Wálter Sthepen pasó seis años, día y noche, acostado en la mitad de una acera en la zona roja del centro de San José, en las cercanías del antiguo cine Líbano.
En ese sitio, este limonense, ahora de 67 años, se instaló desde el 2016. Allí mismo, sin levantarse, hacía sus necesidades; comía lo que le regalaran; dormía, existía... todo envuelto en bolsas de basura. Durante seis años, se puso una bolsa encima de otra, cada vez que lo consideraba necesario, por lo que acumuló capas y capas de plásticos, amarrados con mecates y trapos.
El peso de esas capas de bolsas era una de las razones por las que no se movía de la acera, no se levantaba de allí. No había poder humano que lo lograra, ni la lluvia, ni el frío, ni la noche, ni la pandemia, ni el calor extremo, ni las miradas despectivas o los comentarios ingratos.
A casi todo se había acostumbrando a lo largo de más de dos décadas de deambular por San José, antes de instalarse entre plásticos en aquella acera.
Don Walter rechazó muchas veces la ayuda que le ofrecían organizaciones para sacarlo de ese lugar; solo aceptaba el alimento que alguna que otra persona le daba.
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Sin embargo, la mañana del lunes 31 de enero algo cambió, pero ni don Wálter sabe qué. De repente, le pidió a la Fuerza Pública que pasaba por el lugar, que necesitaba ayuda, dijo que quería bañarse.
Los oficiales llamaron a un viejo conocido, Mauricio Villalobos, director de la organización Chepe se Baña, que se encarga de ayudar a las personas en situación de calle y que ya le había ofrecido ayuda al limonense.
Por supuesto, Villalobos salió corriendo ante el llamado de la Policía. Pensó que aquello iba a ser sencillo, que nada más sería subir a don Wálter al carro, pero no fue así.
“Estaba metido y atrapado en todas las bolsas que durante años se colocó, una encima de otra. Su peso no le permitía moverse, el equipo y yo tuvimos que cortar capas y capas de bolsas con una tijeras; duramos 25 minutos haciéndolo, antes de poder levantarlo. Esa era su ropa. Al quitarle todas las bolsas, lo cubrí con un paño que andaba en el carro. Él solo nos dijo que quería bañarse”, relató Villalobos.
Un baño y una nueva vida
Como solo pidió bañarse, don Wálter dejó sus pertenencias (muchas bolsas de basura y ropa vieja) en la acera, porque su idea era volver a la acera.
La condición de salud “estable” de don Wálter hizo innecesario un traslado al hospital; para bañarlo, lo llevaron a la escuela de arte de Chepe se Baña, que queda cerca de la Plaza González Víquez.
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“Le costaba caminar, estuvo seis años sin levantarse, se arrastraba con las bolsas de basura en la acera, pero ha venido caminando poco a poco. Milagrosamente, no tenía ninguna herida, pensé que se las iba a encontrar, pero por dicha, no”, contó el representante de Chepe se Baña.
El cabello de don Wálter era un nudo, tenía unos dreads que también llevaba años de no cortarse. El equipo de la organización le pidió permiso de cortarle “un poquito” el pelo y la barba, pero el limonense dijo contundentemente “córtenlo todo”.
Fue así como don Wálter recibió un baño caliente y relajante, le quitaron sus viejos y destruidos zapatos y sus pies quedaron desnudos después de años de estar enterrados entre el cuero viejo y unas medias.
Un hombre diferente resurgió de aquellos plásticos. Ya no era el “señor de las bolsas de basura” sino un hombre educado, conversador, deseoso de compartir historias que desde hace mucho estaban a la espera de ser contadas, aunque, por ahora, brotaban con algunas incoherencias.
Según Villalobos, las personas en esa condición de calle tardan como tres meses en ubicarse en tiempo y espacio. De ahí que es normal que don Wálter esté un poco desorientado, pero sí logra comunicar lo que necesita.
“Después de bañarse, le dimos almuerzo. Luego, le dije que se tomará un café y se durmiera un ratito y que en la noche lo iba a llevar al mismo punto donde lo recogí. Aceptó. Se levantó, unas horas después, desesperado por irse, estando en la cama limpia, se desesperó y, entonces, fui a comprar unas bolsas de basura para darle una, pensé que tal vez eso funcionaria para calmarlo. Le di la bolsa de basura de las grandes, la abrazó, se cubrió, se acostó y durmió tranquilo”, relató Villalobos.
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Después de horas de sueño, se levantó de nuevo ansioso, quería irse, pero le tenía un regalo que lo retuvo: un estuche nuevo de crayolas de muchos colores y hojas blancas.
“Fue el más feliz, se puso a dibujar y ya no se quiso ir, pasó la noche con nosotros. Se la pasa dibujando banderas, dice que antes él pintaba. Desde que se puso a dibujar, se olvidó de la calle, aquí le damos cariño y atenciones”, aseguró Mauricio Villalobos.
Según él, don Wálter no ha presentado ningún síntoma de abstinencia por drogas o alcohol.
Del pasado de este hombre se conoce que antes de caer en la indigencia, trabajaba en construcción. No tiene hijos pero sí hermanos, una de ellas vive en Estados Unidos y ya fue contactada. La pariente aseguró que iba a comenzar a ayudarle.
El proceso para sacar adelante a don Wálter y darle la vida digna que se merece, apenas comienza. No será fácil y tampoco se puede asegurar que será exitoso, pues algunos habitantes de la calle que han sido rescatados deciden regresar, sin que les pueda impedir. En lo que va de la pandemia, Chepe se Baña ha ayudado a 133 adultos mayores que estuvieron viviendo en la calle por años.
¿Cómo está don Walter?
El miércoles La Nación visitó a don Wálter en la escuela de arte Chepe Se Baña; venía llegando de sacar su cédula de identidad, junto con un colaborador de la organización. Llevaba puesto una camisa y un pantalón de vestir de tonos grises perfectamente combinados, unas medias nuevas, acabadas de salir del paquete, y unos cómodos zapatos. Encima tenía un elegante abrigo gris claro.
El día anterior, lo había visto el médico para un chequeo general.
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Llegó a eso del mediodía, se comió todo su almuerzo y, después, se dedicó a dibujar banderas, que muestra con orgullo a todo aquel que se interesa en sus dibujos. Dijo que después se iba a recostar un rato en su nueva cama, la bolsa de basura que le regalaron la tiene como funda de la almohada.
Según contó Villalobos, el Consejo Nacional de la Persona Adulta Mayor (Conapam) lo va a recibir en un hogar de larga estancia. Estará listo para mudarse a su nueva casa en unos 15 días, mientras tanto, permanecerá en la escuela de arte tratando de redescubrirse.