El centro de San José estaba ayer repleto de gente y de flores. Sobre el bulevar de la Avenida Central, las rosas viajaban en brazos de muchachos y muchachas, así como de ancianos y niños.
Entre el paisaje de la muchedumbre, de pronto sobresalían enormes globos en forma de corazón con destino a alguna cita.
Las filas en los cajeros automáticos eran enormes, los negocios estaban llenos.
Algunos vendedores reportaban excelentes ventas y otros estimaban que sus ganancias no alcanzarían ni la mitad de las del 2008.
Lo cierto es que miles de personas sortearon ayer la crisis para celebrar el Día del Amor y la Amistad, aunque quizá con más austeridad.
La más buscada de la fecha fue la rosa roja. Decenas de vendedores callejeros las vendían a ¢1.500 cada una. “Está muy buena la venta”, dijo Óscar Bran Brenes, de Pavas, quien se ubicó a pocos metros de donde una mujer pasó a darle una tocadita a La Chola (escultura de la Avenida Central).
Cerca de allí, al costado oeste del Banco Central, decenas de personas rodeaban las dos floristerías ubicadas en el bulevar.
Alejandra Barrantes, quien labora en una de ellas, relató que este año trajeron menos de la mitad de la cantidad de flores adquiridas el año pasado para la misma fecha.
Solo en rosas, en el 2008 esa floristería pidió más de 11.000 unidades, mientras que en esta ocasión el pedido fue de unas 5.000.
“Ya se veía venir. Está muy flojo, no se si por la crisis o qué, o porque las rosas vinieron más caras”, dijo Camacho en una tarde un tanto gris, un poco fría y muy ventosa.
Allí, la rosa también costaba ¢1.500 y la hierbera, ¢700.
En el tramo de al lado, Mario Alfaro, de Santo Domingo de Heredia, acudió como todos los años a comprar unas rosas.
“Es mi tienda favorita, sino pregúntele a Francisco”, comenta el hombre. “Ayer pensé que usted vendría”, responde Francisco, quien atiende esta floristería que vendía una rosa pintada de azul.
En el bulevar se vende de todo. Sobre la escultura de una vaca, un hombre coloca pequeñas vacas inflables, al tiempo que “Marito Mortadela” canta y toca guitarra junto a las patas de la figura.
“A pasarla bien”, dice Danny Arrieta, de 22 años, al comprar una rosa para su novia en una esquina.
Mientras, un joven con uno de esos enormes globos prefiere no hablar. “Es que mi novia me cela con ella”, dice junto a una joven que le acompañó de compras. Cerca de ellos, los vendedores de películas desaparecen de escena al acercarse la Policía Municipal.