"Tengo que reconocer que descuidamos a los indígenas por unos diez años".
Esa es la respuesta de Javier Román Arias, obispo de Limón, cuando se le pregunta si la iglesia Católica abandonó a las comunidades indígenas en esa provincia.
Durante décadas, recuerda el religioso, los sacerdotes alemanes, Bernardo Drüg y Bernardo Koch, dedicaron largas jornadas a visitar los poblados indígenas en Talamanca y Valle La Estrella para llevar comida, agua, medicamentos y evangelización.
Por más de 40 años, los dos curas alemanes abrieron caminos, fundaron escuelas y ayudaron a levantar casas en Amubri, Telire, Suretka y Alto Cuen.
Los 'Bernardos' –como los llamaba la comunidad– no conocían moldes. La mejor muestra de ello es que Koch pilotaba una avioneta con la que trasladaba enfermos hasta hospitales o llevaba comida y materiales hasta los más alejados territorios indígenas.
El legado de los teutones en esa zona es tan grande que la escuela pública de Telire lleva el nombre de Bernardo Drüg.
No obstante, los 'Bernardos' envejecieron, Drüg murió en 2008 y Koch partió de Talamanca tiempo después, lo cual dejó en el olvido a cientos de indígenas, muchos de ellos católicos.
El "descuido" del que habla el obispo Román y la escasez de sacerdotes en Limón abrieron espacios para la proliferación de iglesias evangélicas en todos los rincones del Caribe, incluso en la profunda Talamanca.
"Estamos volviendo los ojos a la comunidad indígena", sentencia Román, pero de inmediato agrega que también están volteando la mirada a otros poblados alejados de la diócesis de Limón, como isla Calero (Pococí) y Sixaola (Talamanca).
¿Por qué dice que volvieron la mirada a los indígenas?
Una vez al mes, el obispo, visita Alto Cuen, en Talamanca, para llevar comida, ropa, asistencia y dar la eucaristía. Para llegar hasta ahí debe conducir dos horas, caminar tres más por montaña y cruzar varios ríos.
"La idea no es ir a evangelizar, ni meterles a Cristo por ningún lado; la idea es ir a buscar el desarrollo de ellos, ellos necesitan desarrollo", expresa.
La primera incursión del prelado en Alto Cuen ocurrió en agosto de 2015, dos meses después de haber asumido el cargo.
En aquella oportunidad, confiesa, no sabía a lo que iba, le costó dominar las botas de hule y quedó resentido por el esfuerzo físico.
Lo que más le impresionó en esa primera gira, fue la pobreza, la ausencia de agua potable y electricidad con la que lidian las 200 familias que habitan Alto Cuen.
"Me llamó muchísimo la atención la dificultad del camino. Desde que dejamos el carro fueron tres horas de caminar, no llevaba nada porque no sabía ni a qué iba, pero después llegamos a la comunidad, vimos la cantidad de niños y la amabilidad de la gente.
"Su situación de pobreza empezó a marcar mi vocación de obispo y de trabajar un poquito por los indígenas".
En los últimos tres años, la diócesis de Limón se ha dedicado a conseguir recursos para construir la Casa de la Misericordia, un rudimentario inmueble de madera que sirve de comedor y refugio para las personas que caminan hasta cuatro días para llegar a Telire.
En ese tiempo, Román se ha visto obligado a realizar caminatas y hacer ejercicio para mejorar su condición física y así soportar el trajín de cada ida a Alto Cuen.
Levantar la Casa de la Misericordia costó ¢15 millones y mantenerla abierta para suministrar comida a los vecinos cuesta ¢2 millones al mes.
"Ahí llegan los niños a comer una vez al día, se les da un atol o cualquier otra cosa que podamos darle, pero también funciona como dormitorio para otros indígenas. Ese sitio es atendido por dos religiosas, nos financiamos con donaciones de diferentes personas".
Entre los planes del obispo está llevar tanques para que las familias puedan almacenar agua y bombearla hasta sus casas, pero no ha sido posible instalarlos porque el mal estado del camino lo impide.
A Telire, el poblado indígena más alejado, Román va solo una vez al año. Sube en helicóptero gracias al patrocinio de una empresa y baja a pie en una travesía de cuatro días.
Mientras desciende hasta Bribrí, visita diferentes poblados y lleva víveres.
No han perdido terreno
La diócesis de Limón tiene 16 parroquias y 26 sacerdotes. En algunas parroquias hay hasta 67 comunidades y los curas deben hacer malabares para poder cubrir las necesidades de los fieles.
El déficit de sacerdotes impide aumentar la frecuencia de misas, las reuniones pastorales o la atención de grupos religiosos.
"Tenemos poco clero, no podemos dar asistencia a todas las comunidades, hay sitios donde el sacerdote llega apenas una vez al mes. Entonces, la gente deseosa de Dios se une a otras iglesias para tener algo, creo que la gente necesita congregarse y si el catolicismo no puede dárselo porque no tenemos suficientes sacerdotes o laicos comprometidos, pues, buscan opciones en otro lado".
Pese a la proliferación de iglesias evangélicas en el Caribe y a los contundentes resultados electorales en Limón, donde el Partido Restauración Nacional (PRN) arrasó, Román no cree que el catolicismo ha perdido terreno en esa región.
En Limón, Fabricio Alvarado, candidato de PRN, obtuvo en la primera ronda 60.279 votos, lo cual representó el 42,42% de los votos válidos en esa provincia.
"Le pongo un ejemplo, me reuní tiempo atrás en una comunidad en Batán y la gente estaba preocupada porque en la misa solo había 50 personas y a los 100 metros había una iglesia evangélica con 100 personas. Yo les pregunté: ‘¿Cuántas personas hay en esta comunidad?’, respondieron que 2.000 habitantes.
"Les dije: ‘¿De qué se preocupan si en la iglesia católica hay 50 y en la evangélica 100?’ Son 150 ¿dónde están las otras 1.850 personas? A esos son los que hay que ir a buscar".
Tampoco cree que las ayudas dadas por los pastores evangélicos en los barrios más pobres de Limón pesaron en los resultados electorales.
"Más que el resultado a favor de un partido evangélico, me preocupa el porcentaje de abstencionismo en Limón, el 50% de la población no votó".
Activo en redes sociales
En Facebook, la página de monseñor Javier Román Arias tiene casi 16.000 seguidores, las publicaciones allí son frecuentes.
Hay de todo: fotos de alta calidad de las visitas de Román a zonas indígenas, anuncios de la diócesis y hasta publicidad de eventos relacionados con la iglesia.
Por ejemplo, las Águilas Verdes, el equipo de fútbol de los sacerdotes de Limón; en el que el mismo obispo muestras sus habilidades con el balón, anuncia sus compromisos en ese perfil de Facebook.
El 4 de junio jugaron contra los veteranos de Italia 90.
Para Román las redes sociales ya no son un lujo para las parroquias, ni deben ser herramientas ajenas para los curas, por eso les da instrucciones de usar esas plataformas.