Un deslizamiento que parecía llevarse las pocas ilusiones de Johanna Calderón y de su familia de ocho integrantes, fue el inicio del camino que hoy la tiene trabajando en su propio negocio
Hace siete años, esta familia vivía en el precario Barrio Corazón de Jesús en Tirrases de Curridabat, de donde tuvo que salir porque un desastre natural se llevó su casa
Allí comenzaron a recibir subsidios del Estado: ¢50.000 mensuales para alquilar un lugar donde vivir, además de las becas de Avancemos y Fonabe para sus niños y muchachos.
No todo fue regalado para Calderón, su esposo, su madre y sus cinco hijos. Recuerda que su marido trabajaba en un modesto restaurante, pero su salario ya no alcanzaba para cubrir los gastos de la numerosa familia.
Fue entonces cuando Johanna encontró la receta que dio origen a su negocio, Soda Cevichería Tarzán, ubicado en Tirrases de Curridabat.
Inicialmente ella y su esposo caminaban kilómetros vendiendo ceviches en todo Tirrases. Recuerda que iniciaban desde las 9 a. m. y terminaban a veces a medianoche. Empezaron vendiendo 15 vasos.
“Fueron épocas muy difíciles para nosotros. A veces me mojaba y lloraba, porque cuando llovía no podía vender lo que usualmente vendíamos”, cuenta Johanna.
Sin saberlo y con mucho esfuerzo, ella y su esposo estaban iniciando un negocio que le daría estabilidad financiera a su familia.
Los aportes del Instituto Mixto de Ayuda Social (IMAS) dejaron de ser solo transferencias económicas cuando la familia fue integrada al programa Puente al Desarrollo, a finales de 2015.
Mientras su esposo trabajaba, ella asistía a cursos de capacitación técnica. Hoy diez títulos de capacitación cuelgan en su negocio: finanzas personales, contabilidad, atención al cliente, manipulación de alimentos y planes de negocio.
“Yo les digo a mis hijos que ellos tienen que estudiar, porque esto le cambia la vida a uno. Dichosamente lo hacen, dos están en el colegio técnico y los otros en la escuela”, aseguró Johanna.
Hace unos años, su madre, quien también vive con ella, decidió vender una modesta casita, lo que les alcanzó para comprar un carro modelo 81.
“Si comprábamos un carrito podíamos vender más, porque podíamos ir más largo y más rápido. Hicimos el esfuerzo, cuando lo compramos tenía un botón y cuando lo tocamos hacía un sonido de Tarzán, eso nos sirvió para identificarnos cuando íbamos a vender y dio origen a nuestro negocio", cuenta Johanna.
Los ingresos que generaron gracias a la venta de ceviche a domicilio fueron suficientes para adquirir un bono de vivienda y poder tener su casita propia.
“Arriba de mi casa hicimos tres apartamentos y hoy esos ingresos pagan el préstamo”, dijo Johanna.
También, mediante Puente al Desarrollo obtuvieron un préstamo para impulsar su negocio y abrir su primer local en el centro de Tirrases de Curridabat. Cevichería Tarzán, como la bocina del carro 81, que con esfuerzo terminaron cambiando por otro automóvil de modelo más reciente, al cual también le instalaron el mismo sonido, que avisa a los vecinos cuando pasan vendiendo el ceviche de doña Johanna.
Hoy, ella trabaja en su local, mientras que su esposo hace el mismo recorrido que iniciaron hace casi siete años.
“Esto fue gracias a la constancia de mi familia y a la ayuda de Puente al Desarrollo. En el IMAS hay ángeles guardianes que trajeron tranquilidad y felicidad a nuestras vidas”, dijo la comerciante.
Esta familia, al igual que otras 21.500, ya no depende de las transferencias económicas del Estado para poder vivir fuera de la línea de pobreza.