Gilbert Brown es el único papá que ha tenido el Sindicato de Trabajadores Petroleros Químicos y Afines (Sitrapequia); ahí ha ejercido una dictadura en democracia durante los últimos 44 años.
Sitrapequia no ha visto a otro secretario general más que Brown, quien se reeligió al menos 20 veces desde el 9 de marzo de 1969, cuando convocó a una reunión nocturna en el club limonense del Partido Liberación Nacional (PLN).
Ahí nació la organización y con ella la historia de uno de los sindicalistas de más trayectoria y permanencia del país.
Desde entonces, Brown ha convocado a unas “20 o 25 huelgas”, si no le falla la memoria. Además, acepta que quemó llantas en Limón y asegura que aún ahora conformar un sindicato “es un delito” en Costa Rica.
44 años después de ver a Sitrapequia nacer, se pensiona de la Refinadora Costarricense de Petróleo (Recope) y deja el sindicato en manos de Manuel Rodríguez. Lo que no será posible, promete, es que abandone las calles y las luchas.
Gilbert Clifton Brown Young nació en el “puro” centro de Limón el 7 de octubre de 1943, donde hoy están los Tribunales de Justicia; se declara “fogoso” desde chiquitillo y metido en la política desde joven.
Fue dirigente estudiantil del Liceo de Limón y aún, antes de terminar el colegio, ya militaba en las juventudes liberacionistas.
Siendo un jovencito trabajó para el Instituto Nacional de Vivienda y Urbanismo, donde colaboró en la construcción del barrio Los Cangrejos (hacia Portete) y la tercera etapa de Cristóbal Colón, mejor conocida como Cieneguita.
En 1967 entró como operador de planta en la planta Recope de Moín, pero como la Refinería no operaba en ese momento, se trasladó a labores administrativas.
Dos años después, fundó el sindicato, molesto por las injusticias de la época. Según relata, no había un régimen de salarios mínimos (él ganaba ¢509 al mes) y eran comunes los despidos sin justa causa.
Conformar Sitrapequia le valió que lo despidieran dos veces de Recope, pero su cercanía con Fernando Volio, entonces jefe de fracción liberacionista, obligó a los jerarcas a que lo reinstalaran en el puesto.
Sus colegas, como Albino Vargas, lo reseñan como un “dirigente que siempre comprendió las aspiraciones de sus representados”.
“Me parece que la gente le valoró esa coincidencia, por eso lo tuvieron tantos años ahí”, dijo.
Se intentó obtener la opinión sobre este sindicalista que tiene el actual presidente de Recope, Jorge Villalobos, pero el viernes último no atendió su teléfono celular, ni respondió al mensaje en su correo.
La herencia. De la mano de Brown se ratificaron en el Congreso normas de la Organización Internacional del Trabajo que imponen límites al accionar del solidarismo y reformas al Código de Trabajo, para proteger a quienes impulsan la conformación de sindicatos.
Gracias a él nació la convención colectiva de Recope, que creció y creció hasta colarse como una viga en el ojo crítico de la Contraloría General de la República.
Ese ente arremetió en Sala Constitucional contra el pago de cesantía permitido en Recope, que tiene un tope de 25 años, 17 más que el promedio de los trabajadores.
Por eso, si Gilbert Brown tuviese un salario de ¢1 millón, se iría para la casa con una cesantía que ronda los ¢22,4 millones.
El viernes, Gilbert Brown confirmó que deja la entidad como jefe de Bienestar, cargo que no ejerce desde 1980, cuando las cláusulas sindicales le permitieron dedicarse a tiempo completo a Sitrapequia.
¿Podemos saber a cuanto asciende el salario del jefe de bienestar en este momento?
No.
¿Y su cesantía?
No, es privado.
44 años después es más reservado para hablar de salarios, –ya no son ¢509 al mes– pero sí anuncia luchas contra la discriminación a los afrodescendientes, la defensa de los que están en la extrema pobreza o los jóvenes sin empleo.