de la energía utilizada en el país. La electricidad, en su mayoría con fuentes limpias, 21%; la biomasa (bagazo, leña, cascarilla de café y otros residuos agrícolas), un 13%; y 1% provino de otras fuentes, según el último dato del Sistema Nacional de Métrica de Cambio Climático del Ministerio de Ambiente y Energía (Minae).
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“Pese a las metas y compromisos que el país ha asumido en materia de emisiones, la matriz energética no ha tenido grandes cambios en las últimas tres décadas, en especial, en cuanto a la alta y creciente dependencia de los hidrocarburos”, advirtió el Informe Estado de la Nación del 2020.
Para muestra un botón: hace 20 años, los hidrocarburos aportaban el 62% de energía; la electricidad, 19% y la biomasa, también 19%, indica el Informe nacional de monitoreo de la eficiencia energética de Costa Rica que elaboró la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal).
Eso supone que en dos décadas, la electricidad subió apenas dos puntos porcentuales en la matriz energética, y los hidrocarburos, tres puntos, lo cual es reflejo de que en los últimos años el balance siempre ha sido el mismo: el petróleo reina.
El consumo de hidrocarburos parece insaciable, pues el país pasó de consumir 12 millones de barriles de derivados en el 2003 a 22 millones en el 2019 (83% de repunte), revelan estadísticas de importaciones de la Refinadora Costarricense de Petróleo (Recope). Debido a la afectación de la economía por la pandemia, el consumo cayó a 17,2 millones de barriles en el 2020, pero volvió a dispararse en el 2021 con casi 21 millones de barriles.
Vulnerabilidad energética
“Con 65% de consumo energético basado en petróleo, estamos lejos de la descarbonización y expuestos a los precios externos ante una crisis internacional cuando suben los costos. Sume a eso la devaluación del colón ante el dólar para comprar en el exterior y verá cómo todo aquí aumenta de precio. En simple, nos empobrecemos más”, explicó el economista Carlos Montenegro Godínez, director ejecutivo de la Cámara de Industrias de Costa Rica.
En diciembre del 2020, por ejemplo, un litro de diésel costaba ¢450, pero alcanzó los ¢1.001 en agosto de este año. Esa diferencia de ¢551 equivale a 122% de aumento. El litro de gasolina súper pasó en el mismo lapso de ¢533 a ¢1.104 (¢571 más para 107% de variación) y la regular subió de ¢556 a ¢1.078: ¢522 adicionales (94% de subida).
Para el Montenegro, reducir el consumo de petróleo pasa por sustituir actividades basadas en hidrocarburos con electricidad local, pero a precios competitivos. “Por eso deberíamos abrir el mercado de la generación eléctrica para que ese futuro crecimiento de la oferta energética sea renovable y se haga en Costa Rica a precios competitivos”, planteó.
Por ahora, nada de eso se asoma en el horizonte.
Jorge Sequeira Picado, director de la Coalición Costarricense de Iniciativas para el Desarrollo (Cinde), advirtió que las tarifas eléctricas son uno de los elementos de mayor incidencia para estimular el clima de inversión en un país. En el análisis y toma de decisiones, dijo, los inversionistas evalúan los costos energéticos de múltiples naciones.
“En el caso de Costa Rica, nuestro país cuenta con tarifas eléctricas más altas que competidores directos como México, Colombia e incluso Estados Unidos, el cual es nuestro principal mercado, pero también uno de nuestros principales competidores directos”, expresó.
Sequeira añadió que Costa Rica tampoco es el único país atractivo para la inversión extranjera directa y por eso es necesario generar las condiciones óptimas de reactivación y fortalecimiento como un destino atractivo para la inversión.
Franz Tattenbach Capra, ministro de Ambiente y Energía, reconoció que es “muy serio” el problema de seguridad energética costarricense por su alta dependencia a energía importada. Sin embargo, considera que esa vulnerabilidad por depender de energía externa representa una oportunidad para dar el salto a una diversificación.
“Costa Rica sí ha perdido terreno con energías limpias propias porque se nos han gasificado con GLP las cocinas en los hogares y vehículos de combustión interna, pero confiamos en que una legislación marco mejorada y regulación moderna nos permitirá avanzar hacia una electrificación de sectores de uso intensivo de hidrocarburos”, añadió.
Según el jerarca, la previsión del Gobierno es presentar no más allá de noviembre una propuesta de ley que, él cree, resolvería cuellos de botella en la comercialización de electricidad y la venta de excedentes de energía. Confía en que además abarataría la electricidad a sectores muy dependientes de combustibles fósiles, lo que facilitaría una transición hacia energía limpia hecha en Costa Rica.
Sin embargo, las aspiraciones del Minae y de Cinde, por deseables y necesarias que sean, no están cercanas, como alertó Roberto Dobles Mora, expresidente de Recope y del Instituto Costarricense de Electricidad (ICE), además de ministro de Ambiente y Energía (Minae) del 2006 al 2011.
Para Dobles, a pesar de propuestas y planes de distintas administraciones que pregonaban logros importantes en los principales factores que condicionan el sector energético nacional, los resultados obtenidos en la realidad fueron “nefastos y totalmente opuestos”.
“No se dio ninguna transición energética, más bien ocurrió lo opuesto, porque se ha venido dando una creciente sustitución de fuentes renovables nacionales de energía por los caros derivados de petróleo importados. Seguimos sin aprovechar a plenitud las capacidades energéticas del país en energías renovables”, lamentó.
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Círculo vicioso
Sin más energías limpias en la matriz energética, no es posible bajar el uso de combustibles fósiles lo cual, afirmó Dobles, genera nuevas dificultades.
Los problemas financieros de Recope y el ICE hoy constituyen un factor de desestabilidad y de pérdida de capacidad futura para esa transición y desarrollo energético porque, insistió Dobles, su salud financiera decae pese a promesas de sanear sus finanzas a lo largo de distintos gobiernos.
De 13 empresas públicas, el ICE, Acueductos y Alcantarillados (AyA) y Recope, acumularon pérdidas por ¢155.000 millones ($242 millones), de acuerdo con el estado financiero auditado con datos al cierre del 2020 incluido en el Reporte Agregado sobre el Conjunto de Empresas Propiedad del Estado 2021, que elaboró una unidad especial de la Presidencia de la República al cierre de la administración de Carlos Alvarado.
En primer lugar, aparece el ICE y sus subsidiarias con una pérdida contable de ¢115.302 millones. Luego AyA con ¢23.330 millones, seguido de Recope con ¢16.053 millones.
“Esto resta capacidad de ejecución a las dos instituciones dominantes en el sector energético para esa necesaria transición y más bien será una de las razones adicionales para un aumento en los precios de la energía. Esto secuestra ya el futuro energético del país pues ambas instituciones manejan el grueso de la inversión nacional en el sector”, advirtió
Mientras tanto, y como ocurre desde hace décadas, Costa Rica lanza más y más gases que calientan la atmósfera aun y cuando su electricidad sea con fuentes limpias y lo publicite dentro y fuera del territorio nacional.
La generación de gases ticos que agravan la crisis climática aumentó 76,6% de 1990 al 2017, estima el último Inventario Nacional de Gases de Efecto Invernadero (INGEI) del Instituto Meteorológico Nacional (IMN). En el 2017, Costa Rica lanzó 14.477 millones de toneladas de dióxido de carbono equivalente (CO2 eq).
De dicha cifra, el sector de energía aportó 55% con 7,9 millones de toneladas de CO2. Esa contribución en el 2017 equivale a 176% de repunte entre 1990 y ese año.