Mario ya no tiene uñas. Siempre se las ha comido, incluso desde antes de que en su cuenta se depositaran ¢925 millones; sin embargo, después de convertirse en millonario, en el 2010, la ansiedad es todavía mayor que la de un asalariado común.
Aunque parezca extraño, los problemas que antes lo inquietaban eran pequeños en comparación con los que tiene “el mae que se ganó la lotería”.
Su nombre real no es Mario, pero será el que se use para este reportaje.
Es cierto, compró casa para él y para su hija, le dio una buena educación secundaria y universitaria, tiene un carro costoso, ha viajado a 16 países, pasa más tiempo con su familia, pero también recibe mensajes de texto amenazantes, su negocio ha sido baleado en dos ocasiones y ha tenido que decirle a su esposa que no pueden salir de la casa, por miedo.
“Sabemos que usted lleva tiempo a cachete"; "vimos a su hija salir del condominio”; "lo vimos con su doña y su hija, en cinco minutos lo llamamos”, son algunas de las advertencias que le han hecho.
Además, seis meses después de haber ganado el premio, le dio un infarto de estrés y, después, no faltó quien se aprovechara de su desconocimiento financiero para estafarlo y llevarse una parte importante de su premio, que ganó luego de que en la Cervecería de Costa Rica, donde trabajaba como vendedor, le regalara un entero del Gordo navideño.
A sus 33 años, la serie 744 y el número 41 le cambiaron la vida. Dejó de trabajar como asalariado, dejó de estudiar en la universidad y se dedicó a disfrutar y sufrir sus millones.
“Tras ganarme el premio, traté de darme tiempo para pensar algo que realmente quisiera hacer, cuando decidí qué hacer, me estafaron. El estafador se llevó una parte muy importante del premio, es como que si juntos nos hubiéramos ganado la lotería, le di casi $200.000 (cerca de ¢116 millones al tipo de cambio actual). Fue muy abrumador, terrible para mí porque, a partir de eso, empecé a tener miedo a invertir por si me robaban o no”, dijo el ganador quien actualmente tiene 41 años.
Este lunes sale a la venta el Gordo navideño del 2019. De alguna forma, cada vez que se comercializa este ansiado premio, Mario se vuelve protagonista entre los que lo conocen y entre los que saben que fue él quien ganó el premio.
“Las personas me siguen viendo como ‘el mae que se ganó la lotería’, así me tratan, yo soy más que eso, soy más que un premio de lotería. Por ejemplo, me pasa en el condominio donde vivo, siempre hay guardas nuevos y me conocen como ‘el mae de la casa tal es el que gano la lotería’.
En el supermercado más cercano todos los guardas, los cajeros, siempre saben. A mí la gente me llama en diciembre a preguntarme qué número juegan, yo no soy vidente, la gente me toca como que si yo fuera el mal llamado Buda, que atrae dinero, a mí me tocan la espalda y me dicen ‘páseme un poco de suerte’”, contó el Mario.
¿Cómo se dio cuenta de que era el ganador?
Mario, quien antes vivía en Alajuelita, en realidad pudo haber ganado ¢1.000 millones con el premio. Sin embargo, horas antes de que se realizara el sorteo, el 19 de diciembre del 2010, le regaló un pedacito a una señora en un supermercado de Tres Ríos y otro a un muchacho que acomodaba la mercadería en ese lugar.
Ese día, en la noche, fue a lavar el carro en Alajuelita. Mientras los muchachos lavaban el vehículo, levantaron la alfombra del asiento del pasajero donde Mario puso el entero.
“Agarré el entero y les di un pedacito a los muchachos y les dije ‘tal vez salgamos de pobres’. Minutos después pasó alguien diciendo que salió el 41 y yo tenía estirado con mis manos el entero, preguntamos con cuál serie y me dijeron 744. Todos lo vimos, había taxistas informales en el lugar. Yo recuerdo haber visto la cara de un vecino taxista informal, obviamente todo el mundo se dio cuenta.
Agarré el carro que estaba lleno de jabón y empecé a manejar sin rumbo, llamé a mi hija y el dije 'dónde está, necesito recogerla, creo que somos millonarios’”, contó Mario quien añadió que esa noche, por seguridad, tuvo que pasar la noche en un hotel junto con su hija y quien ahora es su exesposa.
FUENTE: ENTREVISTA. DISEÑO/LA NACIÓN.
¿Qué fue lo primero que hizo con el dinero?
Lo primero que Mario hizo con el dinero fue pagar la casa en Alajuelita que la debía a la asociación solidarista de la Cervecería.
“Se cree que el dinero no se acaba. De los ¢925 millones, me compré una casa de ¢100 millones, una a mi hija, de ¢80 millones, vaya restando. Me compré un carro porque el que yo tenía era de la Cervecería, el Hyundai me costó ¢10 millones pero luego me compré un Toyota Prado de ¢40 millones. Cambié a mi hija de colegio, por seguridad, la colegiatura era ¢500.000 por mes, por cuatro años, es un montón de dinero. Yo no tenía casi ropa, me compré, a mi hija igual, le ayudé a mi madre, también mi abuelita”, dijo el ganador.
En la Cervecería lo ayudaron y le recomendaron invertir en bolsa. Metió una parte de su dinero en un banco estatal, vivía de los intereses que le generaba su premio. Se casó nuevamente y tuvo dos hijas más.
Al tiempo, su corredor quiso aprovecharse de él. Comenzó intentando venderle un terreno en Sarapiquí a ¢100 millones; luego, le comenzó a pedir dinero prestado para pagar la tarjeta de crédito.
Por esta razón, Mario, se llevó su dinero a otro banco estatal. En eso, el primo de su esposa, que cuidaba los caballos de un abogado, le dijo que si podían tener una reunión con su jefe.
“Era un abogado que se movía en los mejores círculos de poder de este país, me logró convencer simplemente hablando, me dio confianza, su bufete tenía 0% de morosidad. Siempre he escuchado que no es sano tener todos los huevos en un mismo canasto, me arrepiento mucho. Le dije a mi corredor que me estaban ofreciendo una oportunidad de prestar dinero y me dan como garantía unas propiedades. Él me dijo ‘tenga cuidado’, pero pensé que seguro él no quería que me llevara el dinero porque comisionaba con él, pero yo necesitaba moverme, necesitaba diversificarme”, relató.
El negocio que le ofreció el abogado era de prestar dinero a extranjeros y le daban como garantía unas propiedades, el dinero se prestaba por un año y le daban un interés del 18%.
“Saqué los primero $65.000 para prestar, me estaba yendo muy bien, me pagaban buenos intereses mes a mes, me sentí muy bien, dije ‘lo estoy logrando, estoy haciendo negocio, forjando mi carrera’. Luego el estafador me ofrece un segundo préstamo por $125.000. Mi corredor de bolsa me dijo que no lo hiciera, pero no hice caso”, contó.
Meses después, el abogado comenzó a atrasarse con el pago de intereses, ahí Mario entró en crisis. Al año, el abogado no le quiso devolver el dinero, solo le ponía excusas. Mario lo denunció por estafa.
Mario cuenta que contrató a un reconocido abogado para demandar a su estafador, pero, para su sorpresa, su abogado defensor “se pasó de bando” y luego se puso como abogado del estafador. La denuncia aún está en proceso.
Junto con su esposa, hoy tiene dos negocios de boutique, en los cuales él participa activamente. Todavía tiene dinero invertido en la bolsa, pero no quiso decir cuánto, por seguridad.
Justamente, la sensación de seguridad se fue cuando llegó a sus manos todo ese dinero. Como todo el mundo se dio cuenta de que él había ganado la lotería, comenzó a recibir mensajes de texto amenazantes para solicitarle dinero.
“Yo jamás contesté, me apersone al OIJ y me dieron recomendaciones. Este lugar (uno de sus negocios), fue baleado dos veces, imagínese comunicarle a mis hijos que no podemos salir, que tenemos que estar en la casa. Mi temor era que secuestraran a mis hijas y a mi esposa, eso es producto de la lotería”, dijo.
¿Tuvo excesos?
Mario considera que el dinero hace levitar a las personas y que sientan que tienen el mundo en sus manos. Afirma que cayó en lo que él considera excesos, como tener más de 100 pares de zapatos, viajar en primera clase y pagar caprichos.
“Eso es un exceso, eso es una idiotez, tenía zapatos para tres meses sin repetir, eso es una tontera, viajar en primera clase, también una tontera, esos son excesos idiotas. El carro que yo le compre a mi hija, ese no debió ser, ella se lo tenía que ganar. Me arrepiento de ese tipo actitudes, eso me da pena, me da vergüenza como persona”, añadió.
Mario, quien no se considera un jugador de lotería, dice que aprendió a ser comedido con los gastos y que le ha ayudado mucho el hecho de ir a terapia, donde intenta contestar muchas preguntas que aún años después de haberse ganado este premio, no ha podido responder.
Afirma que una de las cosas que le produce más ansiedad es que se agote el dinero. También, se arrepiente de haber dejado de estudiar, de tener proyección, de lograr cosas.
“Paré de estudiar. Yo estudiaba en la universidad (privada) gracias a una beca que me dio la Cervecería. La lotería me estancó, me dejó en un solo lugar, con un montón de preguntas en la cabeza. Mucha gente se alejó, gente que estimaba, algunos compañeros que yo estimaba. No me escribían porque pensaban que yo iba a creer que para pedirme dinero. Mi familia, en cambio, siempre está ahí, incondicional, para ellos soy el mismo de siempre”, dijo.
A pesar de los tragos amargos que ha tenido que vivir él y su familia, considera que el premio le ha dado cosas que antes no hubiera podido realizar, como ver crecer a sus hijas, pasar tiempo con ellas, dedicar tiempo a su familia, ya que antes día y noche él pasaba fuera de casa por el trabajo y estudio.
También le permitió, en familia, conocer países como Estados Unidos, México, Guatemala, El Salvador, Honduras, Nicaragua, Costa Rica, Panamá, Brasil, Argentina, Colombia, Uruguay, España, Francia, Curazao, entre otros.
¿El dinero da la felicidad?
“Para nada, la felicidad se construye a partir de otras cosas que son invisibles, no se pueden cuantificar. No puedo decir que soy más feliz que antes, perdí proyección, y eso me hace una persona infeliz, haber perdido ese ahínco por lograr cosas a futuro. A la vez, tengo muchas cosas que agradecer a la vida, tengo mis hijas, el simple hecho de respirar, cada segundo es motivo de agradecer, la vida hay que agradecerla, siempre”, dijo el esposo, empresario y padre.