Los ojos de Efraín Padilla se pusieron rojos como un tomate al consultársele cuánto tiempo hace que no se baña.
Se rasca la cabeza, mira al suelo y hace muecas: “Cinco meses responde”.
Efraín acaba de cumplir 58 años, pero su aspecto denota más edad: desdentado, desaliñado, con tres hernias en su estómago, que asemejan una pelota de fútbol.
Vive en la calle, es parte del verde paisaje de San Miguel y San Luis de Santo Domingo. Lo único que tiene es un carretillo lleno de chucherías que recoje de todo lado.
También, es la góndola en donde exhibe los cases y plátanos que intenta vender, pero sin éxito.
Ni el carretillo es suyo.
Él mismo se define como un indigente, que toma guaro todo el día, recuerda, desde los seis años.
Pero, ¿cómo es la vida de una persona, aún joven, que no tiene un lugar fijo en dónde pasar la noche?
“Durísimo” dice, mientras mueve sus manos, cuyas uñas están atiborradas de tierra.
Los últimos días, confesó, “sintió” la muerte cerca, porque el frío en esta zona de Heredia ha sido inhumano.
Sus lechos
La fuerte ventisca que viene el Zurquí lo encontró varias noches durmiendo en una parada de buses.
“Viera que duro”, expresó.
También descansa en la iglesia de San Miguel y hasta en cafetales. Lo hemos visto tirado en el zacate, arrollado en una raída cobija.
Una vez, puso madera y latas de cinc pegadas a un palo para guarecerse, pero una noche le quemaron el diminuto refugio.
¿Dónde y qué come? Vuelve a rascarse la cabeza: ‘Cualquier cosa, lo que me den’.
Es cierto, lo hemos visto cuando alguna vecina se conduele y le pasa un gallo pinto con fresco.
Y sus necesidades fisiológicas, ¿dónde las hace? Se sonroja y se pone de cuchillas: ‘Al estilo militar, en los cafetales’
Efraín Padilla es de Tarrazú, pero hace 48 años, afirma, se vino para el Valle Central.
Es casado. Su esposa lo acusó de agresión doméstica y dice, en voz baja, que fue un asunto de “cachos”.
Es padre de tres hijos, a quienes no ve desde hace 27 años. Comenta que viven en Argentina de Pocora.
Aprendió labores como maestro de obras, pero hace dos años un motociclista lo atropelló y lo mandó al hospital.
Repite, una y otra vez, que duerme en donde le coja la noche: en la iglesia de San Miguel, en las casetas de las paradas de buses de la zona.
Ha pedido ayuda médica y en el Instituto Mixto de Ayuda Social, pero no tiene un “celular” para hacer los trámites.
Además, todos sus documentos se le mojaron. Tembloroso saca un manojo de papeles, entre ellos su cédula.
Su pobreza material no le impide recoger periódicos, porque le “gusta la literatura”,
¿Es feliz usted? “Vea, la vida es linda. Yo araño aquí y allá. Yo resuelvo cómo sobrevivir y lo más importante: no le hago daño a nadie”, respondió.
Cifras sobre gente que vive en la calle
Un estudio hecho en el año 2000 por la Municipalidad de San José reveló que unas 800 personas vivían en ese entonces en las calles de la capital y que nueve de cada 10 de ellas consumían drogas.
Este último dato se mantiene. Según el Instituto sobre Alcoholismo y Farmacodependencia (IAFA), entre un 50% y un 70% de los indigentes desarrollan dependencia a más de una sustancia. Suelen empezar con el alcohol y la marihuana.
Mariela Echeverría, jefa del Departamento de Servicios Sociales de municipio josefino, aseguró en un reciente reportaje de La Nación que el número de habitantes de calle en la capital aumentó a 3.000 y advirtió que la tendencia seguirá.