El 2020 sacudió la vida de millones de personas en todo el mundo, en todas las formas posibles. Esteban Cordero no fue la excepción, vivió situaciones muy difíciles, pero otras muy buenas.
Este chef de profesión siente ahora que aquel fue un año de preparación para la gran sorpresa que el destino le tenía preparada: convertirse en millonario y cumplir el sueño de tener su propio restaurante.
El joven de 30 años fue uno de los favorecidos del Gordo navideño en ese año con cinco fracciones del 66 y la serie 305, es decir de la noche a la mañana pasó de cuentas casi en cero a tener ¢200 millones.
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Pero la historia de esa fortuna está llena de particularidades que hoy el joven chef ve como parte del proceso.
“Ese año, debido al tema de la pandemia a mí me habían quitado el 50% el sueldo en el restaurante donde trabajaba; mi pareja, que también trabaja en el área gastronómica, se había quedado sin empleo, entonces se había vuelto insostenible pagar la hipoteca de la casa y el préstamo del carro; pasamos ocho meses sin poder pagar al banco y estábamos ya teniendo avisos judiciales”, recordó.
Para diciembre del 2020, el vecino de Heredia ya había puesto en venta el vehículo para así poder pagar las cuotas atrasadas y no perder la casa.
En medio de esas circunstancias, Esteban cambió de trabajo, pues en el anterior aún no le restablecían su salario completo pese a que muchas restricciones se habían levantado.
Fue entonces cuando de camino a su nuevo empleo, un presentimiento, que aún no sabe cómo explicar, lo hizo gastar los últimos ¢10.000 que tenía en la bolsa en cinco fracciones que le ofreció un vendedor que estaba en una esquina en San Rafael de Heredia.
“Me habían sobrado ¢10.000 de la quincena, eran lo único que me quedaba y eran los de la gasolina; un presentimiento o algo en la vida, me dijo devuélvase y compre lotería y así fue, me devolví y le dije al señor ‘deme cualquiera’, eso fue como 12 días antes de que se jugara el Gordo”, rememoró.
Incluso recuerda que se quedó “botado” porque no tenía gasolina y tuvo que pedir dinero prestado a un cuñado.
“Fue un momento muy difícil, de frustración, donde habían tantos problemas económicos y empecé a discutir con Dios, o sea, yo le dije que ya era suficiente, que ya había pasado la prueba, que me ayudara”, narró.
Llegado el día del sorteo, Esteban se encontraba en su trabajo y recuerda haber hecho la broma de “si me pego el Gordo, mañana no vengo a trabajar”. En ese momento muchos compartieron los números que llevaba; en su caso mencionó hasta la serie.
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Dos horas después de esa conversación, recuerda que una compañera de trabajo empezó a gritar su nombre por todo el restaurante y corrió hacia él con el celular para mostrarle el número favorecido que aparecía en una publicación en Facebook. En ese momento, todos sus compañeros se dieron cuenta que estaban frente a un nuevo millonario.
Esteban dice que en las dos horas siguientes que faltaban para terminar el turno, su mente le jugó una mala pasada y entonces ya dudaba de si realmente esa era la serie y en su casa no había nadie para revisar la lotería, pues su pareja también estaba trabajando esa noche.
“Yo quería irme, quería dejar el trabajo botado pero no podía porque ya no estaba tan seguro (...) Yo la empiezo a llamar a ella (a su pareja) y le dije ‘mi amor, ¿dónde estás? Y me dice ‘no, es que apenas voy por San José'. Entonces le digo a ella, ‘mi amor, es que creo que somos millonarios’ y ella solo me dijo: ‘Mi amor, no moleste. ahorita estoy muy cansada”, relató.
Tal era su emoción y desesperación, que también llamó a la mamá para decirle que creía que era millonario, recuerda que su papá empezó a gritar de alegría.
Apenas terminó el turno, se dirigió a toda velocidad a su casa y al llegar se encontró a su compañera sentimental con las cinco fracciones en la mano, ella estaba inmóvil.
“No lo creía, estaba... yo digo, casi que muerta. Entonces, cuando me dio la lotería me dice ‘sí era el número’. Donde yo lo agarro y veo el número, entré en una crisis nerviosa, mis pies se descontrolaron, no me podía poner de pie”, contó.
Esa misma noche, ambos empezaron a llamar a sus familias para contarles lo ocurrido y recuerda que las siguientes tres noches no pudieron dormir.
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Según sus memorias, ya era consciente de que no debió compartir la noticia con tantas personas allegadas, que en ese momento la emoción le pudo más, pues era un secreto que no querían guardarse. Incluso semanas después algunos familiares y amigos se disgustaron porque le pedían dinero prestado y él no accedió.
Además, ese mismo día llamó a su jefa para decirle que por seguridad no se presentaría más a su trabajo.
Fue hasta el miércoles, que superado el primer trance, acudieron a la sucursal del Banco de Costa Rica de San Isidro de Heredia para hacer efectivo el premio.
“Es increíble ver esa cantidad de ceros en la cuenta (...) es muy difícil pensar, hasta que ya usted tiene la plata y que ya usted logra comprarse algo, por así decirlo, con esa plata siente que es real”, agregó.
Esa primera compra, es hasta ahora lo que podría decirse el único gusto que se dio, pues a la fecha, asegura, ni siquiera ha puesto un pie en un avión.
Como su carro ya estaba por venderse, cumplió su sueño de joven de tener el carro que siempre había deseado, desde que jugaba un videojuego de carreras, el Nissan 350Z; le costó ¢8 millones. Cuando lo pagó, dijo, cayó en la cuenta: “Ok ,esto es real”.
La historia de “Don Luis”
Superadas las primeras semanas en las que asimilaron la noticia, llegó la hora de ponerse manos a la obra, pues el joven chef tenía claro que no quería gastar el premio y en unos años encontrarse en la terrible situación que ya había vivido, de ahí que la idea era invertirlo en algo que le rindiera frutos.
Desde que tenía 14 años había trabajado, por lo que quiso tomarse el 2021 para él, aunque no fue del todo descanso, porque fue el tiempo de darle forma al proyecto.
Durante una buena parte de ese año pasó negociando con el dueño de un lote, donde desde antes de saberse millonario había soñado con tenerlo para levantar su propio restaurante. También procuraron crear la identidad y la historia del negocio, para la cual se inspiraron en su suegro, que falleció años atrás.
Según contó, para la construcción del mobiliario utilizaron una madera que el papá había dejado y, como este era ebanista, quisieron rendirle tributo poniéndole el nombre de “Don Luis” al restaurante, que se ubica en San Isidro de Heredia.
“Yo tengo 10 años de trabajar en cocina, entonces ahí está toda mi experiencia de frente y la idea es trabajar y ponerle bonito, ahorita que tengo toda la energía, para dentro de unos años, ahora sí, ir a disfrutar el dinero”, explicó.
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En el restaurante, que tiene un año de haberse inaugurado, Esteban emplea a ocho personas e incluso está próximo a expandir su negocio.
“Yo siento que todo lo que pasó en el 2020 fue una preparación, siento que ese año de pandemia, Dios me enseñó a manejar el dinero, porque eran solamente ¢200.000 para comer, para pagar el agua, para pagar la luz y ya para los préstamos que no alcanzaba; yo digo que eso es que Dios me preparó para este momento, porque años atrás yo hubiera recibido ese dinero y muy probablemente ya no lo tuviera”, reflexionó.